Archivo por meses: noviembre 2020

Zoom zoom zoom (Maite Martín-Camuñas)

Categoría: La caja negra

Llega diciembre y se animan las tiendas, otra campaña de compras compulsivas y derroche infinito. Los grandes empresarios ya se frotan las manos, llegan los puentes, las vírgenes puras y castas y hasta el nacimiento de aquel niño, que dice nació pobre pero que en su nombre se erigió un imperio que exterminó pueblos y atesoró el oro y las piedras preciosas más valiosas de la historia. La gente ya orea la ropa de abrigo, ventila las bufandas, prueba las botas de agua y se ajusta los gorros de lana. Navegan por los trasteros en busca de los patines y el trineo, pronto llega la nieve, la peregrinación a la montaña, el pedir permiso para deslizarse por la pista blanca. Los niños necesitan trajes nuevos, se les ven las canillas con los del año pasado, todos son nuevamente felices, llegan las fiestas, las reuniones con la familia, las comilonas, los aguardientes, también los villancicos, (aunque ya se escuchan menos) es mejor el reggaetón, o ver “perrear” a las niñas. Las fiestas, diciembre, polvorones, turrones y yemas, la felicidad de los nutricionistas en enero cuando hacen su agosto las empresas de alimentos de dieta. Ya no se mandan christmas para felicitar, con un apaño de alguna foto familiar con un retoque de bolas de colores o un árbol ya se va apañando, que para eso ni tiempo, ni ganas. Y llegan las primeras fiestas, todos preparados para salir a la sierra y el día antes, con los esquíes puestos en los ansiosos pies, se escucha en la televisión (maldito ruido de fondo) que nos cuentan que por culpa de un virus, quedamos confinados en casa hasta el año entrante y sólo nos queda el zoom, zoom, zoom para felicitar a nuestros parientes y amados vecinos.


Adormeciendo sueños (Eva Soria)

Categoría: La caja negra

Lejos quedaban las reuniones de amigos. El tiempo y las mascarillas habían evaporado los aromas del pasado. Con-finados y re-inventados, la especie humana consiguió lo impensable: dejar obsoleta la inteligencia artificial. Ahora que el futuro se hizo presente, ¿para qué servían ya los robots humanoides cuando éramos humanos robotizados?

Nos acostumbraron a respirar reprimiendo nuestras ganas de vivir, a sonreír bajos las sombras del horizonte, a lanzar palabras contra un muro impermeable, a esquivar los deseos por miedo al contagio, a amurallar la maltrecha esperanza, a reutilizar, reinventar un lenguaje para acostumbrarnos a otra normalidad, y así como tormenta de verano, llovían palabras que nos empapaban sin dejar tiempo para secarnos.
Des-pegarse , des-escalada, des-confinamaiento , des-esperanza, des-propósito, des-humanizar, des-gana ,des-arraigo…

Despedida.

“¡Vendrán tiempos mejores!” -decían. Para cuando lleguen, aquí seguiré, con-finada, buscando un antídoto que me re-anime del estrés producido por tanto tele-trabajo. ¿Sabes? … Lo peor no fue esto.

Robotizados , nos acostumbraron a adormercer nuestros debilitados sueños.


Buen viaje (Javier González)

Categoría: La caja negra

(Se oye un fuerte sonido de cerrojos que saca del ensimismamiento al único individuo que queda en el cementerio)

