El emérito campechano (Maite Martín-Camuñas)
Categoría: La caja negra
(todo parecido con la realidad, es casualidad)
Había un emérito que salía mucho en la prensa y no por su vida campechana, sino por sus negocietes palaciegos en reinos de su confianza. Demasiado emergía y poco le gustaba que tratasen de fiscalizar sus andanzas, más en su país casi lo consigue pues del partido de antaño (aquél que se decía contrario a la monarquía pero que a la par defendía sus valores patrios, algo difícil de entender para el común de los mortales, que no fueron ni monárquicos ni liberales los que así le defendían.) republicano y hoy adalid defensor de su alteza el campechano monarca.
Cansado de tanta cantinela decide el buen monarca, hacer las maletas y marchar a tierras mas liberadas, donde nadie le critique y poder así de su libertad hacer gala, un país de libertades y grandes jaranas donde hombres y mujeres son respetados por las leyes, ese país de ensueño, digno reino donde el rey es ley y nadie dice palabra que contraríe al monarca, lleno de envidia pensaba:
¿Por qué no será igual en mi tierra? Esa que me sirvió para llenar mis bolsillos, mi cama de Ladies y mi señora de floridas y hermosas astas. Pobre rey en la distancia, pobre monarca sin trono, ni tronío, que ese sí que le falta.
Mientras su agnado real dicta las leyes y juzga: “a la mujer por violada, mil azotes en la plaza” “A este por amar a otro, que le cuelguen de una amarra”; el emérito se muerde puños, dedos y uñas. Y solito se desbanda; harto de tanta prudencia como muestra su mentor y protector, le dispara en su cara: “Que te calles, coño”.
Sin pensar ni por un momento que el virus feroz, de uno a otro franquea, por su incontinencia verbal.