Archivo por meses: agosto 2021

Suspenso general (Rafael Toledo Díaz)

Categoría: La caja negra

Si analizamos con detenimiento este verano que está a punto de acabar podemos decir sin temor a equivocarnos que, a pesar de la relativa anomalía por la situación que atravesamos, apenas este tiempo de asueto y de descanso se ha diferenciado demasiado de años anteriores; si acaso hemos notado la lógica disminución de turistas extranjeros que han elegido nuestro país para disfrutar de sus vacaciones, un déficit que hemos tratado de solventar con el turismo nacional que se ha animado a visitar nuestras playas y otros lugares de interés.

Como suele suceder en este periodo de vacaciones, todo se ralentiza hasta el punto de que parece pararse el tiempo. La clase política se da una tregua y durante estos meses desaparece o mantienen batallitas de perfil bajo, para luego verles a todos a la vuelta, bien bronceados y con las armas cargadas para abordar el nuevo curso.

Qué decir de los grandes medios de comunicación que con apenas un par de temas han solventado la papeleta, además yo creo que también este año salió a relucir la serpiente de verano y el clásico que supone el avistamiento del monstruo del lago Ness, una información bien acompañada de la mejor retórica pero vacua en contenido ha servido para entretenernos rellenando telediarios.

A mí, sin embargo, me llamaron la atención dos momentos puntuales en estos días de calor y holganza. El primero fue a primeros de agosto cuando los expertos sobre el clima de Naciones Unidas emitieron un informe sobre el cambio climático que nos avisó de las graves consecuencias si no se toman pronto las medidas necesarias.

Tres semanas antes las grandes inundaciones en el centro de Europa fueron como un anticipo y después, bien entrado el verano, varios países a orillas de Mediterráneo sufrieron grandes incendios. Evidentemente nada de esto es casual, cada vez más y más rápidamente el planeta nos avisa con desastres medio-ambientales sobre el grave deterioro que provoca nuestra actividad desaforada y capitalista.

Está claro que vamos tarde y difícilmente las grandes potencias económicas se van a poner de acuerdo porque cada cual quiere arrimar el ascua a su sardina. Les confieso que me cuesta entender que haya un mercado entre naciones sobre las cuotas de emisión de gases invernadero. Son las llamadas cuotas de flexibilidad adoptadas en el Protocolo de Kioto; pero vamos que en lenguaje popular es lo que solemos decir: Hecha la ley, hecha la trampa.

Tampoco entiendo demasiado esto de la energía limpia, cómo saber si la energía que llega a tu hogar la producen los aerogeneradores o vienen desde una central nuclear; sin embargo, la publicidad en estos temas es de una calidad que impresiona. Para serles sinceros reconozco que, sobre el tema del clima, estoy medianamente preocupado. No quiero ser obsesivo y agorero con el futuro del planeta, ya que, seguramente, a mi generación ya no nos afectará mucho más. Pero, ¿y nuestros descendientes? ¿Qué mundo les estamos dejando? Un mundo cada día más contaminado y mas desértico. Será que ya solo nos conformamos con los paisajes virtuales que vemos en nuestras pantallas, seguramente son fotografías tratadas con filtros y que se parecen muy poco a la realidad.

No pretendo ser un ingenuo, pues este tema es muy, muy complicado; sin embargo, a veces pienso en esas pequeñas medidas, en esos granos que hacen granero pero que nunca se tienen en cuenta pensando en una solución.

Por supuesto que algunas decisiones no van a cambiarlo todo, pero qué me dicen del abandono de los montes. Año tras año vuelve el viejo comentario de que los incendios se apagan en el invierno. El cuidado, el pastoreo, la fijación de la población rural, esos pequeños detalles que salen a la luz como una publicidad más y que enseguida se olvidan, consignas de mitin para el político de turno.

En su momento se habló sobre el consumo de carne y del enorme gasto de agua para su producción, o de la emisión de gases contaminantes de la ganadería. Seguramente hablamos de macro-granjas o ganadería intensiva, de concentración de residuos y purines, de miles de animales en condiciones penosas, etc, modelos que nada tienen que ver con la ganadería tradicional del pequeño rebaño que además fertiliza el suelo y genera empleo; tantas y tantas pequeñas medidas que nos pueden ayudar, como la siempre recurrida y nunca consumada reforestación, pero nunca se ejecutan.