(Con voz fuerte) ¡Oiga!… ¿Perdone?… No creo que… (Va hacia la puerta) ¡Coño! Han cerrado… ¡Oiga! ¡¿Hay alguien?…(Se asoma a la verja) (No hay nadie en la calle) (Tampoco parece que haya nadie en el cementerio) No hay ni un alma (Mira hacia las tumbas) Bueno es una forma de hablar, que nadie se ofenda…(Recorre las salas del cementerio y comprueba que todas están cerradas y a oscuras) Nadie… La madre que me… (Vuelve a la verja de la puerta) Treparía sin problema si fuera hábil y fuerte (La altura de los muros era considerable y la verja aún más) pero mi amor a los servicios mínimos me han convertido en torpe y flojo. Caería fulminado contra el suelo al primer intento. Para qué queremos educación física si tenemos la tecnología que nos saca de todos los apuros. (Coge su móvil) Una llamadita y arreglado. (Marca un número) (Espera la respuesta) Hola cariño, te cuento, estoy encerrado en… ¿Cómo dices?… Que tú también… Pero… ¿Encerrada en una vida insulsa?… Mira, creo que deberíamos hablarlo con sosiego. Ahora no estoy para… ¿Que nunca he estado?… No entiendo… ¿Que el problema es que éste? ¿Desde cuándo soy tóxico?… ¿Que es todo? ¿Qué todo?… ¿Qué debería haberme dado cuenta?… ¿Las maletas preparadas?… ¿Estás en el aeropuerto? ¿Con quién?… No hagas locuras y sácame de aquí, ¿oye? No cuelgues, no… Ha colgado… Me cago en… (Marca otro número) ¡Mama! Te cuento, estoy encerrado en… ¿Cómo todos?… Ya, pero deja que te explique… ¿Que prefieres explicarte tú primero?… No entiendo… ¿Que la felicidad está a muchos kilómetros de aquí?… ¿Está papa contigo?… ¿Que papa ya se marchó para preparar el terreno? ¿Qué terreno?… ¿Que conservareis el anonimato para no ser encontrados? Pero entonces… ¿En el aeropuerto?… Sí, yo también, Adiós. (Se queda estupefacto) (Marca otro número) Menos mal que te tengo a ti, mi querido amigo. Escúchame, estoy encerrado en… ¿Que tú ya no? ¿Que por fin te has liberado al tomar las riendas de tu vida? Me alegro, pero yo necesito que… ¿Que lo sientes de veras?… Ya, el amor es imprevisible… ¿En el aeropuerto? ¿Con quién?… No cuelgues, no. (Mira hacia todos los lados) ¿Será una broma?… ¡Oiga! ¿Alguien me oye?… Nadie. (Marca otro número) Buenas noches, le cuento agente. Estoy en el cementerio… Ya sé que no son horas para estar en el cementerio… Por supuesto… No soy ni un ladrón ni un pervertido… Le entiendo, pero ahora escúcheme… No se ofenda, no se lo he dicho con mal tono, solo quiero… Le comento, estoy encerrado en el cementerio… ¿Si trabajo en el cementerio?, no, no… No se trata de ninguna reivindicación… Hombre, yo no lo llamaría leve, no es grave, pero tampoco se… ¿Esperar?… ¿Que tienen muchos agentes en el aeropuerto?… Pero yo solo necesito que… ¿Que necesidades tenemos todos? Por supuesto, no se ofusque… ¿Oiga? No cuelgue, no. (La batería del móvil da su último estertor). Magnífico, toda mi vida se va de viaje y yo confinado en el camposanto con finados por todas partes. Por lo menos no se van al aeropuerto. (Mira las tumbas) ¿Verdad?


Aniversarios (Carmen Paredes)

Categoría: La caja negra

Se llena mi almanaque con

los momentos

la voz

los pasos

el aroma

la risa

de los que salieron

al otro del calendario

Espacio

cada vez más pleno

de vida


Aquí estamos… (Carlos Candel)

Categoría: La caja negra

– Sin orejas ni boca sólo puedes mirar. Aunque, bien pensado, tampoco nos sirve de mucho aquí.

– Claro, lo comprendo. Qué faena.

– Tampoco podemos tocarnos y no hablemos ya de besarnos o aplicar goces que impliquen un mayor rozamiento de nuestros cuerpos. Llevamos demasiado tiempo en esta situación, atrapados, sin poder movernos de aquí. Así que estamos muy cansados, nos gustaría volver a la normalidad, ver a nuestros familiares, reunirnos con nuestros amigos, disfrutar de alguna que otra fiestecilla en la que poder mover el esqueleto.

– Entonces, ¿estáis confinados?

– Bueno, es una manera de expresarlo. Estamos muertos.


