Archivo por meses: noviembre 2023

Todo a cien (Rafael Toledo Díaz)

Categoría: La caja negra

<<El abuelo de Juan tiene en la calle Ancha de la Feria una tiendecita de quincalla, que, andando el tiempo, será de su padre y de su tío. Es un negocio humilde y saneado, que permite vivir con cierta holgura…>> << El niño del quincallero, que es un niño endeblito y guapo, uno de esos niños decentes que viven esclavos de que no se les caigan los calcetines y de que no se les ensucie demasiado el trajecito, cuando se lanza a la aventura de la calle lleva cuajada en los ojos una mirada atónita…>>

Breves fragmentos de “Juan Belmonte Matador de Toros su vida y sus hazañas” un libro de Manuel Chaves Nogales

Evidentemente, tanto Juan Belmonte como Manuel Chaves Nogales fueron nombres importantes en sus respectivas ocupaciones. Nadie discute el prestigio de Belmonte en la historia de la tauromaquia, ni tampoco la consideración y la relevancia de Chaves Nogales como periodista y escritor. Pero igualmente debemos reconocer que ambos son nombres del pasado, y el pasado suele ser olvidadizo para las nuevas generaciones.

También, y por ende, la palabra “quincalla” está en desuso y, quizás por antigua, muchos ni siquiera saben qué significa. Originaria del francés, sirve para denominar a los pequeños objetos de metal y cosas de poco valor. Tal vez en Andalucía los más mayores conocen su significado pues, quincalla, es la palabra que se empleaba para definir las baratijas que se vendían en esos puestos o tiendecillas de los quincalleros; desconozco si en otros lugares de nuestra geografía siguen empleando este vocablo. La referencia más cercana que tenemos sobre las tiendas de quincalla bien podían ser los establecimientos cuyo reclamo principal era el precio, por ejemplo, aquellos bazares de “todo a cien” regentados en su mayoría por ciudadanos asiáticos.

Ahora que se acercan las navidades, entre otras cosas, todos solemos consumir productos para decorar nuestros hogares, cachivaches y artilugios baratos que adquirimos en los comercios referidos. Fruslerías y quincalla para fingir una felicidad ilusoria basada en el consumo y la apariencia. Este entusiasmo repleto de parafernalia es una imposición del mercado para exhibir el buenismo en estos días que se acercan porque, obligatoriamente, debemos mostrar satisfacción y alegría dadas las fechas.

Sin embargo, si de la palabra “quincalla” empleamos el segundo significado que alude a cosas de poco valor y, refiriéndonos al contexto económico y social, ese buenismo cae por su propio peso pues, como bien dice el proverbio: “Tanto tienes, tanto vales”.

A veces me pregunto qué pensarán los personajes que encabezan la Lista Forbes sobre el resto de los ciudadanos. Seguramente ni siquiera se les pasa por la cabeza que existen otras formas de vivir.

De pronto, me surge la curiosidad y pregunto: ¿Habrán pisado alguna vez una tienda de “todo a cien”? ¿Qué opinión tendrán sobre la organización Mary´s Meals, premio Princesa de Asturias a la Concordia, una organización que es capaz de alimentar a un niño cada día que asiste a la escuela durante un año y con solo 22 euros? Ya sé que no es comparable, pero me río yo de las becas de comedor de nuestro sistema educativo.

Seguro que, recluidos en su burbuja de riqueza, son ajenos al concepto que los demás tenemos sobre el valor de las cosas. La supremacía que les consiente su opulencia es incompatible con los valores comunitarios. Y sigo preguntándome: ¿Qué concepto tendrán sobre los inmigrantes, sobre el diferente, de los desvalidos y sin techo, de los refugiados o acerca de los marginados y pobres en general? Acaso pensarán que son quincalla o morralla -un término que tanto se parece en su significado-, plebe y simple populacho con los que no tienen nada en común y nada que compartir porque las élites y el resto son como el agua y el aceite. Aunque, cuidado, que cualquiera puede actuar con arbitrariedad sobre el semejante porque es muy fácil copiar esa conducta y creerte superior ante el vecino cuando sospechas que tu nivel económico y social o cultural es mejor.

Empezaba este texto escribiendo sobre personajes que, aunque ya son pasado, en algunos momentos de su existencia alcanzaron el éxito y la fama. No sé hasta que punto alguno de ellos, acentuado por su prestigio, pudo pensar que estaba por encima de los demás. Sin embargo, la realidad fue más dura, Juan Belmonte se suicidó y Manuel Chaves Nogales murió en el exilio.

Me rondan por la cabeza dos ideas contradictorias que me sirven para concluir: La vida de cualquier ser humano, de cualquier edad, lugar, raza o nación del planeta tiene, o debería tener, un valor incalculable. Al mismo tiempo y, a pesar de nuestra complejidad, nuestra existencia en el cosmos o en el infinito es como la quincalla, a la vez de efímera, apenas tiene valor.


