Archivo por meses: octubre 2023

Aturdido, un estado anímico (Rafael Toledo Díaz)

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Categoría: La caja negra

Les confieso que he tenido mis dudas sobre si comparar el aturdimiento con el noqueo. Menos mal que he consultado con el diccionario y, aunque no es igual una cosa que otra, al paso que vamos, no tardaremos mucho en estar noqueados.

Es evidente que noquear es un término muy propio del boxeo, una disciplina deportiva que va a menos, sobre todo en cuanto a visibilidad y difusión. Pero, aunque el pugilismo no está de moda, debemos reconocer que muchas situaciones de nuestra vida diaria suponen un combate interminable contra un contrincante difícil y esquivo, cuando no invisible.

Pero centrémonos en aturdidos, que es el tema que han propuesto los temerarios de El Globosonda para este mes; unas tipas, tipos y tipes (jaja) que cada vez lo ponen más complicado.

Desconcertado y hecho un lío estoy tras la lectura del penúltimo libro que pasó por mis manos. Se trata de un ensayo de la joven escritora y activista “trans” licenciada en Filosofía y Letras Modernas Elizabeth Duval titulado: “Melancolía: Metamorfosis de una ilusión política”.

Male Athlete boxer punching a punching bag with dramatic edgy lighting in a dark studio

Reconozco que tuve que hacer un esfuerzo para llegar al final porque, quizás como cualquier ensayo, es complejo y farragoso. Con demasiadas referencias a estudios de otros autores. Un texto repleto de términos técnicos y artificiosos que en nada ayudan al lector medio a entender el mensaje que la autora pretende dar. Solo, y ya al final, dos capítulos con claras referencias a lo personal e íntimo son asumibles y logré comprender alguna de las ideas expresadas.

Lo cierto y verdad es que ya en las primeras páginas cuando se refiere al “alma” y utilizar el término “melancolía” referido a la política me empezó a confundir bastante, mucho más cuando la autora es tan joven. Menos mal que otras obras no me dejan tanta confusión y desasosiego, al fin y al cabo su lectura significó un ejercicio de perseverancia ante un universo desconocido.

Otro asunto más cotidiano y que me gustaría reflejar es el aturdimiento colectivo que ocasiona el uso del teléfono móvil, aunque la telefonía como tal es lo que menos se utiliza en estos dispositivos.

Cada amanecer observo confuso como un tropel de chavales, chavalas y demás géneros (por lo de la inclusión, que esta última lectura me ha dejado tocado jaja) que, camino del instituto, marchan cabizbajos y seducidos por el brillo de la pantallas. Algunos, manejando los pulgares a ritmo de vértigo al escribir. Otros, más temerarios, y a la vez, encienden con desparpajo el primer cigarrillo del día.

Pero no solo ellos están enganchados al móvil, también gente de otras edades y hasta jubilados, que no sé qué carajo mirarán a esas horas en las que apenas ha salido el sol. La situación se repite con cualquiera que te cruces, todos como zombis tropezando en los bordillos de las aceras, inconscientes ante el tráfico y las vías del tranvía, atrapados cual magnetismo pero ¿ante qué?, me pregunto. Seguramente, y sin temor a equivocarme, frente a simplezas y naderías. Un comportamiento que me resulta ilógico y antinatural pero que, sin embargo, se ha convertido en un hábito obsesivo.

Es evidente que, a pesar de todas estas herramientas, ni estamos más informados, ni somos más listos, ni estamos más comunicados con el semejante.

Y como no hay dos sin tres, qué decir sobre el estancamiento de la situación política en nuestro país durante estos ya largos meses. Ante el actual atolladero no sé si estoy aturdido o resignado. Menos mal que la rutina diaria me atrapa y desconecto sobre un asunto que, aunque nos afecta a todos, solo ellos, en su afán por mantener las cuotas de poder, pueden desatascar y resolver el embrollo que supone esta parálisis.

Y más que aturdido, ando abrumado por la espiral de hostilidades que recientemente nos desbordan. Resulta increíble la capacidad que tenemos de soportar tanta violencia, aunque sea a través de crónicas e imágenes en los informativos. Y sobre todo, la frustración por el desconcierto y la incapacidad de los líderes políticos para solucionar o encauzar alguno de los muchos conflictos que nos afectan.

