Archivo por meses: julio 2023

Distopías (Xavier Frías)

Categoría: La caja negra

El último refugiado del planeta Kriptón atraviesa el universo en una nave interestelar. Ha salido como bebé de su planeta a punto de saltar por los aires y llega a la tierra todavía como un bebé. Su nombre real es Kal-El, pero al aterrizar de una manera un tanto accidental en la Tierra, es adoptado por un matrimonio de granjeros que han deseado siempre tener un hijo y este les cae llovido del cielo. Ante las autoridades, fingen que la criatura es hijo de la esposa y ya está. Sin embargo, enseguida Kal-El muestra que no es un niño normal, es un súper niño y, mantener sus poderes fuera del conocimiento de las autoridades del país resulta complicado.

Kal-El es bautizado como Song Yang. Acude a la escuela como cualquier niño de la aldea y aprende, desde muy joven, a adorar al Amado Líder. A pesar de que sus poderes aumentan según el crece, su patriotismo corre paralelo. Ama Corea del Norte, al Amado Líder y la Monarquía Comunista más que cualquier cosa en la vida. Pero sus poderes no pasan inadvertidos. Las autoridades descubren que Kal-El es un superhéroe. El Amado Líder manda traerlo a su presencia, pero nadie puede obligarlo. Kal-El acude encantado. Ante él, sus padres son ejecutados por traidores a la patria, pero Kal-El lo acepta, porque es la voluntad del Amado Líder.

Kal-El se transforma definitivamente en Supermán, pero con nombre en coreano. Ni las armas atómicas que el Amado Líder prueba pueden con él, pero Kal-El es un patriota como no hay otro, que cree en la paz y la justicia comunista. El Amado Líder lo nombra Amado Hijo de Corea y lo manda defender la patria, cosa que Supermán hace con devoción. No necesita tener una personalidad oculta, todo el pueblo lo adora, todo el pueblo sabe quién es y no le hace falta una periodista, ama y es amado por todas las mujeres que quiere.

Así, el superhéroe, en cuestión de días, acaba con los ejércitos y depone todos los gobiernos del planeta. Pone el control del planeta en manos del Amado Líder, que comienza la norcoreización de la Tierra con el mejor aliado que un monarca comunista pudiera nunca imaginar. Ay, si Stalin lo hubiera visto…

Por eso, queridos amigos y amigas, todos los superhéroes son estadounidenses, pues, de otra manera, hoy en día no habría democracia. Por tanto, no es por casualidad que Supermán cayese en Estados Unidos, que Batman fuese un multimillonario gringo o que la Mujer Maravilla, pese a no tener pasaporte estadounidense, sea una norteamericana de pro. No lo olvidéis, por la cuenta que os trae…


Manipulador (Carmen Paredes)

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Categoría: La caja negra

Pespuntea y avanza

por la  tela y el aliento

camina entre festones

que desprenden un vaho venenoso

en mi cogote brillante

de mariposa sin miedo

Y sonrío

y hasta me columpio en la telaraña

Caen soberbios

sus colmillos de vainica

Y son las precisas puntadas

de las costuras que precintan

su controlador ojo de aguja


Las costuras del tiempo (Maite Martín-Camuñas y Rosa Caporuscio)

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Categoría: La caja negra


Las costuras del tiempo
se deshilachan en la indiferencia
de lenguas agusanadas
de olvido y de nostalgia,
la clepsidra de fétidas aguas
mide el tiempo suspendido.
De mi alma brota
el destierro
y se hace sustancia
y toma su médula
y se manifiesta
entre el ayer y el hoy.
Tú,transitas por la plúmbea senda
de la cerrazón.
Yo, camino
por una senda de espinas,
sola,
pero ya no tengo sed,
los manantiales manan
en mi vereda.
Y el orden se desintegra del caos,
las hilachas del ayer
las corta al fin
el acero
del discernimiento
y tú y yo adquirimos
la ansiada libertad.
Al fin soy guerrera de fuego
y peregrina infatigable
de mi propio destino.

