Archivo por meses: agosto 2020

El emérito campechano (Maite Martín-Camuñas)

Categoría: La caja negra

(todo parecido con la realidad, es casualidad)

Había un emérito que salía mucho en la prensa y no por su vida campechana, sino por sus negocietes palaciegos en reinos de su confianza. Demasiado emergía y poco le gustaba que tratasen de fiscalizar sus andanzas, más en su país casi lo consigue pues del partido de antaño (aquél que se decía contrario a la monarquía pero que a la par defendía sus valores patrios, algo difícil de entender para el común de los mortales, que no fueron ni monárquicos ni liberales los que así le defendían.) republicano y hoy adalid defensor de su alteza el campechano monarca.

Cansado de tanta cantinela decide el buen monarca, hacer las maletas y marchar a tierras mas liberadas, donde nadie le critique y poder así de su libertad hacer gala, un país de libertades y grandes jaranas donde hombres y mujeres son respetados por las leyes, ese país de ensueño, digno reino donde el rey es ley y nadie dice palabra que contraríe al monarca, lleno de envidia pensaba:

¿Por qué no será igual en mi tierra? Esa que me sirvió para llenar mis bolsillos, mi cama de Ladies y mi señora de floridas y hermosas astas. Pobre rey en la distancia, pobre monarca sin trono, ni tronío, que ese sí que le falta.

Mientras su agnado real dicta las leyes y juzga: “a la mujer por violada, mil azotes en la plaza” “A este por amar a otro, que le cuelguen de una amarra”; el emérito se muerde puños, dedos y uñas. Y solito se desbanda; harto de tanta prudencia como muestra su mentor y protector, le dispara en su cara: “Que te calles, coño”.

Sin pensar ni por un momento que el virus feroz, de uno a otro franquea, por su incontinencia verbal.


El mar (Carlos Candel)

Categoría: La caja negra

Me sumerjo en el plácido azul del océano. Es relajante y, al mismo tiempo, inquieta. El perfil del horizonte se desdibuja allí donde se toca con el cielo. Un velero navega al fondo. Mis pies desnudos prácticamente lo tocan desde la distancia. Casí puedo oler las brasas ardiendo a tan sólo unas decenas de metros, en la barca del chiringuito. Una bebida bien fresquita y el sabor salado de las sardinas invadiendo mi paladar. El sol calienta tanto la arena que invita a taparla y darle un respiro con la toalla. Por suerte, la sombrilla me protege de la flama.
“¡Qué bien se está de vacaciones! ¡Qué maravilla poder disfrutar del mar!”, me digo a mi mismo mientras cierro la fotografía que la aplicación de imágenes me invita a rememorar de las vacaciones del año pasado.

Y cambio fotografía por ventana, playa por ciudad, vacaciones por… esto.


El ritual (Eva Soria)