Confinados (Carlos Gamarra)

Categoría: La caja negra

Confinados o no

vivimos con recuerdos de finados

nos guste o no

Son fechas que hacen daño

y tan profundas las heridas

que no dejan de sangrar

Sólo memoria y cenizas

de un amor inolvidable

huella de muchos años

Quizás nos encontremos

en algún lugar

para abrazarnos

como las primeras veces

A Vilma

27 de Octubre 2020 (un año después de su muerte)


Moinca, la abrazadora (Xavier Frías)

Categoría: La caja negra

Personajes

  • Moinca
  • Moinca 2
  • Árbol
  • Hipopótamo
  • Bruja, viste de negro, con verruga incluida.
  • Ladrón o ladrona, es indiferente el sexo. Viste todo de negro, con capucha
  • Policía, es indiferente el sexo. Viste de manera clásica, con guerrera con botones y casco alto. Lleva un silbato que cuelga de un cordel alrededor del cuello
  • Poeta

ESCENA 1

Aparece Moinca en escena. Hay peluches descabezados por el suelo. En ese momento camina abrazando un peluche, al que abraza con fuerza, pero, de repente, se le cae la cabeza al suelo.

MOINCA: Hala, otro peluche destrozado.

Deja caer el peluche en el suelo, decapitado, como el resto.

MOINCA [al frente]: ¿Y qué hago yo ahora? Necesito abrazar. No me queda ni un solo peluche y ni tengo dinero para comprar más. Además, necesito abrazar ya. Tendré que salir a la calle, pese al confinamiento, a ver si encuentro alguien a quien abrazar.

ESCENA 2

Moinca se pone la mascarilla y se pone en movimiento. Camina hasta la puerta (invisible). La abre, la cierra, sigue caminando. Se topa con un árbol. Se golpea contra el árbol, no lo ve porque va mirando al suelo.

MOINCA [tras chocarse]: Huy, perdone.

Moinca sigue mirando al suelo.

MOINCA: Dije que perdón.

Finalmente alza la vista. Ve el árbol.

MOINCA: Normal que no me responda, es un árbol… Pero, quién sabe, quizá sea abrazable.

Moinca se dispone a abrazar al árbol. Pasa un brazo por un lado y el otro por el contrario. Lo abraza, pegando el rostro al tronco. Permanece así unos segundos, con los ojos cerrados. En su rostro se dibuja una sonrisa.

MOINCA: Hmm, me encanta abrazarte, árbol. Te llevaré a casa.

Moinca intenta arrastrar el árbol con ambas manos, pero el árbol no se mueve.

MOINCA: Pues nada, ya vendré otro día a abrazarte. Hasta luego.

Una de las ramas del árbol se mueve levemente, como si se despidiese. Moinca sigue caminando, el árbol deja de estar a la vista.

ESCENA 3

Al rato, Moinca se topa con un hipopótamo. El animal está tranquilamente caminando. Mueve el rabito.

Moinca se detiene delante de su hocico. El hipopótamo también se detiene. Gruñe suavemente (parece un cerdito en lo de gruñir).

MOINCA: Hola, hipopótamo, con tu permiso, te voy a abrazar.

El hipopótamo permanece inmóvil. Moinca intenta abrazarlo varias veces. Lo abraza primero por el cuello, luego por el pecho poniéndose de rodillas, después por la barriga desde abajo y, finalmente, desde arriba. Pero los abrazos son un fiasco.

MOINCA: Hipopótamo, eres poco abrazable. Que tengas un buen día.

El hipopótamo gruñe suave y sigue su camino, mientras Moinca sigue el suyo.

ESCENA 4

Al rato, Moinca se topa con una escoba por el suelo. La recoge y la mira. Después se dispone a abrazarla. No hay modo, la escoba es demasiado fina.

Y mientras está en ello, se le acerca por detrás una bruja. Lleva un cono como gorro, unos pelos horrendos, viste de negro y tendrá una nariz puntiaguda con una verruga del tamaño de una canica.

BRUJA: Aquí estás, Mariola.

MOINCA [volviéndose hacia la bruja]: No, Moinca.

BRUJA: ¿Mande?

MOINCA: Que me llamo Moinca, no Mariola.

BRUJA: Hablaba con mi escoba.

MOINCA: ¿Es que la escoba habla? Porque abrazar no abraza.

BRUJA: Normal, no tiene manos. Pero no habla, aunque sí vuela.

MOINCA: ¿Que vuela?

BRUJA: Sí, está embrujada.

MOINCA: ¿Entonces usted es una bruja?

