Archivo por meses: mayo 2021

Espejito, espejito (Rafael Toledo Díaz)

Categoría: La caja negra

No sé, a veces creo que me estoy volviendo tarumba, y no, no es por la maldita pandemia y todas las medidas que nos acogotan cada día un poquito más, que también. Lo digo porque en algunos momentos, y ante los retos que proponen los chalados del Globosonda, se me ocurren unas comparaciones que, bien mirado, me invitan a visitar el sofá del psicoanalista.

“AUTOCRÍTICA” ha sido el término elegido por la mayoría para este mes de junio. Y de repente empiezo a jugar con el pensamiento y resuelvo así, a la ligera, que el idioma a través del lenguaje actúa como los elementos del cuerpo humano; es más, sospecho que funcionan de la misma manera.

Me explico, del mismo modo que se multiplican las células, nacen nuevas palabras y así aumenta el idioma; otras mueren por desuso y, como la caspa, se van cayendo del vocabulario popular. Algunas se desarrollan muy rápidamente y no para bien, se comportan como un cáncer. Lo hemos comprobado en la reciente convocatoria electoral en la Comunidad de Madrid, donde de repente empezaron a sonar vocablos temerarios e irreflexivos como: “fascismo”, “violencia”, “amenazas”, “intolerancia”, “provocación”, “bronca”, y sobre todo, “ruido”, mucho ruido como dice el estribillo de una canción de Sabina.

Ahora, y de momento, todo ha quedado en nada, pero esas palabras siguen larvadas, esperando otra vez el enfrentamiento político, total para seguir sin resolver nada de lo que realmente nos importa a los ciudadanos.

Hay palabras que son nombres, artículos, verbos, adjetivos, preposiciones, etc., que están ordenadas por importancia y en función del lugar que ocupan en la frase, aunque todas son necesarias. Si las comparamos con el cuerpo y su anatomía, algunas serán los tendones, las venas, los huesos, la piel, etc., del idioma. Las más sensibles y poéticas se acercan o se comparan con el corazón. Otras son más técnicas y racionales pero imprescindibles para que todo funcione como una orquesta y las situamos en la cabeza, en especial, en el cerebro o en la médula como órgano transmisor. Todas sirven, todas tienen una función especial e importante, una maquinaria perfecta que crece y muere continuamente.

Claro que podemos prescindir de muchas de ellas, igual que podemos prescindir de algunos órganos como el bazo, pero entonces tendremos menos defensas y seremos más débiles.

Algunas palabras definen conceptos imprescindibles para que una sociedad se considere avanzada, si las olvidamos y dejamos de tenerlas presentes difícilmente podemos progresar. Por ejemplo, si prescindimos de democracia, perderemos libertad, si devaluamos la justicia estaremos indefensos, y si renunciamos a la educación seremos cada vez más ignorantes y menos críticos.

Sin el bazo será el hígado el que tenga que realizar su función y así darle un doble cometido. Si disminuimos el número de vocablos estamos condenados a utilizar otros en exceso y así la lengua puede resultar repetitiva y tediosa, o al contrario, termina raquítica a pesar de sus grandes posibilidades.

Pero si voy a lo concreto del asunto les contaré que la otra noche y dándole vueltas al tema, soñé que la palabra autocrítica era como nuestra vesícula biliar, una víscera que necesitamos para hacer bien la digestión. Y sería bueno que todos y en particular las formaciones políticas utilizasen la autocrítica para poder digerir los errores cometidos, que los políticos en su afán de justificarse son muy dados a los eufemismos. Por cierto, su ambigüedad y disimulo son como los perfumes baratos, duran un rato y cada día seducen a menos gente.

Pero no nos engañemos, aunque intentemos ignorarlos no nos son ajenos, simplemente son un fiel reflejo de nosotros mismos, así que menos colgar fotos en el facebook con nuestro mejor perfil y tratar de mirarnos en el espejo para que nos devuelva a la realidad, pero a nadie nos gusta comprobar las imperfecciones que provoca la existencia porque asumirlas forma parte de la realidad diaria.

Qué decir de la prensa en general, una actividad en crisis como tantas otras que se aferra a los sectores financieros como el dolorido se agarra al ibuprofeno, ya saben: la voz de su amo. Menos mal que de vez en cuando algún periodista se da golpes de pecho y hace acto de contrición echando de menos la necesaria autocrítica del oficio, pero éstos son muy pocos y lo hacen en contadas ocasiones cuando ya casi no hay remedio.