Categoría: La caja negra

Las 8.30 de la mañana. Una suave brisa con olor a café entra por la ventana de la habitación de Emma acariciando su rostro. Empieza el rito diario de cada mes de agosto. Aseo, desayuno, limpieza de la casa y los preparativos de playa. En el bolso de paja: la toalla, la crema solar, la botella de agua, las gafas de sol, el sombrero, el monedero, el móvil y la lectura.
Se dispone a salir por la puerta abierta de par en par ofreciéndole, como cada mañana, el km 0 del recorrido diario, que podría hacer con los ojos cerrados. Después de 10 minutos de pasos autómatas llega a una extensa pradera de arena y juncos.
Hay poca gente, ¡suerte! “ -piensa, mientras ojea una pequeña duna donde observar sin ser vista, escuchando de fondo el susurro sin descanso del mar.
Extiende la toalla, se pone las gafas y el sombrero, se embadurna con la crema solar, saca el libro y cuando se dispone a sumergirse en este otro mar de letras, una silueta sombrea por un instante el cuerpo de Emma.
Buenos días, señorita, disculpe”. Emma levanta la vista y descubre ante ella a un chico moreno, corpulento , vestido con una camiseta blanca, unos pantalones cortos y azules y unas deportivas.
Buenos días… ¿sí…?”, responde sin saber muy bien las intenciones del chico.
Le recuerdo que desde ayer el uso de la mascarilla es obligatorio en toda la provincia y en los espacios públicos, por favor, sea tan amable de ponérsela, sino me veré obligado a multarla y son 100 euros”
De repente una nube le quita el protagonismo al sol cegador de media mañana.
Perdone, no lo sabía. Ahora mismo me la pongo.” , contesta mientras las huellas de las zapatillas blancas de deporte se distancian de su toalla.
Emma, contrariada, rebusca en su bolso.
¡Vaya, la he olvidado!”, susurra. Con gesto preocupado, se levanta, recoge sus cosas y desanda el camino. Al llegar a su casa recuerda que en el cajón de la mesilla de su habitación hay un paquete. “A partir de ahora tendré que dejar el paquete de mascarillas junto a la crema solar, la lectura, el móvil, las gafas de sol, el sombrero, el monedero, la botella de agua y la toalla
De vuelta a la playa, sombrillas de colores, niños gritando, cometas de formas caprichosas danzando al ritmo impuesto por el viento, familias con mesas de camping preparando el almuerzo.
¡Mierda!, me quitaron el sitio”. Mientras a lo lejos se escucha una voz entrecortada por el grito de las olas golpeando la orilla marina.
Juan, haz el favó, ponte la mascarilla”.



Guía de superviviencia en tiempos del Coronavirus

Categoría: Publicaciones

La “Guía de supervivencia en tiempos del coronavirus” es una experiencia conjunta de expresión artística vivida durante el período de confinamiento entre abril y junio de 2020 con motivo del Coronavirus, del que finalmente surge una obra en formato papel, eidtada por la Editorial Adeshoras. En el libro se recogen relatos, poemas e ilustraciones en torno al coronavirus y al periodo de confinamiento. La edición es completamente gratuita y se puede adquirir un ejemplar junto con la compra de cualquier libro de la Editorial en su web y también lo obsequiarán las librerías de Parla con la compra de uno de nuestros libros: Librería Alca, La librería de Alicia, Librería Carmen, Libreria Gradua2, Libreria Rivendel y Librería Sur. También en la Librería “Charada” de Ciempozuelos podéis haceros con un ejemplar. Os animamos a que os acerquéis a estas librerías y a nuestra web y os hagáis con un ejemplar para leer este verano. Os recordamos también que muchos de nuestros libros están a mitad de precio.


Vacaciones (Carlos Lapeña)

Categoría: La caja negra

Este verano

me he traído el mar a casa.

Lo he colocado en el salón

con un poquito de arena,

a merced de la brisa que lo mueve

por las ventanas abiertas.

El oleaje doméstico

acaricia mis pies descalzos,

mientras espero el sueño

de la siesta en el sofá.

De vez en cuando,

una gaviota cruza

el cielo de mi frente

con su elegancia habitual

y me recuerda que este año

no podré despotricar

contra el barullo de los niños

y sus juegos en la orilla.

Quién me iba a decir

que los echaría tanto de menos.

También he traído

la montaña a casa.

La he puesto en la cocina,

entre el horno y la nevera.

Allí crecen frondosos bosques

y corren libres manadas

de caballos salvajes

ajenos a mi presencia.

Por las noches, el techo

se tachona de estrellas

y el búho real pulula incansable

entre vasos y porcelanas.

Tumbado sobre la hierba

cuadrada del piso,

disfruto de un silencio

pacífico y nuevo.

El resto de la casa

se mantiene igual que siempre

por tazones obvias.

La alcoba es siempre territorio

de la evasión, como el cuarto de baño

lo es de la necesaria rutina.

No conviene hacer de las vacaciones

un estado de evasión

sin referencias y anclas.