Ilustración de Rosa Caporuscio


Labores (Carlos Gamarra)

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Con los ojos fijos en la tela

su mente viajaba por la superficie del mar

y de vez en cuando daba puntadas

Terminó el trabajo con dobladillos sin costuras

los zurcidos invisibles seguían luchando entre ellos

Todo tiempo tiene su pliegue y final

Qué es la vida sin tener costuras que hacer

Sin el susurro de una voz querida

las orillas huyen de los bordes

La noche busca las agujas

en el dolor de lo perdido

donde se juntan las orlas

Y allí quedó mi corazón

entre nudos y lazadas


Por las costuras (Ismael Sesma)

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Categoría: La caja negra

‘Es fácil sentirlo, entra por las fosas nasales y viaja directo al cerebro, como un hechizo de luna negra, rotundo, innegociable. Describirlo es otra cosa; quizás el olor de flores marchitas, apelmazadas y húmedas por el relente de una noche de invierno llena de temores se pueda parecer. Digo parecer, solo. El olor empapa las ropas de dentro afuera, porque la muerte siempre se empieza a negociar con uno mismo, y cuando sale fuera todo se difumina a su alrededor, degradado por la certeza del final’.

Esteban rememora aquellas palabras, se las dijo a Carmelo hace mucho tiempo, pero ninguno de los dos las ha olvidado. Están en su memoria como un conjuro, preso de palabras exactas para ser funcional. Esteban lo considera un don equívoco, pues encierra un peaje de conocimiento que desearía no poseer, por el que anticipa con certeza de almanaque el final de cualquiera de sus vecinos. Carmelo le guardó el secreto y solo pidió a cambio prepararse con tiempo para los fallecimientos que realmente le importaban.

– Del resto, casi prefiero no saber, que la certeza de la muerte aplasta el sentido- le había dicho.

Ahora, el olor tiene otra entidad, otro volumen. Esteban lo percibe extendiéndose como un presagio de pesadilla por todos los rincones del pueblo. Al caer la tarde, se encamina hacia la taberna, lugar de reunión de los vecinos al terminar la faena. Mientras traspasa la puerta, contiene el aliento con alguna aprensión, que se ve confirmada; dentro le llega con nitidez la vaharada de muerte colectiva, indiscriminada, como una sinfonía de grises y desazón. Carmelo se acerca y Esteban asiente.

– Casi todos -le dice en voz baja-. Vamos fuera.

Salen hacia las eras desiertas. Carmelo se mantiene en silencio, deseoso de recibir noticias de su amigo, que camina concentrado, como un monje al que sus pensamientos le sitúan fuera de la realidad.

– La muerte nos sale a borbotones por las costuras; no me hace falta acercarme demasiado para percibirla- Esteban se ha detenido y mira a Carmelo a la cara-. A mí, a ti y a casi todos en el pueblo.

– Pues vámonos. Preparamos lo imprescindible y salimos esta noche. Quizás podamos evitarlo.

Esteban niega con la cabeza.

– Es inútil, Carmelo, está en el ambiente; tú y yo y los mejores hombres del pueblo estamos marcados. Me gustaría mentirte, pero apestamos; no hay nada en el mundo que podamos hacer.

Los amigos se separan y encaran la última noche. Esteban, abrumado por el número, se encomienda a sus antepasados. Carmelo pone en orden su alma; la cercanía del final espanta la empatía, ahoga sus horas en rezos y alcohol.

El día siguiente amanece con un cielo plomizo, eléctrico, que se disipa cuando el pueblo escucha las músicas de los feriantes, que llegan antes que otros años. La mayoría celebra el acontecimiento como un buen presagio; la vida es seca y áspera como el terreno, la diversión escasea y hay que aprovecharla cuando se presenta. Carmelo quiere creer que Esteban se ha equivocado y sale en su busca. Entonces, llegan los soldados.


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