Archivo por meses: julio 2022


Verano rojo (Carmen Paredes)

Categoría: La caja negra

Deambula

en cielo ardiente

avanza

al ritmo de centellas

que el sol irradia

por los días

y permanece

en la noche

pálida e incandescente

Sazona ese tiempo

donde la actividad se derrite


30 segundos (Eva Soria)

Categoría: La caja negra

Todas las miradas se dirigían al unísono hacia la misma lente de color. La cadencia sonora daba paso al grupo de transeúntes que se disponía a cruzar la calle. Almas solitarias pero con un mismo objetivo.
Inés llevaba un ramo de flores apretado contra su pecho, sabía que sería la última vez que cruzaría esa calle. El ramo de rosas de un aroma dulzón se mezclaba con el asfixiante olor pegajoso del asfalto. Los noticieros anunciaban como cada año, la temperatura más alta del siglo, aunque algo distinto debería estar pasando esta vez, cuando los aparatos de aire acondicionado estaban agotados en todo el territorio nacional, con la única posibilidad de encontrarlos en el mercado negro.
Negro era el horizonte, sofocante el aire, apocalíptico el escenario desde el que años atrás expertos de todos los rincones del planeta voceaban, sin tener respuesta por parte de las élites bien acomodadas en las celdas de su colmena. Para Inés el fin del mundo ya había dado señales como una penosa enfermedad que te devora, aunque sigas respirando. La noche anterior con la familia reunida, su padre vomitó la noticia temida y esperada. Una puñalada trapera como tantas otras que se daban cada día en el país. Sin trabajo y sin casa donde vivir, tendrían que recomponer una nueva vida, buscar nuevos caminos para garantizar una subsistencia que al menos vistiera la dignidad que aún conservaban, a pesar de la pobreza. Por la mañana se había despedido de sus compañeros del instituto, de sus profesores, de sus amigas. Las despedidas siempre dejan puertas abiertas para prontos reencuentros, para edulcorar los días amargos. Lágrimas resbalaban por el rostro de Inés, arrastrando todas las palabras de apoyo que al menos ese día ayudaron a mantener erguido su cuerpo.
30 segundos para cruzar por última vez la calle. Al llegar a la acera, tuvo que dar un pequeño respingo para sortear un parche incandescente señalizado por los bomberos. Con el salto, una lluvia de pétalos rojos, rosas y amarillos cayeron al suelo. Inés volvió a apretar contra su pecho los tallos que quedaban del ramo.
30 segundos ya agotados para dar paso a los coches. El primero, con las ventanillas abiertas liberó una melodía que hizo sonreír a Inés.


Somos carne de reemplazo, imborrable es nuestro canto” * Vetusta Morla


Hasta agotarse la existencia (Carlos Lapeña)

Categoría: La caja negra

El profeta que ya predijo la implantación del capitalismo en todo el planeta, con la adopción del consumismo como valor universal con el que medir el estado de bienestar, mucho más incrustado en las mentes que el acceso a la sanidad o a la educación, incluso en países pobres, incluso en zonas degradadas por el cambio climático y el abandono institucional, ese mismo profeta aseguraba ahora que el fin del mundo estaba muy cerca, que podría ser cuestión de meses tener la privilegiada, a la par que dramática, oportunidad de asistir al apocalipsis. Al Apocalipsis.

Sin embargo, no debía pensarse en explosiones extraordinarias, fenómenos naturales extremos, guerra mundial postmoderna… No.

—El Apocalipsis llegará cuando se acaben las rebajas de verano –afirmó el profeta en mayo, serio y circunspecto, sin miedo al ridículo ni nada–. Llegará cuando la última tienda del planeta se desprenda del último artículo rebajado. Entonces se producirá el parón, el frenazo letal, la inmovilidad absoluta. Entonces, cuando se venda, o se compre, la última oportunidad, la ganga definitiva, llegará el fin, el planeta dejará de girar y moriremos de inmovilismo, desconcierto y tristeza.

Es curioso comprobar cómo funcionan la mente y el comportamiento humanos. El anuncio de esa amenaza letal provocó el incremento del consumo, en lugar de una contención. La bajada de precios o los regalos por compra fueron irresistibles y las ventas se dispararon.

Durante varios meses la locura consumista alcanzó y sobrepasó todas las previsiones. Era como si la profecía se hubiese entendido al revés.