Vacaciones en mi sofá (Antonio de la Fuente Arjona)

Categoría: La caja negra

(La familia de GRETA descansa sobre el viejo sofá del salón: la MADRE lee un periódico, el PADRE ve la televisión, TOM dormita echado sobre sus padres, y GRETA, sentada a los pies del sofá, juega con la play. El sol de una radiante tarde de Agosto se cuela a trozos por las persianas de la ventana. Un ventilador, casi pegado al sofá, refresca algo el ambiente. Solo se oye el sonido del televisor y los ruiditos de la play. Pero de pronto un reloj, en algún lugar de la casa, marca las siete de la tarde. Todos dejan lo que están haciendo y prestan atención al aviso del reloj. Hasta TOM se despierta.)
MADRE: Es la hora.
PADRE: (Apagando el televisor con el mando.) Sí, ya es la hora.
TOM: (Saltando del sofá al suelo, muy animado.) ¡Greta, ez la hora, ez la hora!
(TOM, el pequeño de la familia, tiene una manera curiosa de hablar, convirtiendo en z las eses que pasan por sus labios.)
GRETA: Sí, Tom, nos vamos.
MADRE: ¡En marcha!
(Todos se ponen en pie y, muy dicharacheros y algo apurados, camina cada uno hacia su habitación.)
PADRE: No os olvidéis nada que una vez en marcha no podremos volver.
(TOM y GRETA han salido por una puerta y sus padres por otra. Ahora solo oímos sus voces hablándose de una habitación a otra.)
TOM: ¿Mamá, puedo llevar a mi Tigre Tigrozo?
MADRE: Por supuesto, Tom.
PADRE: Greta, no te olvides del mapa.
GRETA: Ya lo tengo, es lo primero que he cogido.
MADRE: ¡Y la brújula!
GRETA: ¡Es verdad!
MADRE: ¿Llevo unas galletas para el camino?
TOM: ¡Zí, laz de chocolate!
PADRE: Coger solo lo imprescindible, que en el barco tampoco tenemos mucho espacio. (Saliendo de la habitación. Viste unos pantalones cortos, una camiseta a rayas, un gorro de marinero, y… ¡unas barbas hechas de lana!) ¡Pues yo ya estoy!
TOM: Y nozotroz también.
(TOM y GRETA también se han disfrazado de marineros. Pero TOM además carga con su tigre de peluche, lleva una espada de plástico al cinto y GRETA le ha pintado bajo la nariz unos bigotes muy elegantes.)
PADRE: Tom, me gustan tus bigotes.
GRETA: (Riéndose al ver a su padre.) Pues tus barbas son de risa.
MADRE: (Vestida con una camisa larga, unos pantalones negros, un gorro hecho de papel, y… ¡un parche en el ojo izquierdo!) ¿Qué tal estoy?
TOM: Mamá, daz un poco de miedo.
MADRE: Es lo que tienen los piratas.
GRETA: (Corriendo hacia el sofá.) ¡Tripulación a bordo!
(Y la familia al completo se sube al viejo sofá.)
MADRE: ¡Soltar amarras! (La MADRE maneja el timón, una escoba colocada sobre el brazo del sofá.) ¡Izad la mayor!
PADRE: Sí, mi Capitana.
(Y el PADRE, ayudándose del palo de la fregona, despliega una sábana a modo de velamen que ya se hincha con el aire del ventilador.)
GRETA: (Situada en la proa de tan singular embarcación.) ¡Rumbo al horizonte!
