Vacaciones (Carlos Lapeña)
Categoría: La caja negra
Este verano
me he traído el mar a casa.
Lo he colocado en el salón
con un poquito de arena,
a merced de la brisa que lo mueve
por las ventanas abiertas.
El oleaje doméstico
acaricia mis pies descalzos,
mientras espero el sueño
de la siesta en el sofá.
De vez en cuando,
una gaviota cruza
el cielo de mi frente
con su elegancia habitual
y me recuerda que este año
no podré despotricar
contra el barullo de los niños
y sus juegos en la orilla.
Quién me iba a decir
que los echaría tanto de menos.
También he traído
la montaña a casa.
La he puesto en la cocina,
entre el horno y la nevera.
Allí crecen frondosos bosques
y corren libres manadas
de caballos salvajes
ajenos a mi presencia.
Por las noches, el techo
se tachona de estrellas
y el búho real pulula incansable
entre vasos y porcelanas.
Tumbado sobre la hierba
cuadrada del piso,
disfruto de un silencio
pacífico y nuevo.
El resto de la casa
se mantiene igual que siempre
por tazones obvias.
La alcoba es siempre territorio
de la evasión, como el cuarto de baño
lo es de la necesaria rutina.
No conviene hacer de las vacaciones
un estado de evasión
sin referencias y anclas.