Porque reconozcámoslo, todo está en función de la ganancia desmedida e inmediata. Ya lo dice la frase: Es el mercado amigo, y el ritmo de la naturaleza es totalmente opuesto a este vértigo en el que estamos atrapados.

Para concluir, el verano es generalmente la época en la que los malos estudiantes se esfuerzan estudiando para poder acceder a un nuevo curso. Y nosotros somos como esos malos alumnos que dejan todo para septiembre, porque hasta ahora, y de momento, en cuanto al cambio climático que se avecina apenas hemos tomado conciencia, no hemos hecho los deberes.

Ante esta actitud de desidia y pereza es lógico pensar que, como colectivo afectado, nuestra nota no puede ser otra que un suspenso general, y de seguir así, tan indolentes y despreocupados, difícilmente podemos reconducir la situación para, al menos, aliviar la presión del planeta.


Escribes raro Carmen no entiendo (Carmen Paredes)

Categoría: La caja negra

Mi cabeza gira
sin saber qué dirección tomar
en el mar de cosas
poco frecuentes
de cada verano
y río
y callo

Esto no es poesía
no tiene ritmo
ni rima 
y haces buscar significados
como en pintura de Kandinsky

Mi cabeza gira
sin saber qué dirección tomar
y río
¿escribo para qué se me entienda?
entonces sí que me tildaríais de loca


Naturaleza cambiante (Carlos Gamarra)

Categoría: La caja negra

En vano ya busco amigos en el parque

ni a mi perrita Vilma por allí

Se ven algunos hombres mayores

llevando a sus nietos de la mano

El parque del Oeste te absorbe sin querer

Se nota en el aire un incipiente otoño

los tonos amarillos amenazan al verde

y se escucha un eco de ausencias

En la media luz de la tarde las caras se desvanecen

los niños marchan hacia sus casas

el cansancio moral recorre la ciudad

y la soledad ilumina el mundo para los poetas

Agosto mes de amores inseguros

comienza a protestar al ver llegar septiembre

Es el fin del verano y con la noche

llega la lluvia de los años y sus huellas


Malos tiempos para la anarquía (Carlos Lapeña)

Categoría: La caja negra

Son malos tiempos,

muy malos tiempos, para la anarquía.

La crisis sanitaria

causada por el SARS-CoV 2

(ten arrestos y mete esa palabra

en un poema, me retaron),

que ha generado olas

y más olas de incertidumbre,

también ha provocado dos certezas.

Una. Para hacer lo correcto

en nuestro día a día

necesitamos órdenes,

prohibiciones, sanciones,

preciosos anestésicos sociales

que facilitan la obediencia

y canalizan breves

actos de rebeldía.

Y dos. La anarquía se aprende,

es un proceso educativo

incrustable desde la escuela

y desde la familia,

como se incrusta la lectura

o el amor a mamá.

Son malos tiempos para la anarquía

y es más necesaria que nunca

por eso mismo.


Ya era hora (Javier González)

Categoría: La caja negra

Por fin. Ya era hora. La caja negra se libera de sus férreas ataduras temáticas. Habemus papa. ¿Tanto costaba? Mes tras mes peleando con la inventiva para escribir sobre temas de cuyos títulos hoy prefiero no acordarme. Ahora puedo soltarme la melena, cabalgaré por la imaginación. Daré rienda suelta al vocabulario para hablar de lo que me salga de las mismísimas libertades. Libraré mi mente de encabezados cerrados y herméticos y si quiero hablar de María Martillo, lo haré, o de los dedos gordos del pie o del blanqueamiento anal o de la importancia de ser un agapornis.

Por fin. Ya era hora. Habemus papa. ¿Tanto costaba? De sus férreas ataduras temáticas se libera la caja negra. Cabalgaré por las melenas de la imaginación soltada. Y si quiero hablar de lo esto o de lo otro, pues lo hago y en paz. Como si quiero hablar de los pies de los agapornis.

¿Tanto costaba?… Por fin…Habemus papa…Ya era hora. Con lo fácil que hubiese sido dejar libertad absoluta para hacer de cada mes un paraíso del vocabulario donde escribir sobre… Lo hermoso que es… O las maravillas de… O lo tonto que fue…

Habemus papa. ¿Tanto costaba? Ya era hora. Por fin… Pongo a dios por… Me refiero a… ¡Ya sé!… No… ¿Por qué no?… Porque no… ¿Y por qué no?… Se van a enterar… O a lo mejor no… ¡Ya lo tengo! Y si no lo entienden que se… No, que está muy trillado… Es más original si… O no.