BRUJA [vacila]: Esteee…

Moinca no espera una respuesta. Se lanza sobre la bruja y se dispone a abrazarla, pero no acaba de hacerlo.

MOINCA: Puaj, qué horror, qué mal huele usted. [Se aparta]. Huele a ajo… y cebolla. Se trata de alguna poción.

BRUJA: Noooo, es que estaba preparando un estofado para comer.

La bruja recoge la escoba del suelo y se la coloca entre las piernas y saliendo corriendo para tomar carrerilla y despegar. Se pierde de vista.

MOINCA: Qué mal educada, puede ser todo lo bruja que quiera, pero ya podía despedirse.

ESCENA 5

En ese momento, se oye un silbato.

POLICÍA: ¡Alto, deténgase!

Aparece un ladrón corriendo. Viste todo negro, con una capucha toda negra que solo deja a la vista sus ojos. Moinca se interpone en su camino. Va con los brazos abiertos.

MOINCA: ¡¡Un abrazo!!

El ladrón no se lo espera. Se detiene asustado. Moinca aprovecha para abrazarlo. Lo aprieta. El ladrón intenta zafarse de Moinca. Llega el policía corriendo, pero sin aliento.

POLICÍA [jaleando, con la mascarilla colgando]: En nombre… de la… de la… ley… alto.

El ladrón consigue zafarse de Moinca y sale corriendo como un galgo. Mientras, el policía intenta recuperar el aliento, momento que Moinca aprovecha para abrazarlo.

POLICÍA: ¿Qué hace? ¡Suélteme!

MOINCA: A ver si se lava, que huele a sudor. Y haga más ejercicio, que está en muy mala forma.

POLICÍA: ¡¡Suélteme!!

Moinca lo suelta. El policía continúa con la persecución. Sopla el silbato otra vez, sin resuello, y se pierde de vista.

MOINCA: Está visto que no encuentro a quien abrazar. ¿Pero es que la gente no entiende que para mí abrazar es algo vital? Ay, qué penita. Me vuelvo a mi casa.

ESCENA 6

Moinca se pone a caminar. Avanza rápido. Llega hasta la puerta invisible de su casa. Se retira la mascarilla. Se saca la llave, la mete en la cerradura, desatranca, abre la puerta y entra en casa.

Se queda parada un momento. Luego se dirige al espejo de cuerpo entero. El público ve la espalda de Moinca, mientras que verá su imagen de frente. Según se acerca, se ve su imagen acercarse. Lógicamente, el reflejo del espejo repite los movimientos de Moinca, que solo moverá levemente la mano y la cabeza mientras monologa.

MOINCA: Es muy triste mi vida. Yo, si no abrazo, exploto. Pensé que abrazar gente o árboles, o animales, sería más placentero que abrazar peluches, que se rompen enseguida, pero lo cierto es que no resulta [suspira con mucha pena].

Moinca se cubre el rostro con las manos y hasta solloza. Se la queda mirando reflejo, que gira la cabeza hacia un lado.

De repente, el reflejo de Moinca, o sea, Moinca 2, se asoma por fuera del marco del espejo.

MOINCA 2: Psst…

Moinca no se da por enterada. Moinca 2 insiste.

MOINCA 2: ¡Eh!

Moinca sale de su ensimismamiento. Ve a Moinca 2. Da un paso para atrás.

MOINCA: ¿Quién eres?

MOINCA 2: Yo soy tú.

MOINCA: ¿Y tú eres yo?

MOINCA 2: Depende.

MOINCA: ¿De qué depende?

MOINCA 2: De si eres abrazada o abrazante.

MOINCA: No entiendo.

MOINCA 2: Vamos a ver. Tú qué quieres, ¿abrazar o ser abrazada?

MOINCA: Abrazar, pero me sale fatal. No lo consigo.

MOINCA 2: ¿Y alguna vez te han abrazado?

MONICA [dudando]: Este… Creo que no. No estoy segura.

MOINCA 2: Si te hubiesen abrazado, no lo olvidarías.

Moinca 2 sale del espejo. Ambas Moincas están frente a frente.

MOINCA 2: Anda, abrázame.

MOINCA: ¿Estás segura?

MOINCA 2 [haciéndole un gesto con la mano para que se le acerque]: Completamente.