Aparte de todas las circunstancias referidas, a veces me pregunto si mi aturdimiento aumenta o se muestra más explícito también por la rara climatología que soportamos pues, en el otoño, con días de frío, lluvia, y viendo caer las hojas, ya tenemos suficiente para atemperar nuestro ánimo sin volvernos tarumbas.


Instrucciones para conocer a un hombre tóxico (Carmen Paredes)

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Categoría: La caja negra

Dice quererte mucho

regala el oído

cuando regresa a su hogar

Es tan responsable…

Entiéndelo

dice

no seas egoísta

y provoques dolor

te quiero mucho

a pesar de todo

no empieces con tus martingalas

sabes que lo dejaría todo por ti

¿vas a consentir tanto sufrimiento?

¿A quién has conocido que te quiera más que yo?

Me quiero mucho

digo

y me quiero bien

Me quiero libre

porque libre soy


Martingalas (Carlos Gamarra)

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Categoría: La caja negra

Apuesta siempre con cabeza y cordura

sin marrullerías

La suerte es voluble

.

En el juego de la vida

las martingalas como estrellas fugaces

nos guían a través de espacios vacíos sin salida

.

En este vasto universo de argucias

donde los sueños se tejen en espirales

la suerte juega a los dados

.

Las argucias son artimañas

que se usan para engañar

Pero a veces se usan para amar.

.

Sin embargo “martingalas” palabra bella

destaca en versos y poemas

y susurra secretos de tiempos pasados



Fabula, que algo queda (Ismael Sesma)

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Categoría: La caja negra

Érase una vez un cuervo que había robado al descuido un trozo de queso y se había posado en una rama para comérselo. Un zorro, que había visto lo sucedido, se acercó al cuervo con idea de quitarle el queso.

– ¡Qué bella ave! ¡Seguro que vuestro canto hace honor a vuestro bello plumaje!

El cuervo tenía el conocimiento que da la edad y comprendió enseguida la jugada de su adversario. Dejó el trozo de queso bien sujeto entre dos ramas y sonriendo le dijo:

– ¡Valiente martingala te traes! ¿Qué te habías pensado, zorro engreído, que iba a dejar caer el queso?

El zorro, viendo que su celada estaba descubierta, se marchó con el rabo entre las patas, renegando. Tan ensimismado caminaba, que tropezó y se cayó todo lo largo que era. Comenzó a gritar porque se había dado un buen porrazo.

– ¡Mala suerte la mía! – gritaba compungido – ¡Sin queso, herido y dolorido!

El cuervo, que había seguido con la vista al zorro, desmenuzó el queso, le acercó una porción y volvió a su rama para dar buena cuenta del resto de la suculenta comida.

– Para que dejes de maldecir tu suerte – le dijo entre bocado y bocado.

Pero resultó que el queso estaba en mal estado y ambos animales hubieron de purgarse para recuperar la salud. Así, decidieron recolectar juntos hierbas y bayas del bosque. El cuervo permanecía en silencio, intentando extraer la moraleja de lo sucedido. El zorro, que pareció leerle el pensamiento, le dijo:

– En las fábulas antiguas, nuestra posición y la moraleja estaban claras. Pero la realidad ahora es mucho mas compleja. Eso que dicen algunos de que la vida es justa es otra martingala -añadió-. Esta vida hay que tomarla según se presenta, que nunca se sabe lo por venir.

El cuervo ponderó que el zorro muy probablemente tenía razón, pero se guardó muy mucho de hacérselo saber. Es de sobra conocido que zorros y cuervos nunca se han llevado bien.


Sobre el lenguaje y el idioma (Rafael Toledo Díaz)

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Categoría: La caja negra

Puede parecer descabellado, sin embargo, el idioma o el lenguaje es comparable a cualquier ser vivo. Como ellos, nace o brota, crece, se desarrolla, decae o desaparece y, a veces, muere.

De la misma manera que las células se transforman en tejidos, neuronas, músculos, tendones, venas, arterias y fluidos, el lenguaje o el idioma se conforma a través de vocablos, frases, expresiones, poemas, relatos y todo tipo de géneros que contienen la literatura y la jerga popular.