Propongo como tema para la próxima caja negra: La libertad tabernaria, Ayuso o abuso.


Un equilibrio necesario (Rafael Toledo Díaz)

Categoría: La caja negra

Por más que intento buscar en la memoria, ya no me acuerdo de aquel maestro de primaria. Sin embargo, sí recuerdo con nitidez aquellas explicaciones sobre la importancia de los valores y las variaciones del pensamiento. En su intento por motivarnos, aquel buen hombre utilizaba una aproximación a la parábola asociando la endeblez de los árboles jóvenes con la flexibilidad del pensamiento. Nos contaba que un árbol joven podía moverse de un lado a otro en función de la dirección del viento debido al escaso grosor de su tronco. Él comparaba esa elasticidad del cimbreo con nuestra infancia y adolescencia, una etapa repleta de cambios, tanto físicos, como emocionales que se suceden a través del aprendizaje.

En sus clases nos refería que, cuando somos unos imberbes, y como algo natural, estamos abiertos a los diferentes pensamientos, así, y de repente, podemos ir a un extremo opuesto sin importarnos la contradicción, cambiamos de ideas con una naturalidad asombrosa y en un espacio muy corto de tiempo.

Aquel educador ponía en valor la inocencia y la flexibilidad del razonamiento frente al rigor y la terquedad que demostramos cuando hemos alcanzado la edad adulta, una época donde el posicionamiento ideológico es ya asumido como algo natural.

Sin embargo, no debemos confundir la renuncia de los valores y principios que deberíamos haber alcanzado con la madurez con la común rectificación para solventar las dificultades que la existencia plantea.

Difícilmente podemos transitar por la vida sin cambiar de opinión, eso es algo natural y aceptado en el desarrollo personal. Pero si somos demasiado frívolos con la honestidad y la moralidad que hemos logrado tras nuestro aprendizaje, en algún momento la conciencia nos dará un toque de atención y nos llamará al orden, porque aunque pretendamos engañarnos, siempre somos conscientes de las desviaciones de nuestra conducta.

No todo el mundo tiene claro este concepto y, sin embargo, se da como forma natural. Algunos, sin llegar a expresar la seguridad total de sus principios aceptan una fórmula intermedia, es decir, no saben exactamente lo que quieren, pero sí saben lo que no quieren, lo hacen por convicción o por intuición, pero al menos no son arrastrados por la moda que el momento propone.

Personalmente asumo con serenidad que se acerca el otoño de mi existencia, quizás por eso echo la vista atrás y considero que, gracias al aprendizaje y las experiencias que la vida me ha presentado, he conseguido tener un criterio propio. Sin embargo muchas veces echo de menos la flexibilidad y el atrevimiento de la infancia.

Tratando de justificarme, confieso que, a pesar de que mis venas y mis articulaciones empiezan a endurecerse, hay otros elementos que me hacen frágil. Mis inseguridades, mis recelos, mis dudas, mi decadencia física o mi dualidad emocional entre mi ciudad natal y la de residencia, son mis disimulados miedos los que al menos me facilitan cambiar de opiniones de vez en cuando. Es entonces cuando me acuerdo de aquellas enseñanzas y añoro la ingenuidad de cuando era niño. No, no me regodeo en ello, pero tampoco renuncio a esa debilidad que necesita del afecto de los míos para seguir buscando la sensatez en mis acciones y mi conducta, aunque sea realizando cambios en mi pensamiento.

Ayer fui fuerte e insensible, hoy puedo ser tierno y quejica; ayer fui ausente y hoy puedo ser cercano; ayer fui extrovertido y lenguaraz, hoy prefiero ser cauto y discreto. Durante mucho tiempo fui demasiado pragmático y ahora me complace la bohemia, y si en algunos momentos fui hosco, ahora necesito la caricia y el abrazo. También antes pensaba que el mundo podía cambiar, hoy me apena comprobar que todo continua igual, y no me resigno.

Por eso ahora, y antes de que se acabe mi tiempo y el certero leñador hunda el hacha en mi reseca y quebradiza corteza, solo procuro proteger de tormentas y vendavales, de aguaceros y pedriscos a ese tierno arbolito que crece alrededor y a la sombra de mi presencia. Una vida que perpetuará mi estirpe y suspiro porque algún día sea fuerte y afortunada sin perder esa fragilidad a la que siempre invitan la libertad, el amor y la belleza.


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