Paz, la eterna asignatura pendiente (Rafael Toledo Díaz)
Categoría: La caja negra
“Pido la paz y la palabra” es un excelente poemario de Blas de Otero publicado hace sesenta y siete años. Allí, entre sus páginas, están los versos que dan título al libro y que dicen así…
Pido la paz y la palabra.
Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho
<<silencio>>,
<<sombra>>, <<vacío>>,
etc.
Digo
<<del hombre y su justicia>>,
<<océano pacífico>>,
lo que me dejan.
Pido
la paz y la palabra.
Aunque han pasado tantos años y hemos cambiado de siglo, la reivindicación y el deseo permanecen firmes e inalterables, y siempre tan urgentes, tan necesarios también para la palabra que, como la paz, anda igualmente ninguneada y en entredicho.
Paz está también en el origen de pacto, del latín pactum, firmar la paz y más generalmente, entendimiento entre tiempos de guerra, por eso el diálogo es tan necesario para el acuerdo y el compromiso. La paz ha sido invariablemente una de las aspiraciones más antiguas de la humanidad y, sin embargo, constantemente está en precario, siempre efímera y frágil frente al fanatismo que provocan los conflictos bélicos.
Utilizando la máxima latina: “Si vis pacem, para bellum” suelen decir los militares y muchos políticos que, si quieres la paz, prepárate para la guerra. Una opinión muy discutible, pero que además, y desgraciadamente, suele imponerse sobre otras opciones menos beligerantes.
Estoy convencido de que se necesita más valor para mantener la paz que para provocar una guerra. El valor es ese atributo abstracto y difuso que suele confundirse con otras cualidades que nos pueden conducir al equívoco, véase por ejemplo patriota. En las antiguas cartillas militares estaba muy bien reflejada esa indefinición. Valor: Se le supone; no hacía falta ser más explícito para conjeturar sobre el asunto.
A lo mejor la paz es el argumento razonado de tantos cobardes anónimos, desde luego prefiero esa actitud frente a la prepotencia de los belicosos. Pero no, tampoco soy un ingenuo ni participo en la parafernalia de los falsos apóstoles del pacifismo, ni enciendo el móvil o el mechero cuando, por casualidad, escucho “Imagine” de John Lennon. Por eso prefiero los versos austeros del poeta vasco demandando la paz y la palabra como valores del hombre.
Dicen también que para lograr la paz hay que ganar las guerras, y las guerras las ganan los que menos errores cometen. Sin embargo, qué es la existencia sino una sucesión de batallas ante un final perdido de antemano. Por eso, nuestro transitar será más pacífico si sabemos combatir frente al miedo y la intolerancia de tantos, porque la paz es siempre una actitud ante la vida.
Cierro con otro de mis poetas favoritos, me refiero a Luís Cernuda y su libro Ocnos que, con su lenguaje poético, a pesar de estar escrito en prosa, escribía realidades de ayer y de hoy porque el conflicto es siempre atemporal:
Atrás quedaba tu tierra sangrante y en ruinas. La última estación, la estación al otro lado de la frontera, donde te separaste de ella, era sólo un esqueleto de metal retorcido, sin cristales, sin muros- un esqueleto desenterrado al que la luz postrera del día abandonaba.
¿Qué puede el hombre contra la locura de todos? Y sin volver los ojos ni presentir el futuro, saliste al mundo extraño desde tu tierra en secreto ya extraña.
Díganme si esta situación no es comparable a cualquier crónica actual sobre los refugiados que, buscando la paz, abandonan Ucrania asustados por la guerra. Porque todas las contiendas se parecen y da lo mismo el lugar donde suceden porque todas son iguales. Y la paz en todo momento sigue en entredicho, insegura e inestable; pues el acuerdo hay que lograrlo con el diálogo y en estos tiempos que corren solo hay ruido, nadie quiere hablar, todos queremos triunfar y nadie desea comprometerse. Es indiscutible que, para lograrla, debe prevalecer el interés del colectivo frente al del individuo, y esa reflexión es difícil de asumir porque estamos aturdidos por el egoísmo.
Está demostrado que la historia vuelve a repetirse como un bucle indómito, pero me temo que a pesar de nuestros anhelos nunca aprendemos del pasado. Y la paz, esa utopía tan hermosa es sólo un espejismo, un oasis dentro de la destrucción, una armonía que no logramos conseguir, pero a la que nunca debemos renunciar.