Cuántos males y cuánto despilfarro hubiésemos evitado si estos profesionales no se hubiesen adormecido acomodándose a las reglas que impone el dinero y el poder, porque la autocrítica nada tiene que ver con la autocensura que tanto se practica para no molestar. A veces resulta necesario expulsar la bilis para que una sociedad intoxicada o viciada digiera un poco mejor algunas cuestiones.

Sin embargo, mucho me temo que el futuro al que nos conduce esta “Nueva Normalidad” no difiere mucho de nuestra acostumbrada indiferencia y sigamos repitiendo los mismos errores.

El organismo, cuando se debate entre la confusión y la anomalía, suele enfermar. Al lenguaje le pasa igual. Si no lo cuidamos degenera y languidece. Desde hace demasiado tiempo nos conformamos con todo.

Ilustración de Carmela Mayor

Madrid: listas tontas (Maite Martín-Camuñas)

Categoría: La caja negra

Esa alborada                                   me incorporé                                                         con un sabor acerbo                            en el 
abismo de la boca.                             No era por la 
deserción                                      de tus besos,                                                             nada de nada.                                  Cual aire que 
pasa.                                          Comencé a repasar                                                            con la mente alerta                            lo que 
hubo acontecido,                               los besos que 
nos dimos                                      las promesas,                                                               los abrazos bajo el paraguas.                  Y 
aquella lista crecía y crecía.                 Pero 
huía tu sonrisa                                en la vidriera del 
tren                                           al hilo del viento.                                                              Y fui como un tímido                           reflejo de 
mi reflejo.                                    ¡Ay este Madrid 
que nos separa!

Escaparate (Carmen Paredes)

Categoría: La caja negra

Muestra la mercancía

listas tontas

entran por los ojos

sin meditar

nos las llevamos

ligeras

orondas

y al degustarlas

¡son aire!

que dejan un vacío

en la boca

en los días posteriores

el aire se vuelve peso

de la acción no cavilada

cuando despedazados quedan

los públicos servicios


Listas y tontos (Carlos Lapeña)

Categoría: La caja negra

Solo se acordaba de lo suyo, medio kilo de rosquillas del santo, por eso había hecho una lista de la compra y por eso ahora la sacaba del bolsillo y soltó un improperio contra el mundo al ver que no era la lista de la compra, sino la de una candidatura que le pareció indignante, guardada allí para ser comentada después con su amigo en la terraza del bar. O sea que no era la lista lista para llenar la nevera, sino la lista tonta para reír por no llorar delante de una cerveza.

Decidió improvisar, sabiendo que la compra iba a resultar una chapuza y que en casa se la iban a armar por eso, por chapuza, comprando mucho de lo que nadie quiere y poco de lo que todo el mundo aprecia menos tú, papá, qué morro tienes.

Cambió de idea. Decidió ser creativo y convertir el contratiempo en oportunidad. Sacó un boli del bolsillo interior de la chaqueta y jugó a asignar el nombre de un producto cada nombre de la lista. Así, los 136 diputados se convirtieron en otros tantos productos a comprar. Pero, claro, la creativa labor resultó demasiado entretenida y ya iban a cerrar cuando asignó el último producto al último candidato. Tuvo el tiempo justo de pedir sus rosquillas, pero no el medio kilo previsto, no.

—Quiero 136 de las listas.

—¿136?

—Efectivamente, de las listas, una lista por cada tonto.

—¿Perdón? Lo siento, no nos quedan tantas…

—Vaya… Bueno, me apaño con medio kilo.

Después, en casa, inventó una excusa.


El reencuentro (Eva Soria)

Categoría: La caja negra

La luz tenue del bar de copas envolvía las siluetas de la clientela habitual de las tardes del viernes.
Complicidad.
Los clientes se distribuían en las mesas siguiendo las rutinas de cada semana, aunque hoy en el ambiente se respiraba el nerviosismo en las conversaciones entrelazadas que reverberaban en las paredes del local , hasta aquellas palabras incómodas y amordazadas por el silencio, encontraban su hueco.
Mirar sin observar.
Al fondo ….
“ Tío, no jodas, eres historiador. ¿No vas a votar?. Sabes mejor que yo, el daño que hace el silencio de las abstenciones. ¿Has dejado de luchar?. ¡No me lo puedo creer!. El fascismo está aquí. Nos acechan y nos están rodeando. No dejemos que vuelva otra noche de cristales rotos. Avalanchas de odio, rencor e inseguridad, nos van a sepultar. El miedo y la ignorancia se encargarán de hacer todo lo demás. Si dejamos que ganen, perderemos mucho más de lo conseguido por aquella gente que luchó por un mundo mejor.
Mira, tengo la mesa llena de sobres con listas electorales, la mayor parte de ellas irán al contenedor de reciclado, aún sé reconocer el peligro de tierras yermas adornada con flores de plástico. Lo mismo da las listas tontas que los tontos en las listas . Mañana voy a buscarte. Mañana votamos.”
El resplandor de la luz del móvil pierde poco a poco su intensidad.
En la mesa redonda de mármol, un vaso vacío sediento, sobres de colores mostrando sus entrañas, una entrada de cine.
Un hombre se acerca.
‹ Venía de camino. ¿Otra ronda?” ›


