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Matizando, que es gerundio (Rafael Toledo Díaz)

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Categoría: La caja negra

¡¡Qué barbaridad, cuánta precipitación!!… Me pongo a escribir y ya tengo previstas las ilustraciones que acompañarán a un texto que apenas tengo esbozado en la mente.

Así, la primera fotografía será la estatua de Juana Galán, más conocida popularmente como “La Galana” y que representa la aguerrida figura de una mujer que se enfrentó a las tropas de Napoleón cuando intentaron atravesar la ciudad de Valdepeñas para combatir en la batalla de Bailén. Una fémina que, como tantas otras de su época, han pasado a la historia como ejemplo de resistencia, heroicidad y fortaleza.

Aquí, en la capital, esa muestra de atrevimiento se le reconoce a Manuela Malasaña que fue ejecutada por los franceses. Mujeres famosas, mujeres de armas tomar, como también lo fueron Agustina de Aragón o la Fraila que destacaron por su coraje y arrojo frente al invasor, una actitud que evidencia claramente que la valentía no solo es cosa de hombres. Acuérdense los más mayores de la vieja cartilla militar donde en el apartado del valor habitualmente solía escribirse “Se le supone”, una suposición que no deja de ser un tópico machista.

La otra imagen es un monumento que honra la memoria de las víctimas de la violencia de género y que se encuentra situado en el bulevar de mi barrio. Este símbolo de Venus en color morado es un reconocimiento a todas las mujeres que han sufrido y sufren la lacra de la violencia machista. Aunque de diferentes estilos, las dos esculturas referidas son un homenaje a la mujer.

Dicho esto, hay que admitir que el calendario anual de celebraciones se ha vuelto frenético, desbordado por temas y causas, pero debemos reconocer que algunas jornadas dignifican cuestiones banales que apenas carecen de importancia. Sin embargo, tiene especial significado que cada ocho de marzo conmemoremos el Día Internacional de la Mujer, aunque esta festividad podría trasladarse a los trescientos sesenta y cuatro restantes. Y no seré yo quien reniegue de la llamada discriminación positiva y menos sobre la importancia que la mujer tiene en la sociedad actual.

También mi amigo Manolo coincide en la necesidad de alcanzar la plena igualdad, aunque declara que tiene algunos reparos. Él, que siempre ha estado rodeado de mujeres, desde su abuela a su nieta, pasando por su madre, sus tías o sus hijas, que es la antítesis del machote y que en todo momento reivindica la importancia de ese matriarcado que tanto ha influido en su educación. Pues, a pesar de esa predisposición familiar, Manolo reconoce que hay algunas cosas con las que no está de acuerdo, que tiene sus dudas y que le cuesta entender algunos comportamientos del colectivo feminista que, según él, habría que matizar.

En una conversación informal me dice, mira, el machismo lleva instalado siglos y siglos y por mucho que queramos precipitar los cambios este asunto todavía tardará mucho tiempo en reparar el ninguneo al que han estado sometidas las mujeres desde que el mundo es mundo. Acuérdate cuando nos decían en la escuela que Eva fue creada de una costilla de Adán, ¡menuda barbaridad! Mi amigo deduce que quizás de ese relato nos venga metido en vena el sentido de posesión y supremacía que los varones creemos tener frente al género femenino.

Sigo callado y le dejo seguir con su razonamiento. Así pues, y animado por mi silencio, continua con sus matizaciones y me dice: Lo que no acabo de comprender es el empeño del movimiento feminista en darle la vuelta a la tortilla cuando ningún género debiera imponer su discurso, que lo importante es convivir y dialogar y reconocer los errores de cada uno. Está claro que los derechos de la mujer son in-negociables, pero me sorprende que, en su empeño por conseguir la pretendida igualdad, sobresale el intento de emular los comportamientos más perniciosos que tenemos los varones.

Si te soy sincero, me confiesa, odio algunos eslóganes que se vocean en las concentraciones de estos días, me parecen obscenos y fuera de tono. Por ejemplo, cuando las personas del género que sea pierden el sentido y la dignidad por la ingesta de alcohol es algo que me repatea y me pone los pelos de punta cuando escucho: “Sola y borracha quiero llegar a casa”, es una sensación de disgusto que no puedo evitar. Pero como te digo esto, igualmente me desagrada cuando emplean el término “femi-nazi” para referirse a las conductas más radicales del feminismo.