TOM: (Muy preocupado de que su tigre de peluche no se caiga al agua.) Mamá… (Rectificando.) Digo, Capitana, ze me olvidaron las paztillaz para el mareo, y ya zabez que a Tigre Tigrozo le azuzta un poquito el mar.
PADRE: (Tranquilizándole.) No te preocupes grumete que no creo que hoy haya tormenta.
MADRE: Además nuestra travesía será corta, tenemos viento a favor.
GRETA: ¡Y los delfines nos guían! (Señalando hacia su derecha.) ¡Mirad a babor!
TOM: (Asomándose.) ¡Cuántoz delfinez!
PADRE: Son preciosos.
(Y mientras los demás observan a los delfines, TOM divisa algo en el horizonte.)
TOM: ¡Tierra!
MADRE: (Sorprendida.) ¿Tan pronto?
TOM: (Señalando.) Zí, allí, parece una izla, ¿no la veiz?
GRETA: (Con una mano sobre los ojos para protegerse de los destellos del sol.) ¡Sí, yo también la veo!
MADRE: ¿Dónde?
PADRE: A proa, Capitana. Nuestro grumete tiene vista de águila.
MADRE: Y yo me dejé las gafas en casa.
TOM: ¡Todo recto, Capitana!
MADRE: Está bien, fondearemos en la playa.
PADRE: Greta, no te olvides del plano y la brújula.
MADRE: ¡Arriad las velas!
PADRE: (Recogiendo la sábana y el palo de la fregona.) ¡A sus órdenes!
MADRE: ¿Quién será el primero en pisar tierra firme?
PADRE: Yo creo que el honor le corresponde a nuestro grumete, que fue quien avistó esta isla.
TOM: (Como pidiendo permiso.) ¿Puedo?
MADRE: Pues claro, adelante.
(Y TOM de un salto baja del barco a la playa. Y tras él, GRETA y sus padres.)
TOM: (Mirando a un lado y a otro.) Parece una izla dezierta, ¿verdad?
GRETA: Justo la isla que estábamos buscando.
PADRE: Veamos que dice el mapa.
GRETA: (Desplegando el mapa y leyendo.) Desde la playa dos pasos al norte, tres zancadas al sureste y dos saltos al noreste. Bajo el árbol seco está el tesoro.
MADRE: ¡En marcha! Busquemos ese árbol seco.
(Y ayudándose de la brújula siguen el recorrido marcado por el mapa hasta
encontrarse con… ¡un perchero!
)
TOM: ¡El árbol zeco!
PADRE: Pues sus raíces guardan el tesoro que buscamos.
MADRE: (Sacando del bolsillo un cucharón.) Dejadme a mí, que vengo preparada para estos menesteres. (Y empieza a cavar.) Menos mal que la arena está blandita. (Hasta que la pala choca con algo duro.) ¡Aquí está!
GRETA: ¡El cofre del tesoro!
(GRETA recoge el cofre y lo muestra… una pequeña caja de zapatos. La familia se acerca expectante. GRETA abre la caja y TOM, no pudiendo contener su impaciencia, mete la mano y saca el tesoro. ¡Un libro!)
TOM: ¡La izla del tezoro! ¡Ez el libro de “La izla del tezoro”! (Y corre de nuevo hacia el sofá, se sienta en el centro y llama a los demás.) ¡Vamoz!
MADRE: ¿A quién le toca leer hoy?
GRETA: A papá.
(Y todos se sitúan en el viejo sofá como al principio de la escena.)
PADRE: (Cogiendo el libro de manos de TOM.) A ver por dónde íbamos… (Busca la página y empieza a leer en voz alta. La MADRE saca las galletas de chocolate y las reparte. Comen en silencio, muy atentos a la lectura mientras la luz del día se despide lentamente…)