A mí me gusta comparar las rarezas de los localismos como si fuesen un antojo, un angioma o un capricho de la piel, una singularidad del habla popular que nos sitúa e identifica en una geografía determinada. Y, aunque desgraciadamente, están desapareciendo por falta de uso, me encanta escuchar las voces que todavía dicen chache, cheche, cachera o jacho, aunque no empatizo con el significado de este último, pues el comportamiento de un jacho es comparable a ser un fanfarrón, brabucón, chulo y bastante fantasma. Qué decir de la expresión ¡arrea! como muestra de sorpresa, asombro o admiración y que en nada se parece a lo que dice la RAE. Voces que desaparecen lentamente a través de generaciones, aunque al menos nos queda la esperanza de que permanecerán en la memoria de los pueblos.

Igualmente, la lengua muta, evoluciona y se transforma añadiendo expresiones de otros idiomas, como los anglicismos. Términos como catering, chat, blog, christmas o camping, por poner un ejemplo, son un signo evidente de la globalización del lenguaje. No obstante, es recomendable no utilizarlos en exceso, sobre todo, cuando podemos emplear una palabra de nuestro idioma que significa lo mismo. Con su abuso nos pueden tildar de excéntricos y pedantes con razón.

El lenguaje crece, pero también merma cuando dejamos de utilizar determinadas palabras, tanto, que algunas pueden llegar a desaparecer por desuso.

A veces, escuchando los diálogos de las películas o en piezas de teatro me sorprendo por la riqueza de las conversaciones, porque en la rutina cotidiana no cabe esa fertilidad de vocabulario, pues cada vez empleamos menos términos para comunicarnos con los demás.

Tengo un buen amigo que, sobre este déficit, suele decir que él, en cuanto al lenguaje, prefiere el máximo común divisor, y eso que confiesa no ser muy bueno en matemáticas. No obstante, me aclara que utiliza el mínimo común múltiplo cuando coexisten varios idiomas y uno de ellos sirve para que dialoguen todos los hablantes.

Otra cosa distinta es la lectura. Allí en los libros, en los poemas, en las novelas o relatos, el idioma suele ser generoso y florido. Leyendo cualquier libro puedes encontrar palabras extrañas o que han quedado arrumbadas y que apenas usamos. Será por eso que ahora me ha dado la manía de marcar y subrayar palabras, frases y diálogos que me llaman la atención por su rareza o porque definen ideas y conceptos dignos de considerar.

Por ejemplo, el otro día, entre las muchas anotaciones, marqué claramente el vocablo “martingala” en un libro de Javier Cercas que se titula “No callar”. Bueno, no exactamente, porque confieso que rotulé toda la frase donde estaba repetida esta palabra, y que dice así: << Cualquier martingala es legítima para cambiar una dictadura por una democracia; dentro de una democracia, las martingalas no son solo ilegítimas sino -sobra decirlo- antidemocráticas >>. El contexto de la frase en cuestión lo sitúa el escritor comparando la época de la Transición -un periodo histórico que supuso el desmantelamiento del franquismo por Adolfo Suárez- con la evolución del proceso de secesión de Cataluña.

Por supuesto que entendí el significado y lo que deseaba expresar el autor, aún así, no dudé en acudir al diccionario para confirmar que, “martingala”, tiene como sinónimos términos tales como: argucia, triquiñuela, treta, truco o marrullería.

Ni que decir tiene que las martingalas siguen existiendo en muchos ámbitos, y que la política no es ajena a esta práctica. Evidentemente, en la pugna por el poder ninguna ideología es inocente, y todas utilizan en mayor o menor medida todas las artimañas a su alcance para conseguirlo.

Igualmente, el eufemismo, que es un vocablo pariente cercano de la martingala, es utilizado en demasía por los medios de comunicación. Me repatea cuando cada mañana escucho las noticias en la radio diciendo, un día sí y otro también: << A estas horas existe una “incidencia” en la linea C-4 de cercanías que provoca retrasos en los trenes >>. Eso, en realidad, supone que cientos de trabajadores llegarán tarde a su trabajo, además de causarles malestar y desasosiego, ¡como si no tuviesen ya bastantes preocupaciones!.

Una incidencia -de incidente- es tratar de suavizar la palabra “problema” en un intento de despistar o confundir a los ciudadanos. Ya está bien de tantos subterfugios y disimulos, los problemas de la gente hay que tratar de resolverlos. Pero resolverlos bien, no utilizando martingalas, ni siquiera con el lenguaje.


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