Moinca se le acerca lentamente. Alza lentamente los brazos para abrazar a su reflejo. Moinca 2 hace lo mismo y abraza a Moinca. Al cabo de diez segundos, se separan lentamente.

MOINCA 2: ¿Qué tal?

MOINCA [emocionada]: Uf, ha sido increíble, no tengo palabras.

MOINCA 2: Por qué.

MOINCA: Pues porque al mismo tiempo que te abrazaba, me abrazabas.

MOINCA 2: Pero si yo soy tú, tú te abrazabas a ti misma.

MOINCA: No me líes.

MONICA 2: ¿No lo notas?

MOINCA: ¿El qué? ¿Que recibo un abrazo?

MOINCA 2: Es más que eso. Es la primera vez que te quieres a ti misma. Y cuando abrazas, el amor que tienes en ti misma debes dárselo al mundo. Pero, al mismo tiempo, tienes que ser abrazada para que el mundo te devuelva ese amor.

MOINCA: No digas bobadas.

MOINCA 2: Es la pura verdad. Sal al mundo y abraza, pero que te devuelvan el abrazo.

De repente, el reflejo de Moinca regresa al espejo. Se pierde al otro lado.

Moinca tarda un poco en reaccionar, pero luego decide seguir a su reflejo.

MOINCA: ¡Espérame!

Moinca atraviesa el espejo, pero es como si pasase un marco vacío, no cruza a otra realidad.

MOINCA: ¿Por dónde te has ido?

Silencio. Moinca mira a su alrededor. De repente ve un marcador negro y una cartulina blanca. Se sienta en el suelo y escribe en letras grandes: “Abrácenme para superar el confinamiento”.

ESCENA 7

Luego, se cuelga la cartulina, se coloca la mascarilla, se dirige a la puerta invisible de la calle, la abre, sale y la cierra. Una vez fuera, se sienta en el suelo con el cartel bien a la vista. Se sienta a esperar. Y lo primero que oye son los pasos de un poeta bigotudo, sin mascarilla, ególatra y mediocre que se le acerca, el cual va recitando una oda a las palomas que defecan en las estatuas.

POETA:

Qué más os diera, palomas,

respetar la piedra en la loma.

Dejad al vate pulcro,

como ya lo está en el sepulcro.

Esmeraos, ratas con alas,

en no defecaros en su gala…

El poeta, al pasar a su altura, le lanza sin mirarla una triste moneda, porque no ha entendido nada, se ha creído que Moinca es una pordiosera.

Pero Moinca se levanta, aborda al poeta, lo abraza fuerte y, sin soltarlo, le recita algo.

MOINCA:

Vate y poeta de boato,

mírame aquí un buen rato.

Deja que te abrace,

mientras la gana alcance.

Y si tienes pizca de arte,

abrázame sin hartarte,

y espero que te aguante la barbilla

pues te abrazaré hasta la mascarilla…

El poeta se mantiene inmovilizado. Moinca lo abraza con todas sus fuerzas y le pregunta.

MOINCA: ¿Quieres acabar de pasar el confinamiento conmigo y que te presente a mi reflejo? Nos podemos abrazar los tres.

El poeta masculla algo entre dientes, pero está sin aliento.

MOINCA: Y a ver si abrazas un poco, que aquí todo el amor lo pongo yo.

Aquel será el primer vate que fenezca apapachado, que es, sin duda, un modo de morir siendo amado y bien rimado.

TELÓN

NOTAS:

Moinca debería llevar una máscara, para que la actriz que interpreta a Moinca 2 tenga el mismo rostro.

La puerta de la calle es invisible. Moinca la abre y la cierra como un mimo.

Moinca no camina realmente. Solo mueve los pies. Los que se mueven de verdad son los demás personajes, aunque dentro del escenario Moinca puede dar algunos pasos.

El hipopótamo es un personaje que requiere de dos actores.


Prefijos con-finados (Carlos Lapeña)

Categoría: La caja negra

CON-FINADOS

Es una sensación extraña. Estar encerrado en casa, confinado, y tener que compartirla con ellos, todos mis muertos, mis finados…

CON-FINA-DOS

Las caras de envidia que se nos quedaron a todas cuando vimos llegar a Fina tan bien acompañada… Menuda cuarentena iba a pasar.

