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Los aranceles y tal… (Maite Martín-Camuñas)

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Categoría: La caja negra

En la Casa Blanca, con ceño fruncido,

Trump declara la guerra, con ego encendido.

“¡Aranceles!”, exclama, con voz de trueno,

“¡Que los vinos foráneos, paguen su veneno!”.

Pero, ¡oh, ironía!, su despensa está vacía,

ni un solo huevo encuentra, ¡qué triste agonía!

Los huevos americanos, han desaparecido,

y Trump, desesperado, se siente frustrado.

“¡Europa!”, exclama, con súplica fingida,

“¡Envíenme huevos, mi alma abatida!”.

Los huevos europeos, con su porte elegante,

y acento afrancesado

se burlan del líder, con risa resonante.

“¡Aranceles!”, le gritan, con voz burlona,

“¡Pague el doble, señor, o se queda sin yema!”.

Trump, con el rostro rojo, de rabia y sudor,

paga el precio exigido, ¡qué amarga lección!

Y así, en la tierra del Tío Sam, una historia se cuenta,

un líder sin huevos, que al mundo atormenta.

Con aranceles y huevos, una extraña ironía,

que deja a todos perplejos, con una sonrisa.


HIPÉRBOLE FINAL SOBREIMPRESA EN BILLETE DE UN DÓLAR (Carlos Lapeña)

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Categoría: La caja negra

Un día, las tarifas oficiales determinantes de los derechos a pagar por los productos y servicios importados se dispararon. Y fue el principio del fin del principio del fin del pri… Primero fue un gobierno, luego otro, después otro. Todos. De repente, todo se encareció tanto que no hubo compras. No hubo ventas. Se pidió, primero. Se robó, después. Se arrebató. Se mató, por fin. Hubo alianzas. Y miedos. Se alzaron más muros. Se abrieron más zanjas. Se minaron más campos. No hubo ya Este y Oeste. Norte y Sur. Hubo amigos y enemigos. Enemigos. Muchos enemigos. Todos los enemigos. Solo yo me fío de mí. Solo yo me fío. Solo yo. Solo. Yo. Millones de solos. Millones de yoes. Una sola idea. La verdad. La vida. Subsistir. Todo vale para subsistir. Para sobrevivir. Supervivir. Hasta la contradicción. Hasta la aniquilación. El olvido… Y de repente, un día, la semilla. De pronto el germen. Y renacer. Revivir. Repetir. Ser capital. Ser mercado. Ser.


Ni tan mal (Ismael Sesma)

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Categoría: La caja negra

Ramona se empeñó en adoptar un gato; decía que quería otra presencia viva en casa. Dice: Además, he leído que las mascotas aumentan la inmunidad de sus dueños y favorecen su convivencia.

Fuimos a la protectora y elegimos uno de cara simpática, que parecía pintado en blanco y negro a brochazos. Ramona se empeñó en llamarlo Aranceles.

Digo: Aranceles no es nombre de animal y además es un plural.

Dice: Tu madre se llamaba Ángeles y solo era una; tocapelotas, pero una.

Pienso: Ya te encargabas tú de sacar lo peor de mi madre. Pero no digo nada.

Al principio, Aranceles se escondía cuando yo aparecía en el salón y solía elegir para sestear una pieza de la casa distinta a la que yo ocupara. Con el tiempo, su comportamiento cambió y llegó un momento en que me lo encontraba a cada paso que daba: de hecho, en ocasiones me parecía que había más de un gato en casa.

No me equivocaba, Aranceles se había desdoblado. Tuve dudas hasta que una mañana le vi reflejado en el espejo de la habitación, al tiempo que estaba subido en mi cama. Aranceles Uno estaba conmigo, viendo cómo me vestía, mientras que Aranceles Dos cruzaba el pasillo para entrar en la cocina, donde se escuchaba canturrear a Ramona.

Desde entonces, pasé a observar la realidad que se me ofrecía desde el espejo. No me sorprendió demasiado ver que su reflejo me devolvía a otro yo de mí mismo; digamos Manolo Dos, que mientras yo estaba en la habitación ocupaba el resto de la casa como si fuese suya.

Convivimos los cinco juntos pero no revueltos durante algún tiempo, hasta que una noche me quedé en el salón viendo la tele. Ramona se acostó.

Dice: Estoy cansada, ahí te quedas. Buenas noches.

Digo: Hasta mañana. Que descanses.

Al rato me pareció escuchar ruidos y me asomé a la habitación. Ramona estaba dormida y todo era silencio. Azorado, recoloqué el espejo contra la cama y la habitación se llenó de jadeos, susurros y algún grito. Desde el otro lado, Ramona y Manolo Dos protagonizaban una escena de sexo desacomplejado y jovial, con la que deseé identificarme, aunque tenía poco que ver conmigo.

