Alfajores para Navidad (Rafael Toledo Díaz)
Categoría: La caja negra
A estas alturas no creo que la actividad de mi wasap llegue a estresarme. Sin embargo, cuando los miembros de El Globosonda hacemos las propuestas para elegir el tema del mes, todos queremos aportar nuestra idea. A partir de ese momento el soniquete que anuncia un nuevo mensaje suena más de lo habitual.
Este noviembre los comunicados empezaron a sugerir palabras y conceptos muy distintos y peculiares. Unos y otros escribíamos esto: gases, alfajores, zam-boooombaaaa, sálvese quien pueda o luces y sombras -que era mi propuesta tratando de animar al resto para hacer balance del año-. Al final se impusieron los dulces por mayoría. Y me alegro, que tampoco está nada mal para las fechas que se acercan.
A pesar de la mercantilización y el obsesivo y anticipado anuncio de la Navidad, estas celebraciones siempre me recuerdan la infancia, que fue tan diferente al consumismo que nos invade y que, ahora, a pesar de las penurias de aquellos años, tengo idealizada. Será por eso que me parecían, y me parecen, tan extraordinarios aquellos días de abundancia contenida, de comidas con más enjundia de las habituales. A muchísimos de los de mi generación una naranja caramelizada envuelta en celofán nos hacía felices y, por supuesto, los dulces tan típicos de la época.
Sin embargo, y a pesar de mi galguería, yo siempre he sido más de mazapán y polvorones que de alfajores. Me refieren que prefería la cantidad a la exquisitez pues, como crío, no era consciente de la baja calidad de aquel mazapán que vendían a granel y que contenía más harina que almendra, pero siempre tuve una especial atracción por este dulce que se muestra en diferentes formas como peces, jamoncitos, lunas, trenzados o panecillos; las roscas de mazapán que simulaban una serpiente decorada con anisillos y que venían en una caja redonda solo eran objeto de deseo a través del escaparate de la pastelería.
Ni que decir tiene que los alfajores tienen un origen árabe. Según las informaciones, este dulce llamado también al-hasú y que significa relleno, contiene almendras, nueces, agua-miel, pan molido y especias. Desde la invasión musulmana de la península, enseguida su consumo se afianzó en la gastronomía. El mazapán, sin embargo, aunque algunos también apuestan por el mismo origen, parece ser que es más tardío e incluso alguna leyenda dice que su elaboración se inició en un convento de monjes en Toledo allá por el siglo XII.
La palabra alfajor es uno de los más de cuatro mil arabismos que contiene nuestra lengua, lo que dice bastante de la gran influencia que tuvo la invasión musulmana que acabó con el periodo visigodo en la península.
Resulta una paradoja que para disfrutar de una tradición eminentemente cristiana se utilice un dulce que proviene de una cultura tan diferente, pero eso demuestra la importancia que tuvo el mestizaje de gentes y costumbres durante los ocho siglos que duró aquel periodo hasta la expulsión de los moriscos de Granada por los Reyes Católicos.
Todo esto me vuelve a recordar aquella educación basada en memorizar y que tan bien reflejó El florido pensil. Memoria de la escuela nacional-católica. Si bien en algunos pasajes aquella enseñanza ponía en valor la cultura y el arte que los musulmanes desarrollaron en nuestro territorio, sobre todo en ciudades como Córdoba o Granada, el adoctrinamiento y el dogmatismo fueron la norma general de aquella pedagogía. Desde la batalla de Guadalete hasta la rendición del sultán nazarí Boabdil transcurrieron ochocientos años, un tiempo demasiado largo para que pueda considerarse una reconquista como tal.
Tuvimos que hacernos mayores para reconocer que no todo es blanco o negro, ni todos son buenos o malos; porque la historia no puede, ni debe, simplificarse hasta tal extremo por intereses ideológicos, algo que sucede con demasiada frecuencia. Si examinamos con detalle las crónicas sobre aquel tiempo comprobaremos que, en bastantes batallas e incursiones de la llamada “Reconquista”, los reyes cristianos y moros fueron aliados frente a enemigos comunes. Todos esos sucesos que sucedieron durante aquella época provocaron el inevitable mestizaje que después ha diferenciado nuestra historia respecto a otros pueblos; la lengua, las costumbres, la gastronomía, los usos agrícolas y muchísimas más materias prosperaron y se enriquecieron con esta amalgama de culturas. Sin embargo, a partir de los Reyes Católicos solo se impuso la gesta de la victoria y un sentimiento de nación, olvidando todos los matices que a través del tiempo, a pesar de luchas y batallas, tanto nos ayudaron a progresar.
Ahora, a pesar de la enésima crisis que nos afecta, la Navidad definitivamente se ha convertido en una celebración donde el consumo prima más que la tradición, una creencia que ya solo sirve como pretexto para la vorágine consumista. Esos alfajores que ahora vemos en las tiendas, en los supermercados o en las pastelerías y obradores son un dulce más que ya pasa inadvertido ante tanta variedad. Solo la etimología de su nombre, que muy pocos reconocen, nos acerca a aquella mezcla de culturas.
Este año, como siempre, esperaré a que se acerque la fecha para comprar… evidentemente, figuritas de mazapán porque, de toda mi familia, solo me gustan a mí. Es posible que después de animarme a escribir esto compre también algunos alfajores. Lo haré solo para recordar su sabor y para asumir que también ahora, y en la ciudad donde resido, la diversidad y el mestizaje son señas evidentes de su singularidad.