CONFIN-A-DOS

—Me llevó hasta el fin del mundo. Y me gustó tanto que me quedé.

—Yo me volví. Después de hacer un par de fotos perdió el interés… Lo perdieron.

A-FINADOS

Estupendo concierto el de los espectros, los “afinados” podríamos decir, como nombramos “alegal” a algo no contemplado por la ley. Estupendo concierto, con esas voces fantasmales tan armonizadas, tan doblemente afinadas, podríamos decir…

ENTRE-FINADOS

—¿Cómo distinguir al vivo entre tanto muerto? –preguntó el recién llegado.

—Es el único que pregunta –respondieron a coro, abalanzándose.

DE-FINADOS

Hablar de finados en estas fechas es algo habitual. Hacerlo desde dentro de una casa de la que no se puede salir aumenta el interés y complica un poco el asunto, porque es como hablar de uno mismo…

BAJO-FINADOS

—Usted dirá lo que quiera, agente, pero si en el piso de arriba están todos muertos, ¿por qué seguimos escuchando sus pasos y sus voces?

—No lo sé, pero no he dicho “están”, sino “estamos”.

EN-FINADOS

Tantas semanas sin salir a la calle le hicieron sentir que su cuerpo era del tamaño y la forma de la casa… Exactamente la misma sensación que tuvo el virus después de tantos días sin salir de su cuerpo…

CONTRA-FINADOS

No creo en los fantasmas. Ni siquiera ahora que el confinamiento puede sublimar cualquier idea, por peregrina que sea, y puede hacer creíble cualquier fenómeno aparentemente inexplicable… No creo en los fantasmas y aprovecho cualquier excusa para demostrárselo.

PARA-FINADOS

Los niños se aburrían después de tantos días encerrados. Normal. No podemos culparlos por buscar entretenimiento con las velas de parafina y las cerillas y el baile hipnótico de las llamas…

DES-A-FINADOS

Dejaron de ser afinados, no muertos, fantasmas, al fin, porque dejaron de sonar bien, de estar afinados, en su macabro coro. La nota mal dada provocó el temblor, el relámpago y el descanso; el fin de la maldición, al parecer. Pero ahora la casa es más triste y demasiado grande para mí solo.

RE-FINADOS

—Qué modales, qué elegancia, qué manera de hablar y de comportarse. De dónde habrá salido una persona así. Ni dedicando toda la vida a ello podría alcanzarse tal nivel de refinamiento.

—Efectivamente. En una vida no es posible, pero en varias…

EX-FINADOS

Morimos cada día un poquito y cada año varias veces, pero nos empeñamos en volver a la vida para darle otra vuelta a ver si ahora sí que sí. No escarmentamos. Afortunadamente.

SIN-FINADOS

Se han ido y me han dejado una sensación extraña. Estar encerrado en casa y no tener con quien compartir ni la casa ni el confinamiento… Ganas me dan de convertirme en uno de ellos. Los muertos no necesitan justificante para salir.


Yincana hacia la nada (Rafael Toledo Díaz)

Categoría: La caja negra

Algunas veces, cuando escribo, escucho música de fondo, y así, el sonido de las notas musicales suaviza el ruido que se produce al pulsar las letras del teclado.

El otro día particularmente me quedé embobado escuchando una canción del grupo Love of Lesbian, concretamente, la titulada “El Poeta Halley”, que da nombre al conjunto del disco. Pues bien, de toda la canción me atrapó especialmente el final del epílogo que recita Joan Manuel Serrat y que dice:

<<Y uno se queda en casa inerte y algo vacío, acariciando aquel vocablo mudo llamado “silencio” siempre fiel, siempre contigo.

Pero todo es ley de vida. Como un día me dijo el poeta Halley: Si las palabras se atraen, que se junten entre ellas ¡y a brillar que son dos sílabas!>>

A mí particularmente me gustan algunos localismos de mi tierra, palabras que ya casi nadie pronuncia, pero que si por casualidad acuden a la conversación, me llevan al pasado y me provocan una sonrisa. Me encanta escuchar: chache, cheche, jacho o cachera, y otras más, pero, especialmente, éstas, que son tan sonoras al pronunciar la che, esa letra que ahora ya no está en el abecedario y que la han convertido en dos.