Pienso: Quizás cuando Ramona habló de tener otra presencia en casa se refería a esto. La realidad se ha escindido y Ramona ha decidido quedarse con Manolo Dos. No se lo reprocho, en el sexo no hay comparación. Y luego: Quizás Ramona puso al gato un nombre plural para que la realidad se desdoblase; quizás estaba cansada de nuestra vida prosaica y ha encontrado el mecanismo en algún libro de divulgación que tanto le gustan.

Aquella noche dormí en la habitación de los invitados. Soñé con una cadena de montaje en la que se apilaban Aranceles y Manolos a la espera de ser embalados y distribuidos. Cuando desperté, Ramona no estaba.

Pienso: Decir que Ramona no está es quedarme muy corto; en casa no hay nada de ella, ni siquiera su olor.

Desde entonces, Aranceles Uno y yo vivimos solos. He alquilado la habitación de los invitados a una productora de porno. Pagan muy bien y en ocasiones me dejan estar en los rodajes; otro ejemplo de realidad alternativa, como Ramona y Manolo Dos al otro lado.

En cuanto puedo, desplazo el espejo por toda la casa y los observo a su través. Ramona cada vez está más guapa y Manolo Dos parece un marido cariñoso, atento y un atleta sexual, como muchos de los trabajadores del porno que actúan en la habitación de los invitados. Aranceles Dos asoma alguna vez, me mira como si me viese, y me ignora.

Tengo la idea recurrente de sacrificar a Uno (ahora le llamo así, por acortar), para ver si así se recompone la realidad y Ramona y yo volvemos al estado anterior; la echo de menos. Pero no me decido.

Pienso: Si volviésemos atrás, quizás sería yo el amortizado.

Me imagino a Uno muerto y yo perdiendo consistencia, hasta diluirme en el vacío. Y razono que, en realidad, a este lado tampoco estamos tan mal.


Aranceles (Carlos Gamarra)

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Categoría: La caja negra

Por las fronteras cruzan las ideas,
pero el metal se queda en los umbrales,
una barrera impone su silencio
y pone precio al aire respirado.

No es libre el mar si pesan las aduanas,
ni canta el trigo bajo reglamento,
ni vuela el arte sin sellos ni cifras,
ni sueña el vino fuera de su tierra.

Se alza el papel con cifras invisibles,
más fuerte que el acero y las espadas;
una balanza dicta su sentencia
y un puerto calla bajo su tarifa.

Los aranceles no frenan el paso,
tan solo lo retardan con preguntas,
y al otro lado, el mismo sol resiste,
espera que lo dejen ser moneda.

Los barcos llegan con contenedores llenos,
mercancías que cruzan océanos vastos.
En cada puerto, una tarifa se impone,
coste adicional dictado por leyes.

Naciones establecen estas reglas,
pretenden regular el flujo de bienes.
Un arancel que puede alterar precios,
impactando mercados y producción local.

Debates se intensifican en salas de gobierno,
se busca proteger industrias nacionales.
Economías intentan encontrar equilibrio,
entre abrirse al mundo o cerrar sus filas.

Los efectos se sienten en tiendas y hogares,
donde el costo de vida se puede elevar.
Así, cada país maneja su estrategia,
navegando la economía global con cautela.



Aranceles (Rafael Toledo Díaz)

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Categoría: La caja negra

¡¡Qué locura, qué barbaridad, qué desmadre!! Y así podíamos acumular infinidad de epítetos para explicar las consecuencias que provoca la palabra de moda, pues aranceles se ha convertido en un vocablo repetido hasta el infinito en estos días; un gravamen que pretende aplicar o modificar el nuevo presidente americano para defender la economía de su nación.

Este nuevo rifirrafe por la imposición de nuevas o diferentes tasas a los productos de exportación e importación viene a dar al traste con otra palabra que hace tiempo fue novedosa y me refiero al término globalización.

Reconozco que ese proceso de comunicación e interdependencia a nivel político, económico, tecnológico, social, cultural, e incluso algunos se atreven a incluir el componente religioso, abarca tanto y es tan ambiguo y difuso que en nada se parece a la concreción y el efecto inmediato que supone aplicar las nuevas tarifas de los aranceles.

Es cierto que durante el intento de homogeneizar cuestiones tan diversas hubo un cierto equilibrio en las reglas del mercado internacional, o al menos así lo hemos percibido los ciudadanos.