Apunta Manolo, otra cosa es el asunto de las listas cremalleras, pues tengo mis dudas, me asegura. Igualmente las personas deben acceder a los cargos en función de sus méritos y que nunca debiera influir el género y ningún tipo de condición. Que para dirigir o participar en cualquier centro de poder solo debiera importar el currículo y la capacidad de gestionar de mujeres u hombres. ¿Acaso últimamente no sucede que hay más ministras que ministros?, me pregunta.

Manolo, desde el sentido común y su punto de vista, se sincera y me cuenta sus recelos sobre este tema. Mira, como tantos otros, pertenecemos a una generación que ha debido interiorizar las cambios que se han producido en la sociedad. A pesar de las actitudes machistas, incluso de nuestras madres, nos hemos acostumbrado a repartir las tareas del hogar puesto que nuestras compañeras también trabajan fuera de casa. Asumimos con normalidad que nuestro empresario o encargada es una mujer, que muchísimos de los docentes que enseñan a nuestros hijos son mujeres y que cada vez asumen más tareas de responsabilidad en ámbitos que hace tiempo nos parecían imposibles.

Y fíjate, nosotros, que hemos apostado porque nuestras chicas vayan a la universidad, que hemos conseguido que aquella coletilla de “hacerse una mujer de su casa” sea pasado nos sorprendemos ante unos chicos que, influidos por otras culturas u otras modas, perseveran en mantener su dominio frente a la mujer. Retrógrados que con su frívola actitud ponen en riesgo derechos como la igualdad, comportamientos que suponen un paso atrás y que cuestionan los avances que tanto nos costó conseguir.

Y supongo que para rebajar el tono y quitarle seriedad a su monólogo, riendo a carcajada limpia me dice: Será por eso que detesto la machacona melodía del reggaeton y sus letras tan ridículas como sexistas.


Condenada piedra (Carlos Lapeña)

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Categoría: La caja negra

Como cada día, Sísifo se levanta sin ganas, obligado por la costumbre y los compromisos. Va directamente a la cocina, aun sabiendo que antes debería ir al baño, para orinar y aliviar la presión que siente en la vejiga desde que todavía estaba en el interior del sueño y de la noche. Pero va a la cocina y bebe un vaso de agua de la nevera. Sabe que le calará los dientes, pero no puede remediar dar preferencia al placer que le proporciona el paso del frío por su boca y su garganta.

Después, maldiciendo los pinchazos en su vientre y en sus dientes, va al baño, y, entonces sí, mea. Y vuelve a salpicar fuera, porque con el escalofrío del alivio el chorro se descontrola.

Se ducha con agua templada, porque no es capaz de esperar a que salga más caliente; se cepilla los dientes con el dentífrico mentolado que tan poco le gusta, pero que siempre acaba comprando, y se extiende en las axilas el desodorante pringoso que volvió a elegir aprovechando la oferta del supermercado.

Como no puso la lavadora, algo que le pasa con demasiada frecuencia, tiene poca ropa entre la que elegir y se pone la misma que ayer.

“No escarmientas”, se dice también hoy, mientras se ajusta el nudo de la corbata frente al espejo.

Vuelve a la cocina para prepararse un café, pero no hay. Hoy tampoco hay café. Se le olvidó, porque sigue sin escribir la lista de la compra que lleva pensado escribir tanto tiempo, pero que nunca escribe. Los olvidos reivindican su existencia, parece.

Sale de casa, refunfuñando, sin ganas de salir, como cada día y, como cada día, va caminando hasta la oficina. Al doblar la esquina da un traspiés, el mismo de siempre, por no mirar y cruza con el semáforo en rojo, como siempre, porque no viene ningún coche, aunque hoy sí, pero el claxon no le importa.

Llega al alto y mostrenco edificio. Sin apenas mirar ni saludar, como suele hacer, va directamente a los vestuarios. Allí se cambia, se enfunda en el mono marrón, se calza las botas de seguridad, se pone los guantes reforzados y va derecho a su puesto en la línea de trabajo. Espera, un día más, el estridente sonido de la sirena y, mientras espera, observa, primero sin interés, pero, después, con sorpresa, la enorme roca que deberá empujar ladera arriba, como cada día.

“Qué extraño”, se dice. Hoy le parece nueva.