Humo (Eva Soria)

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Aunque distintas, todas las personas a las que las autoridades habían agrupado en la ladera de la sierra, presentaban el mismo cuadro clínico: Aturdimiento crónico.
No se sabía muy bien si esta nueva epidemia iba a superar a la anterior, lo que estaba claro es que al fin la élite del territorio nacional había encontrado, por casualidad, la clave para perdurar en el poder sin grandes complicaciones.
Según algunos medios de comunicación clandestinos, el origen de este nuevo comportamiento de masas no estaba bien definido, lo importante era el resultado.
Apartados de la urbe y alimentados por las sesiones de los nuevos vendedores de humo, la vida en aquel paraje parecía fácil. Solo necesitaban escuchar lo que querían oír, por eso no necesitaban ningún tratamiento médico para superar el estado de atolondramiento en el que se ahogaban desde hacía años.
Las reuniones, las luchas, las concentraciones, las protestas, el debate, la ilusión de antaño se habían desvanecido, hibernaban para dar paso a un estado de alienación consentida.
Tras las montañas otro asentamiento tomaba forma, pero los que allí vivían, tenían los sentidos bien despiertos. La extraña plaga no había producido en ellos ningún estrago. Sabían que no había mejor antídoto que permanecer al margen de las necesidades creadas por ellos mismos.
Y así, la vida de los nuevos aturdidos correteaba por la ladera de la sierra sin tropiezos porque ya no había barreras que saltar, ni laberintos donde perderse para descubrir nuevos horizontes. Tampoco pensaban en ninguna cura porque no eran conscientes de su enfermedad.
Al anochecer, los megáfonos de la plaza escupían una melodía programada que apaciguaba, si cabe aún más, el aturdimiento de esta nueva hermandad y el eco de las montañas rocosas devolvía incansablemente un Wonderful life.


Tiempo todo (Carmen Paredes)

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Categoría: La caja negra

dibuja cada día con su dedo

un mapa diferente

encima de las piedras

tendidas al borde de los caminos

que la multitud aturdida

no interpreta

y de acá para allá

la vanidad y la codicia

sutiles se desplazan

entre las memorias rotas


Desquiciados (Carlos Gamarra)

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Categoría: La caja negra

Día tras día la vida se desvanece

Nos lleva por caminos inseguros

Nuestras emociones se agitan y revientan

Y todo lo que queda es una sensación de aturdimiento.

.

Con cada paso surge un sobresalto

Es la chispa de la vida la llama de la pasión

que arde en nuestro interior y nos impulsa hacia adelante.

.

Como el mar en la tormenta

como la noche sin estrellas

la mente se nubla el mundo se derrumba

.

Pero con coraje en el corazón

el tiempo se detiene

y descubrimos que estamos al final unidos.

.

Aturdidos pero nunca derrotados


Aturdida (Maite Martín-Camuñas)

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Categoría: La caja negra

El estruendo de las olas,
el silbido del viento
el aquelarre del silencio
de venerados clamores.
Las voraces nubes
que engullen al sol
los frígidos peces
de ojos convexos
las medusas danzarinas.
Los graznidos de las gaviotas
el destierro del horizonte…
Todo cuanto me rodea
me aturde con su locuacidad
y magnifica mis sentidos.


Una sana amistad (Ismael Sesma)

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Categoría: La caja negra

Gregor y Marty son amigos. Gregor y Marthy se reúnen en el bar de su barrio casi todos los jueves del año desde hace tanto tiempo que lo han olvidado. Gregor suele llegar exultante y relajado de su sesión de meditación, hace años que lo hace y proclama a todo aquel que le quiere escuchar los beneficios de su práctica, ‘buena para el cuerpo y el espíritu’, repite machacón.

Marthy, por su parte, siempre ha sido un descreído. Tolera a Gregor con la paciencia destilada gota a gota de una amistad que se remonta a su mutua adolescencia, aunque le tiene por un místico incorregible. Marthy, siempre que alguna vicisitud imprevista de esas que llenan la vida, se le aparece, se acoda en el bar y se somete a una ración extra de alcohol. Es consciente de sus límites y asegura conocer el punto exacto en el que la bebida le introduce en un estado de vigilia aturdida que le hace ver los problemas envueltos en un celofán que los hace menos inquietantes.

Cuando han llegado esos momentos, Gregor siempre ha sentido una orgullosa superioridad sobre su amigo y, si le ha acompañado en algún episodio de bebida, ha sido solo para confirmar esa preeminencia; a él no le hace falta beber para enfrentarse con la vida.

Hasta el día en que, preso del desamparo producido con un desengaño amoroso, Gregor bebe y bebe sin freno. Ha llamado a Marthy, quien le acompaña solo por el impulso de cercanía producto de su sana amistad, y sobrepasa los límites que de forma tácita se tiene impuestos. El resultado es una cogorza monumental de ambos.

No es la primera borrachera de su vida, pero la visión de Gregor en ese estado provoca en Marthy una sensación de descontrol que hace propia y le asusta. Decide restringir sus hábitos de bebida y encuentra en la práctica del tai-chí un sucedáneo perfecto para llegar al estado de ‘lucidez distante’, como la llama, que antes le proporcionaba el alcohol. En silencio, piensa que Gregor tenía razón.

Gregor, por su parte, desde su desengaño amoroso ha perdido la fe en sus virtudes y capacidades, comienza a faltar a su clase de meditación, antes una rutina cuasi religiosa. Se abandona a la bebida hasta que, poco a poco, cree encontrar ese punto del que le hablaba Marthy de vigilia aturdida y distante. Y le gusta la sensación.

Los amigos se siguen viendo cada jueves. Gregor piensa que al final los sinsabores son el motor del cambio en los hombres, mientras que Marthy se siente orgulloso de su cambio de vida y lo proclama a quien le inquiere. Se encogen de hombros cuando se miran a los ojos, conscientes de que el mundo sigue girando y cada cual intenta buscar acomodo en él como puede.



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