Resacón (Rafael Toledo Díaz)
Categoría: La caja negra
Aunque a veces el tema lo sugiere uno mismo, cada mes que pasa aumenta la dificultad de asumir el reto que nos propone El Globosonda. Porque, claro, no es lo mismo lanzar una palabra o idea en un momento de sagacidad o atrevimiento, a desarrollar un texto que sea mínimamente atractivo para el lector.
Para este enero que acaba de empezar hemos elegido “resacón”, un vocablo que viene al pelo para reflejar el estado de ánimo que podemos suponer tras los excesos de las recientes fiestas navideñas. Sin embargo, y personalmente, quiero extenderlo más allá, porque siempre en estos días me gusta hacer una reflexión o un balance sobre el año que dejamos atrás, por eso “resacón” también me sirve para trasmitir la impresión que me ha dejado el paso del 2022 en mi estado de ánimo.
Resulta evidente que tras la pandemia se ha alterado el ritmo natural y, a pesar del empeño en recuperarlo, no hemos vuelto a la acostumbrada rutina anual porque, de forma velada, el propósito de una “Nueva Normalidad” se está cumpliendo. Desgraciadamente, la crisis provocada por el Covid-19 no ha conseguido que seamos más buenos, ni más tolerantes, ni siquiera más solidarios, es más, poco a poco estamos entrando en una dinámica dogmática e intransigente, un espacio donde debes decidir a qué bando perteneces y, a veces, en aras de ser asertivo o políticamente correcto, debes renunciar a una libertad de expresión que costó tanto conseguir. Ahora, en cualquier momento y por cualquier tontería pueden señalarte o, lo que es peor, etiquetarte dentro de un grupo con el que no te identificas en absoluto.
Este año pasado, en lineas generales, ha sido bastante anodino. Si bien la primavera siempre genera buenas energías, el largo verano acabó siendo eterno y tedioso con esa angustia por la falta de la generosa lluvia que, personalmente, tanto me tonifica.
En otro orden de cosas, y a pesar de que apenas manifiesto interés por la política, acepto por evidente y con resignación que los políticos son un reflejo de nuestra sociedad y doy por hecho que muchísimos de nuestros representantes más cercanos y directos son ajenos al escaparate que los medios nos enseñan; con sus aciertos y sus errores pero con entusiasmo, intentan ser dignos, honestos y eficaces. Sin embargo, existen otras políticas tan elitistas como ineficaces que no contribuyen a resolver los problemas que la sociedad plantea. Si además le añadimos la falta de diálogo y consenso para dinamizar las instituciones y solo trasmiten a través de los medios su hostilidad o frentismo, es normal que la consecuencia más inmediata sea el desafecto del electorado. Por este motivo creo que muchos ciudadanos hemos puesto distancia a sus intrigas y sus contiendas, cansados de tanta verborrea inútil que ni nos interesa, ni nos ayuda, aunque desgraciadamente nos afecta.
Como siempre, y a medida que se acerca diciembre, el curso político se convierte en un cuerpo a cuerpo, vamos, casi un reality televisivo donde solo importa el postureo. El eterno diálogo de sordos en la cúspide hace tiempo que me aburre y en nada me ayuda para remontar el ánimo.
Otro asunto que de vez en cuando aparece, y me hace cavilar de una forma íntima y confusa, es la muerte. En todo momento intento aplicar el sentido común y asumir con naturalidad que la vida tiene un final, pero este año en concreto celebramos que no hubo ausencias familiares. No obstante, debo reconocer que siempre me deja un regusto triste cuando el obituario me anuncia el fallecimiento de nombres populares que se mezclan con mis vivencias. En este 2022 nos dejaron periodistas como José Luis Balbín, Jesús Quintero y Ángel Casas, personajes de la farándula como Juan Diego y Alicia Hermida, músicos como Pablo Milanés y gentes de la Movida como la artista y fotógrafa Ouka Leele; y en el mundo de las letras, la pérdida inesperada de Javier Marías. Estos y otros nombres de celebridades me conmovieron al conocer su fallecimiento. Son personajes que ya forman parte del pasado, evidenciando lo efímera que es la vida, esa que vamos gastando año tras año sin apenas darnos cuenta.
Pero no todo va a ser triste y negativo. Por eso, y para transitar por el nuevo ciclo, me aferro al título de la novela póstuma de Almudena Grandes “Todo va a mejorar” o, al menos, debemos intentarlo y salir del resacón que nos ha dejado este raro 2022 repleto de dificultades.
El final de año y sus fiestas de celebración se están convirtiendo en una sucesión de tópicos a los que resulta muy difícil renunciar pero, una vez pasadas, y después de hacer una discreta revisión, se inicia una nueva temporada más serena y repleta de esperanza. Para ello, me aferro a la palabra que elegí el año pasado como imprescindible y es que escuchar “abelooo” cada mañana me despierta una sonrisa, me anima y me da fuerzas para tutelar el futuro y seguir creando y teniendo ilusiones. También en los días grises o luminosos los libros y las nuevas lecturas serán un estímulo más y estoy convencido de que entre sus páginas encontraré nuevas emociones.
Y siempre, siempre, la familia, a pesar de broncas y mosqueos, es el vínculo más importante y que más me ayuda para superar el enorme resacón que me ha provocado el finiquitado 2022, pues ellos me empujan a imaginar el futuro que, a pesar de mis anhelos de rutina, siempre será aventurado e incierto.