Esa piedra (Carmen Paredes)

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Categoría: La caja negra

que cambia

de tamaño y forma

en el primer camino titubeante

crezco

y puedo salvarla

salto

y crezco más

y la supero

pero ahí está

de nuevo la piedra

la recojo 

y en el bolsillo

amigas

caminamos




La misma piedra (Ismael Sesma)

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Categoría: La caja negra

¿Sabes quién es Aitana? Me suena que es una futbolista de relumbrón. Sí, además, pero me refiero a la cantante. ¿Alguna joven de buen ver que canta y se contorsiona con poca ropa?, ni idea, yo me quedé en Freddie Mercury y la Rapsodia Bohemia, o más cercano, Freddie y la Caballé en Barcelona 92; fíjate qué lejos queda.

Gran chorro de voz el de Freddie, I’m just a poor boy, nobody loves me; hablaban de su vida y andanzas en una película de hace unos años. Yo también la vi; por cierto, hay momentos en la peli en que el actor, que no me acuerdo quién es, pero le he visto en alguna serie, parecía el propio Freddie; lo imitaba muy bien. Esa es la idea en el cine biográfico, o biopic, como se dice ahora; imitación. En el cine y en casi todo; mira los chinos, que llevan una vida haciendo imitaciones de cualquier cosa a mitad de precio y forrándose. Eso no es imitación, se llama falsificación; vi hace tiempo un documental en el que se veía que los bolsos de marca y los falsificados se confeccionaban en la misma fábrica, un edificio de varias plantas llenas de orientales atadas a sus máquinas de coser; ellas hacían el original y la réplica falsa, cerraban el círculo de la demanda. Sí, aquello de le engañaron como a un chino debió de servir en el XIX. Hace unos años hicieron una réplica de la Dama de Elche que era indistinguible del original; eso decía la noticia pero yo, la verdad, no me lo creí. Pues mira ahora: te llaman desde el número de tu banco, lo ves en la pantallita del móvil, y cuando descuelgas escuchas a Mariano, el chico ese tan amable de tu oficina que te suele atender, y te lleva al huerto. Y después resulta que ni te han llamado desde el banco, ni era Mariano, todo era una engañifa para dejarte sin ahorros. Igual quien ha llamado es una china que hace pluriempleo para poder dejar de trabajar en la fábrica de bolsos. Sí, claro, porque si llama la Dama de Elche, desconfías. O recibes un correo de Hacienda con sus anagramas y su escudo de colorines, y resulta que lo ha escrito cualquiera de las dos Aitanas, que en realidad son la misma persona. ¿En realidad?, pues sí que arriesgas, cualquiera sabe ahora lo que es real; quizás no existe Aitana y tanto la cantante como la futbolista son una invención para tenernos entretenidos, como en Matrix, la película aquella de las pastillitas de colores. Igual nosotros mismos estamos dentro de la matriz; un par de gemelos que se comunican por telepatía antes de nacer, vaya argumento para un relato, pero al tiempo, ¡qué perturbador! ¿Qué coño nosotros?, aquí solo estoy yo, que he escrito un diálogo falso como los bolsos de imitación, pero no hay un nosotros. ¿No hay un nosotros? ¿Estás seguro? ¿Estoy seguro?


La misma piedra (Carlos Gamarra)

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En el rincón del tiempo la misma piedra reposa

No es mero espectador sino cronista del mundo

con cicatrices talladas por el viento

.

Cada surco en su piel cuenta una historia

un relato de montaña

donde se entretejen memorias olvidadas

.

La misma piedra anclada en la quietud del paisaje

soporta el peso del tiempo con dignidad

No busca la efímera gloria ni titubea ante el olvido

.

Susurra secretos en la lengua de las piedras

que solo el viento interpreta.

y donde se revelan pasajes de la existencia

.

La piedra columna discreta de la historia

sostiene relatos que el hombre apenas conoce

un ballet eterno que solo los ojos pacientes perciben

.

Guardiana de instantes trocitos de eternidad

la misma piedra permanece en su descanso

como metáfora de la constancia

.

………………………………y el amor por su tierra


Habité (Maite Martín-Camuñas)

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Habité en la piedra

fue mi morada

dando refugio

a la débil carne,

sentimos al unísono

el latido de la tierra.

Pero mis andalias

me encumbraron

a las nubes,

bailé

en la espuma de las olas.

Percibí mil veces

en mi senda

la misma piedra

con diferente forma

mis huellas

me elevaban en los aires.

Más hoy la piedra

me reclama

para habitarla una vez más

para perdurar juntas

por la eternidad


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