Ilustración de Mariano Martín

Cajas de colores (Javier González)

Categoría: La caja negra

(Una pareja cualquiera, en una casa cualquiera de una ciudad cualquiera de un país cualquiera en un continente a elegir)

EL – ¿Has repasado la lista?

ELLA – Llevo tres meses estudiando punto por punto la maldita lista.

EL – No maldigas a quien vela por ti.

ELLA – ¿Que no qué?

EL – Maldices la lista. Mi lista. La misma que tan concienzudamente elaboré para salvaguardar nuestra felicidad.

ELLA – Imagino que has ensanchando unas cuantas tallas después de soltar la frasecita.

EL – Sabes, tan bien como yo, que es la mejor manera de disfrutar de unas merecidas vacaciones. Alguien tenía que ocuparse y yo realicé el esfuerzo.

ELLA – A veces creo que…

EL – ¿Qué? Vamos suéltalo. No dejes en cuarentena lo que piensas. Contenerse produce hiel.

ELLA – Y atracarse de chacras provoca indigestión mental. Empecemos a cargar antes de que me arrepienta.

EL – ¿Insinúas que…?

ELLA – Oh, por dios. Cállate de una vez. Ya tienes tu lista ¿no?, pues comienza por el principio y no hables más.

EL – Como ves he dejado todos los elementos a transportar colocados en grupos. Yo voy enumerándolos y tú los vas metiendo en las cajas de colores que he dispuesto para cada uno de ellos. Luego las introducimos por escala cromática en el maletero. ¿Alguna duda?

ELLA – La existencia de dios. La monogamia. El destino. ¿Qué hago aquí? Mil dudas que a buen seguro tu lista no va poder contestarlas. Qué va primero.

EL – Caja roja… Paquete de cien mascarillas reutilizables. Cuatro botellas de litro de gel hidroalcoholico , cinco aerosoles desinfectantes. Diez juegos de gafas protectoras sin graduar. Quince cajas de guantes desechables. Cuatro termómetros de precisión. Desinfectante de suelas. Cuatro trajes EPI completos para caso extremo de desalojo grave. Dos toallas de tres por tres metros para asegurar el distanciamiento adecuado. Diez paquetes de toallas de playa desechables. Dos caretas de buzo completas para bañarnos con seguridad y un detector de virus de gama alta.

ELLA – ¿De cuántos colores se compone la expedición?

EL – Tenemos la caja roja, la amarilla, la verde, la azul, la siena, la naranja, la morada, la rosa y la turquesa.

ELLA – ¿Sabes?

EL – Soy todo oídos.

ELLA – Que ante semejante avalancha de cajas, no veo sitio.

EL – Esta todo estudiado al milímetro. No cabe la improvisación en esta aventura. Nada sobra y nada falta.

ELLA – Sí que sobra.

EL – ¿El qué?

ELLA – Yo.

EL – ¿Tú?

ELLA – Vete solo. Tienes mi bendición. No temas, podré soportar tu ausencia. Disfruta de tus vacaciones.

EL – Es normal que el estrés vivido estos meses te haga decir barbaridades. Sabes de sobra que son nuestras vacaciones.

ELLA – ¿Vacaciones? ¡Los cojones! (Se va dando un portazo) (Vuelve de nuevo) Y si cuando vuelvas no estoy, no me busques, estaré infestada hasta las tetas. (Ahora se va definitivamente)


Verano 2020 (Maite Martín-Camuñas)

Categoría: La caja negra

(Haiku de compromiso)

Con mascarilla

confundo por la playa

a todo el mundo.


Vamos, Lapeña (Carlos Lapeña)

Categoría: La caja negra

—Vamos, Lapeña, sin dramas, que nos conocemos de sobra. Tiene el mar a cien metros, una playa estupenda, de arena fina y agua clara, apenas conocida y poco concurrida; un chiringuito inmejorable, con su cerveza preferida y sus tapas y su música al atardecer… Y el apartamento, qué voy a contarle, usted mismo nos lo ha repetido mil veces, con wifi y aire acondicionado, televisión de cuarenta y tres pulgadas, menaje con todo lo necesario para sentirse como en casa… mejor que en casa, en la casa soñada, ¿verdad? Y ya sabe lo agradecidos que estamos mi esposa y yo por habérnosla ofrecido el verano pasado… Posiblemente salvó nuestro maltrecho matrimonio, cojones… No lo olvidamos, lo sabe. Por eso no debe pensar lo que no es. Teletrabajar desde ese lugar es un chollo, por mucho que usted crea que me ahorro en equipo, energía, espacio y esas cosas. En unos momentos en los que lo más importante es sobrevivir y salir a flote, usted tiene la suerte de contar con un paraíso particular desde el que ofrecer lo mejor de sí mismo, como siempre ha hecho, lo sé. Puede trabajar y disfrutar a la vez, piénselo. Muchos querríamos estar en su lugar… sobre todo los despedidos, pobres… Vamos, Lapeña, firme y váyase tranquilo. Ya le avisaré cuando sepa la fecha de regreso a la normalidad…


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