Poemas tontos para listos (Carlos Gamarra)

Categoría: La caja negra

En un Madrid de listos

muchos se hacen los tontos

“Niño que llevas en ese bulto”

Documentos para el banco dije yo

“Es que este señor se ha encontrado un paquete

con muchas estampitas y las quiere cambiar”

Así empezó la caza del tonto por el listo

Y llegamos al banco

Yo era un niño muy espabilado

así que rápidamente entré allí y les di el envoltorio

que sólo contenía letras de cambio

Me estaban esperando

Creían que iba a sacar dinero y me abordaron

Les dije que tenía que llevar otro paquete al banco

y me acompañaron hasta la oficina

Conté lo sucedido para que avisaran a la policía

pero no me creyeron

Yo sólo tenía trece años


Pongamos que hablo de rosquillas (Ismael Sesma)

Categoría: La caja negra

Tontas y listas. De Santa Clara. La pradera, la tortilla, el safo bien anudado. Un mantón de Mani-la-la. El chotis en una baldosa. Lo cañí. Lo cutre. La movida, si es que alguna vez existió; las tribus urbanas. Raperos de metralla en cada rima. La modernidad, ya tufa. Perspectiva de género sin líneas de fuga. Las Ventas: cerrado por defunción. El Cristo de Medinaceli, el primer viernes de Marzo. Chueca, Lavapiés; los barrios, sus gentes, su orgullo. Y Vallecas, que nunca falte. Las mareas de colores, aunque no tengamos costa. El Sur, que siempre existe. Y el sur del Sur, lo sé de buena tinta. Mamandurrias y colas del hambre. El Bernabéu, el Metropolitano (Wanda, no por favor). El Coliseo aquí resultó ser otro campo de fútbol. Cocidito madrileño. Croquetas inverosímiles. Arroz con frijoles, cuscús, sarmades. Cocinas industriales para el take away. Lhardy o El Pato Bolinga. El centro y la periferia. Los más y los MENAS. Desde los rascacielos del norte se divisa la Cañada Real, por la que no pasa ganado. Capitalidad, ¿capilaridad? Una urbe que todo lo engulle, como un agujero negro, varias ciudades, un buen puñado de pueblos. Estremera, por ejemplo, evoca lejanía y frontera. O Cadalso de los Vidrios, que no es lo que parece. Fresno de Torote, que es un río. En La Acebeda no quedan acebos. La sierra pobre y la otra, que tampoco. El puente de Mayo: todos a la carrera, si puede ser. Nueve meses de invierno y tres de infierno. La sierra de Guadarrama, blanca de nieve, al fondo del decorado. En la urbe, malos humos.Aromas de La Mancha. El Jarama, lo que han visto sus aguas. Madrid me mata, es retórico. Cuatro balas de CETME, ¿es retórica? No tener nada y tenerlo todo. Yin y yang. Tontas o listas, ¿qué elige usted?



Últimas listas afamadas (Carlos Gamarra)

Categoría: La caja negra

Sólo muertos del covid

Amamos pero también fuimos traicionados por el amor

Por eso ahora me dedico a espiar a los árboles

y a comparar listas poéticas

en busca de mis versos favoritos

Dialogando con la soledad

vamos corriente abajo a descubrir

nuestros sueños perdidos

Te acaricio la mano fría

y acerco mis labios a tu oído

para susurrarte pequeños secretos

En esta lucha

limpié el fracaso en la barra de un bar

y en el andén del metro volví a encontrar

las personas listas y tontas de costumbre


La obligada elección (Rafael Toledo Díaz)

Categoría: La caja negra

La columna de vehículos se acercaba lentamente hacia la pista de despegue. En estas últimas ocasiones la seguridad era sólo testimonial y ahora apenas necesitaban un par de tanquetas ubicadas en los dos extremos del convoy. Nada que ver con las primeras caravanas que eran atacadas por las hordas anti-sistema y que requerían una fuerte protección para poder llegar al destino.