Es cierto que según avanzaba el verano, la cosa se iba poniendo fea. Algunos productos empezaron a escasear y se alzaron voces de alarma, que de poco sirvieron. Pero pasó el verano y las rebajas continuaban, todo estaba rebajado, el mundo era puro saldo…

Fue un filósofo en paro quien puso una nueva carta sobre la mesa y ofreció un nuevo aliciente para seguir viviendo al límite.

—Las señales son ambiguas y la profecía también. No está claro si el Apocalipsis llegará con el fin de las rebajas, o si serán las rebajas las que terminen cuando llegue el Apocalipsis. En cualquier caso, solo hay un modo de averiguarlo: seguir rebajando y continuar comprando.

Y para ilustrar su teoría hizo referencia a los millones de carteles que iluminaban los escaparates de infinidad de negocios de todo el planeta: “30 % –o 40, o 50…– de descuento en todos los artículos. Hasta agotarse la existencia”.

Han pasado varios años.

Hace unos días, una periodista de investigación, también en paro, descubrió que tanto la profecía como su apostilla habían sido patrocinados por una multinacional. No hubo gran revuelo. Solo un rumor.

Quizá el auténtico Apocalipsis consista en esto, quién sabe…


El apocalipsis (Carlos Gamarra)

Categoría: La caja negra

Julio, mes de dudas existenciales
De Norte a Sur  de Este  a Oeste

Con un cierto apocalipsis y 
movimiento de manos
siguen los combates

Con la aridez del verano
el monte se abrasa
y los terremotos y cuchillas llenan las fronteras

Escucharéis de pestes, 
de enfermedades nuevas
de hambre en el planeta

Dejaremos un mundo muerto con miedo
y todo seguirá como siempre

Historia mínima (Ismael Sesma)

Categoría: La caja negra

No lo menciono a modo de excusa, pero era verano. Seco, excesivo, persistente; demoledor. El mal humor aparecía por cualquier rincón y no había parasol en el que refugiarse. Aquel todoterreno prepotente y metalizado hizo una maniobra imprevista que me obligó a dar un volantazo peligroso y echarme al arcén. Siguió tan campante; la cosa iba con él. Después del susto, pensé en el aire acondicionado que seguro llevaría, me alisé el pelo mojado y le juré lo peor. Si hubiera sido una orden, no la habría ejecutado mejor. El cochazo se elevó en el aire, giró como un trapecista y reventó contra el asfalto. Al día siguiente, era portada en todas las televisiones. Aparqué mi utilitario debajo de casa; supongo que allí seguirá. Entre los calores impenitentes y el remordimiento que parecía consumirme, terminé ingresando en los Cartujos. Aquí se habla poco; por lo demás es un mundo pequeño como otro cualquiera. Rezo, trabajo y rezo con fe y tesón verdaderos. Aunque, si hay que fiarse de las escasas noticias que nos llegan de fuera, con poco éxito.


Verano, el apocalipsis (Rafael Toledo Díaz)

Categoría: La caja negra

Que el comportamiento del ser humano es contradictorio, caprichoso, irracional y demasiadas veces extravagante es algo incuestionable, mucho más en cuanto a su actitud frente al clima se refiere.

Así, en invierno, cuando en las calles hace un frío que pela no es de extrañar que, a través de ventanas y balcones veamos dentro a individuos con ropa ligera, en camiseta o manga corta. Sucede al contrario en verano, cuando el tórrido calor aplasta las calles y las chicharras no dan abasto, entonces, algunos, para soportar el aire acondicionado que estará a montones de frigorías, deberán echar mano de una rebequita para no resfriarse.

Esa actitud individual se multiplica cuando las cuestiones ambientales se trasladan a la colectividad, véanse por ejemplo los centros comerciales o cualquier espacio público, negocios donde se dispara el consumo para climatizar los amplios recintos.

Todas estas comodidades no han llegado de la noche a la mañana, pero las tecnologías modernas han conseguido que podamos “disfrutar” de este aparente grado de bienestar en nuestros hogares y en otros locales administrativos o de ocio. Sin embargo ¿nos hemos preguntado a qué precio estamos pagando este elegido confort?, seguramente no, pero la realidad es que gastamos ingentes cantidades de energías fósiles y renovables para consumar nuestro capricho, mientras tanto, el planeta sufre; porque a toda fuerza se opone una contraria, y el aire fresco de nuestros pisos devuelve a las calles más calor si cabe del que ya existe.