También me gustan las palabras inventadas y compuestas, como las que pronuncian mis compañeros del colectivo “El Globo Sonda” cuando se refieren a nuestra actividad escribidora y nos señalan como amigos “juntaletras”. Y sin embargo, este nuevo reto que nos proponen, separar una palabra con un guión intruso, deja abiertas varias posibilidades.

Este mes y por el whatsapp me confirman que debemos escribir sobre “con-finados”. No me gustan mucho esos anglicismos como whastapp o like, pero mola ponerlos en un texto porque así parece que vas de moderno o que estás al loro, pero vamos, que son un rollo, porque tienes que mirar cómo se escriben.

Pero lo que me ha ocurrido cuando me han dicho esto de “con-finados” es que me ha venido a la memoria aquel torero populista que se atrevía con todo, aquel Jesulín de Ubrique que de una palabra hacía dos, como aquélla de “Im-presionante”.

Impresionante es lo que nos está sucediendo con la pandemia que soportamos, y sin embargo, nos vamos acomodando a términos y situaciones. Pero de entre las posibilidades que me ofrecen mis compañeros, yo desisto de seguir escribiendo otra vez sobre el coronavirus.

Por eso me acojo al tanatismo manchego ahora que se acerca el tiempo de recordar a los muertos, y sobre el tema sería conveniente hacer algunas puntualizaciones. De momento reniego de compartir la celebración con el anglicismo que nos impone el mercado.

Ni truco, ni trato, y me repatea esta imposición mediática de Halloween, prefiriendo las castañas y los boniatos a esas calabazas tuneadas que me recuerdan a un viejo programa de televisión. Halloween es una palabra que si tuviera que escribirla lo haría como suena, con una jota rotunda, pronunciando “Jalogüen”.

Pero desgraciadamente la cosa va de muertos, tanto la celebración de estos días como la desgraciada pandemia que nos tiene “confinados”.

Ahora vivimos tan deprisa y de tal manera que hemos apartado de lo cotidiano el tema de la muerte. Y a pesar de nuestro interés en ocultarlo, y que no queramos asumirlo, la parca está ahí, son las dos caras de la misma moneda, la vida y la muerte. Vivimos para morir, y eso me recuerda un texto de Saramago que leí hace tiempo que se titula “Las intermitencias de la muerte”, una novela que plantea situaciones y conflictos tan inesperados como difíciles de resolver, un auténtico ensayo sobre la inmortalidad.

Pero nosotros evitamos imágenes y situaciones que inquieten nuestro confort, ya pasó en la primera ola de la pandemia, los muertos deben ser de otros y nos deben quedar lejos, tan lejos como en esas guerras enquistadas en países lejanos y que apenas conocemos.

A la vez, hemos conseguido gracias a la alimentación, al ritmo de vida y a la medicina una esperanza de vida tan larga que no asumimos que, llegado un tiempo, la gente debe morir como algo natural. Pero para la terminación de la vida nunca nos preparan, ni reflexionamos sobre ello. Ya ni siquiera entendemos que un funeral es el último acto social en el que participamos aunque seamos el protagonista inanimado.

Desgraciadamente en estos días que acontecen, el último reconocimiento está limitado a los más íntimos, y éstos ni siquiera reciben el acompañamiento y el consuelo de aquellos que formaron parte del círculo de amigos y conocidos del finado y su familia, un hecho que dificulta el proceso de duelo que toda muerte conlleva.

Todo esto me lleva a pensar que seguramente la vida es una gran yincana para llegar a la nada, un reto tras otro, donde sólo los elegidos de la fe tienen esa esperanza de la inmortalidad espiritual como premio. Para los más, la muerte es sólo frío, silencio y olvido.

Sin embargo, y fieles al calendario, ahora, en los inicios de noviembre, confinados y con-finados, unos y otros los recordamos a través de fotografías que empiezan a tener un color sepia, o acaso simplemente recurrimos a la memoria para buscar sus desdibujados rasgos. En estos días respetamos la tradición y visitamos los cementerios donde ya descansan muchos de los nuestros, rezamos para que los dioses los acojan en su seno, y por lo bajinis murmuramos “que nos esperen muchos años”.


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