Pero tampoco pretendo ser un ingenuo, y por eso estoy seguro que en todo tipo de transacciones siempre hay tiras y aflojas, que la negociación igualmente genera enfrentamientos, pero antes no eran tan evidentes ni estaban cada día en las cabeceras de los informativos como ahora sucede.

En algunos momentos, y tras cada noticia, tengo la sensación de que estamos asistiendo a una peligrosa partida de póquer donde las apuestas no paran de aumentar a pesar de que algún jugador puede ir de farol. Aunque como popularmente diría José Mota: “Las gallinas que entran, por las que salen” o el acostumbrado “y tú más”. Un toma y daca que no conduce a ninguna parte. No obstante, cuando todos pierden, alguien debe estar ganando.

En cualquier caso, interpretar las cifras de la macro-economía por los profanos, que somos la gran mayoría, es imposible. Aún así, a pesar de la ignorancia, la cantidad de millones de dólares o euros que unos y otros van a ganar o perder nos abruma. Si al final permanece la idea de imponer este gravamen, todo dependerá de la balanza comercial que se tenga con el gigante americano.

Me vienen a la memoria los precintos fiscales en las botellas de licores que tratan de garantizar la calidad y el origen del producto, una medida un tanto ingenua para prevenir su adulteración o el contrabando.

También asocio de manera inconsciente la palabra arancel a ciudades o lugares que son reconocidas por el tránsito de mercancías, por fronteras o por ser puertos francos, es decir, porque tienen menor carga impositiva. Y así, en referencia a nuestro país, destacan Andorra, Gibraltar, Ceuta o Canarias y otros muchos lugares fronterizos donde el intercambio de productos es reconocido popularmente, y más en el siglo pasado.

Igualmente, y ante noticias sobre tasas, me vienen a la memoria imágenes sobre el transporte marítimo de mercancías y sus rutas tan definidas. Me desconciertan los enormes barcos cargados de contenedores que se alzan en los mares como moles gigantes que, a pesar de los recuerdos escolares sobre el “Principio de Arquímedes” y la leyes de flotación, me parece un milagro que sean capaces de navegar y no se hundan ante tamaña carga. Además, y aunque por la tele, verlos discurrir por los canales de Panamá o Suez, siempre me asombra.

También, y no sé por qué extraña razón, asocio arancel con arenque, antaño alimento recurrente de la clase más desfavorecida para acompañar algunas comidas y que hoy quizás es una excentricidad alimentaria difícil de encontrar, pero este pensamiento supongo que es un desvarío mental.

Hablo de arenques o cubanas como popularmente conocíamos en la infancia, pequeños tabales repletos de sardinas en salazón que era el método más sencillo para conservar el pescado y suponía un alimento que podía comercializarse en las colonias, o a la inversa, pues era una mercancía que soportaba los grandes trayectos sin perder sus propiedades nutricionales.

Posiblemente de ahí que las pequeñas tiendas de comestibles también se llamasen de ultramarinos o coloniales, lugares donde se vendían productos de ultramar que, tal vez, tenían gravados los aranceles correspondientes cuando eran importados de otros países que no fuesen las colonias propias.

Para terminar en tono distendido y para relajar al lector les confesaré que me apenan los escritores que consumen güisqui americano para inspirarse, porque a partir de ahora, si no se rascan más el bolsillo, sus novelas y sus escritos serán más mediocres.

Menos mal que para firmar este deslavazado e intrascendente texto apenas he necesitado aplastar una cubana con el quicio de una puerta y acompañar su degustación con un chato de Valdepeñas.


Poliedro (Carmen Paredes)

Categoría: La caja negra

POLIEDRO

en perfecto orden

y el toque justo de lágrimas

lubrica elegantes movimientos

que ocultan la soberbia

en aséptico equilibrio

hasta llegar al destino nuevo

donde lugares comunes confluyen

y en tiempo cada vez es más corto

por el desgaste

rueda como una esfera

y son ahora cóncavas

las huellas de dolor


Nuevos destinos (Sandra García Arias)