Que siempre hubo olas de calor y de frío es algo contrastado, pero lo que no resulta tan normal es la rápida frecuencia con la que están sucediendo últimamente estos fenómenos.

Estaba reflexionando sobre estas cuestiones tan del momento procurando aplicar el sentido común al asunto, lo hacía saboreando una cerveza bien fría, tratando de mitigar la segunda ola de calor sin que todavía se hubiese anunciado el verano oficial. Y fue entonces, de repente, cuando me vino al pensamiento una afirmación rotunda, y me dije: “Esto es el apocalipsis” porque nunca antes había tenido una sensación tan agobiante y extrema. En concreto me acordé del pasaje de las siete trompetas del último libro del Nuevo Testamento que contiene las revelaciones escritas por el apóstol San Juan. Excepto la última, todas ellas pronostican desastres medioambientales, catástrofes marinas, fuegos, contaminación de las aguas, plagas etc.

Releyendo lo que significan estas amenazas catastróficas no me asusté demasiado, es más, alguna vez he pensado sobre qué relación tienen estas adversidades climáticas que vienen sucediendo con las profecías que anuncian las sagradas escrituras. Pero la realidad incuestionable es que nos estamos cargando el planeta en dos días nosotros mismos en aras de nuestro egoísmo.

Por eso no confío demasiado en las medidas para combatir el cambio climático que proponen los gobernantes de los países más “desarrollados”, remedios que intentan frenar los efectos devastadores de una naturaleza que se rebela. A veces, para consolarme, me refugio viendo documentales de agricultura ecológica o sobre la ganadería extensiva. Me atempera ver cómo algunos románticos intentan convencernos de las bondades de la agricultura tradicional, es un placer contemplar los viñedos llenos de hierba o escuchar el suave rumor de los arroyos de aguas cristalinas discurriendo entre los bosques de galería. Pero no soy un ingenuo y pienso que muchos de estos parajes naturales ya no existen, son imágenes idílicas que solo podemos ver en la tele y que ya han desaparecido. Así que, a pesar del embeleso que me producen estos reportajes, el efecto se esfuma rápidamente y paso del regocijo al desánimo ante el desastre inminente.

Les confieso que me da miedo cuando los políticos en cualquier ámbito de su gestión utilizan la palabra “sostenible”, opino que la manosean con una ligereza que da pavor, sobre todo cuando se refieren al medio-ambiente. Lo más probable es que después de hacerse la foto plantando o regando el arbolito del “futuro bosque”, esa prioridad pasará a formar parte del pasado y se convertirá en desidia hasta que necesiten publicitarse para una nueva campaña.

En fin, ante tanta lentitud, burocracia y conflicto de intereses mucho me temo que ya no se puede revertir el calentamiento global y esto se va al traste. Habrá que resignarse y soportar con estoicismo las olas de calor y los incendios forestales por venir. Por eso a nadie le extraña que “Esto es el apocalipsis” se haya convertido en un expresión popular para referirse a los excesos del clima, sobre todo ahora, en la canícula, cuando el calor no da tregua.

De cualquier manera, y como no quiero ser tan negativo, aunque solo sea por refrescar la memoria, me gustaría poner una sonrisa al final recordando aquel momento clave de la televisión de antaño. Me refiero a un programa que seguramente no habrán visto los más jóvenes y que se titulaba “El Mundo por Montera”. Aquel día en concreto el tema del debate era “El Apocalipsis”, y allí, sobre un plató repleto de sesudos tertulianos deambulaba dando traspiés el surrealista y genial Fernando Arrabal que, con un pedal del quince, agitaba la polémica susurrando y diciendo: “El milenarismo va a llegarrrr”.


Neo-verano (Maite Martín-Camuñas)

Categoría: La caja negra

Bajo las efervescencias

de un tórrido verano,

los virginales senos

prenden bajo las ardorosas

caricias

de las concupiscentes manos

de un sol abrasador,

que a su paso

por el Trópico de Cáncer,

hace encender la piel.

La cabeza se embota

tras sus pérfidas

galanterías

que marcan

la superficie

para el presente

y un incierto futuro.

Son requiebros

que preceden al tormento

de un apocalíptico estío.


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