Estos últimos viajes completaban el envío al nuevo planeta de una selección de obras literarias y objetos de arte, sobre todo telas y pinturas. Se había descartado enviar muestras escultóricas por el enorme peso y su complejidad para el transporte en las naves espaciales.

Anteriormente, las partidas fueron de productos más básicos e imprescindibles. Hasta Terra-dos, que así es como se llamaba el nuevo planeta, se habían transportado los materiales más diversos, desde semillas hasta tecnología media, sobre todo pequeña maquinaria, al principio también fueron enviadas algunas especies animales para que fuesen adaptándose al nuevo hábitat.

Ahora, la diezmada población resistía recluida en el subsuelo y aguantaba aprovechando el agua residual de los acuíferos, todos esperaban el traslado definitivo al nuevo planeta para iniciar una época tan desconocida como ilusionante y en la tierra sólo quedaría un pequeño retén de científicos listos para ser rescatados cuando la situación fuese límite.

Menos mal que quinientos años antes unos pocos políticos iluminados decidieron apostar por aquel pequeño departamento de astrología, ya que entonces todavía no estaban alertados del gran riesgo que sufría el planeta. Aquel grupo de científicos e investigadores utilizaron provechosamente los recursos que aquellos líderes pusieron a su disposición. Muy pronto empezaron las exploraciones con un resultado espectacular y al lado de aquel agujero negro en el espacio descubrieron un planeta oculto, un astro de características muy parecidas a la Tierra, motivo por el cual le bautizaron como Terra-dos.

Ahora, cada semana se preparaba un cargamento para completar todo lo necesario. La flota de naves que, acertadamente, tenían rotulado el nombre de aquellos gobernantes despegaban de la pista en medio del desierto, un trasiego y una actividad que era la única muestra visible de la existencia de vida en la corteza terrestre.

Al final, ni siquiera tuvieron que actuar contra los rebeldes porque las condiciones de vida en el exterior los diezmaron hasta casi su desaparición. Aquellos grupúsculos díscolos eran colectivos de escépticos y negacionistas, personajes que nunca se creyeron el deterioro de la Tierra a pesar de las evidencias. Al principio, sus dirigentes gozaron de las simpatías del pueblo que, ingenuo y cansado de la ineficacia de los gobernantes tradicionales, creyó aquellos mensajes simplistas. Sin embargo, más tarde, y cuando llegaron al poder, se evidenció su falta de proyecto, su ambición y su torpeza que llevaron en muy poco tiempo a la humanidad al borde del desastre.

Ahora la reducida población estaba gobernada por un grupo de tecnócratas encargados de organizar el traslado al nuevo mundo, al nuevo planeta, una tarea ardua y complicada, pero que era la única alternativa para que la especie humana no desapareciera.

Tras los sucesivos desastres medioambientales la sociedad quedó diezmada y necesitó estar al límite, justo al borde del abismo, para apostar unida por un proyecto tan descabellado, un viaje sin retorno que significaba la única salvación posible.

El escribidor necesitó releer el texto en la pantalla un par de veces, después echó un vistazo a su escritorio y comprobó que el vaso estaba vacío. Aquella narración era un desvarío, esa ocurrencia no pudo salir de él, nunca antes escribió ficción, no le gustaba y no era su género preferido; apenas algunos títulos se salvaban de su veredicto como lector compulsivo.

Movió la cabeza tratando de negar aquel relato y pensó que había sido un arrebato excitado por el alcohol, o mejor, una excentricidad o un disparate obra del aburrimiento. Pero aunque aquello no tenía ni pies ni cabeza, sin embargo, y de pronto, le vinieron a la memoria las próximas elecciones. Personalmente, estaba hastiado de tanta mentira e ineficacia. No obstante, aquel raro texto que salió de su cabeza le hizo dudar.

Aunque en principio había decidido no acudir a las urnas pensó que quizás debería votar. Y si lo hacía, debía razonar muy bien su elección, porque era muy posible que a la vuelta de unos años ya no habría solución a tanta corrupción y tanto despilfarro.

Moralmente estaba obligado a elegir, y había que elegir bien, porque no quería verse reflejado en aquella fábula que, aunque aparentemente surrealista, no era ajena a un futuro remoto, pues a veces la realidad supera a la ficción. Ja ja ja…


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