Categoría: La caja negra

Desplegué aquel mapa sobre el asiento del copiloto. Llevaba tiempo estudiando esas rutas, tipos de carreteras y lugares de interés. Había investigado las autopistas, rutas comarcales y lugares donde poder realizar las paradas para descansar.
Multitud de trazos y flechas señalaban diversos caminos, en todas direcciones.
El lugar de origen se encontraba perfectamente identificado y redondeado. Un único punto de partida, pero no lograba averiguar el destino al que dirigirme o al menos, por dónde comenzar el viaje.
Había muchos lugares que llamaban mi atención. Algunos conocidos, otros soñados, algunos inimaginados, pero en todos ellos, llegaba un punto en el que los trazos se desdibujaban, las flechas se desvanecían y las marcas anotadas se disipaban, como si el propio mapa quisiera boicotearme mi viaje.
Tal vez porque este viaje no es como los anteriores. Tal vez porque en este no basta con seguir unas instrucciones. Tal vez porque en este hay que descubrir los senderos, caminos y carreteras sobre la marcha, poco a poco, con cada decisión, con cada paso, con cada tropiezo.
El reto, mantener la calma, la mirada atenta y la mente abierta. Mover los pies para que el resto del cuerpo los acompañe y, sobre todo, disfrutar del paisaje y permitirme sentir aquello que embriague mis sentidos al bajar la ventanilla.
Tomé una bocanada de aire, cerré los ojos y tras un giro de muñeca, mi cuerpo entero comenzó a vibrar al mismo tiempo que el asiento que me sostenía. ¡Bonne voyage!

pushpin on a tourist map for travel

Nuevos destinos (Carlos Sánchez)

Categoría: La caja negra

Los pasos tiemblan sobre tierra extraña

el viento corta sombras en la bruma

un mapa roto arde entre las manos

no hay un sendero solo luz y vértigo.

.

Los rostros pasan como olas fugaces

miradas grises mueren sin reflejos

el alba estalla en páginas de niebla

nombres dispersos buscan un refugio.

.

Pero en la duda crece un fuego tenue

la piel despierta al tacto de otros aires

el miedo cede ante el ruido del eco

y un horizonte abierto se revela.

.

No hay un destino fijo en este viaje

solo el latido de un rumor eterno

las horas son raíces invisibles

y en cada paso habita lo desconocido.


Soliloquio (Ismael Sesma)

Categoría: La caja negra

No había destino en aquel embarazo, solo desatino. Destino y desatino. Desatino es desanimo. Y con tilde, desánimo. Desánimo es esdrújula. Esdrújula como espátula. Espátula es el pico de un pato. Un pato que muerde, como un perro. Perro de presa. Presa es prensa. Prensa presa no será. Será lo que quiera ser, dijo la nueva mamá a su padre, que ya fantaseaba la vida del nieto, recién llegado. Llegado es legado. Legado es legrado. Legrado es logrado.

Logrado, conseguido, llegado a meta. Meta, pues eso, meta. Meta es tema. Tema libre, dijo el profesor, que era el abuelo, acomodando los pulgares en los bolsillos del chaleco. Entre tanta liberalidad, alguno profesó. Profesó, preso de fe. Fe, virtud. Fe de erratas. Erratas son ratas enchufadas, cósmicas. Cósmicas, no cómicas. Cómicas cómplices. Los simples son siempre cómplices, pensó la mamá mirando al neonato, pero nada dijo. Pensó pero no dijo. La distancia del pensamiento al lenguaje: doblar el cabo. Geografía o milicia, planeaba el abuelo. Abuelo moderno: yayo. El yayo estaba al cabo de la calle. De cabo a cebo, de calle a calla: silencio de pescador. Abuelo y nieto gustaban de pescar en el espigón. Espigón no es espiga grande. Pescador es apóstol, casi pistola, casi pústula. Pústula es ocultación, pústula es esperanza. Esperanza era el nombre de la mamá. Esperanza y caridad. Caridad es calidad, o calidez, o claridad. Claridad de amanecida. Amanece, dicen que no es poco. Poco es copo; de nieve o de cereal. Trigo, alfalfa, centeno; usted escoja. Es coja la jota. Jota es baile, jarana, celebración del espíritu. La gimnasia fortalece el espíritu, le decía el abuelo al niño. Gimnasia y vacaciones en balneario. Balneario son aguas, descanso, guasa. Guasa es palabra antigua. Antigua de moribunda. Moribundas como damisela la madre o infante el niño. Tierno infante casi interno. Interno de internado. Internado es grupo y frialdad, castigo común. Común es corriente, habitual, normal. Allí fue el niño, lo normal en gente de bien. Bien es haz, mal es envés; ¿o quizás es al revés? Revés remite a derecho. Derecho es Derecho, mayúsculo. Mayúsculo músculo del saber. Saber es aprender. Aprender es apresar: internado, otra vez. Allí aprendió y, ya adolescente, volvió a casa. Retorno es entorno. Entorno es decorado. Decorado es falso. Falso, pero real. Real como la vida misma. La vida misma: el adolescente embarazó a la criada. Embarazo embarazoso es eco de folletín. Folletín del destino: desatino. Y vuelta a la burra al trigo.


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