Todo a cien (Rafael Toledo Díaz)
Categoría: La caja negra
<<El abuelo de Juan tiene en la calle Ancha de la Feria una tiendecita de quincalla, que, andando el tiempo, será de su padre y de su tío. Es un negocio humilde y saneado, que permite vivir con cierta holgura…>> << El niño del quincallero, que es un niño endeblito y guapo, uno de esos niños decentes que viven esclavos de que no se les caigan los calcetines y de que no se les ensucie demasiado el trajecito, cuando se lanza a la aventura de la calle lleva cuajada en los ojos una mirada atónita…>>
Breves fragmentos de “Juan Belmonte Matador de Toros su vida y sus hazañas” un libro de Manuel Chaves Nogales
Evidentemente, tanto Juan Belmonte como Manuel Chaves Nogales fueron nombres importantes en sus respectivas ocupaciones. Nadie discute el prestigio de Belmonte en la historia de la tauromaquia, ni tampoco la consideración y la relevancia de Chaves Nogales como periodista y escritor. Pero igualmente debemos reconocer que ambos son nombres del pasado, y el pasado suele ser olvidadizo para las nuevas generaciones.
También, y por ende, la palabra “quincalla” está en desuso y, quizás por antigua, muchos ni siquiera saben qué significa. Originaria del francés, sirve para denominar a los pequeños objetos de metal y cosas de poco valor. Tal vez en Andalucía los más mayores conocen su significado pues, quincalla, es la palabra que se empleaba para definir las baratijas que se vendían en esos puestos o tiendecillas de los quincalleros; desconozco si en otros lugares de nuestra geografía siguen empleando este vocablo. La referencia más cercana que tenemos sobre las tiendas de quincalla bien podían ser los establecimientos cuyo reclamo principal era el precio, por ejemplo, aquellos bazares de “todo a cien” regentados en su mayoría por ciudadanos asiáticos.
Ahora que se acercan las navidades, entre otras cosas, todos solemos consumir productos para decorar nuestros hogares, cachivaches y artilugios baratos que adquirimos en los comercios referidos. Fruslerías y quincalla para fingir una felicidad ilusoria basada en el consumo y la apariencia. Este entusiasmo repleto de parafernalia es una imposición del mercado para exhibir el buenismo en estos días que se acercan porque, obligatoriamente, debemos mostrar satisfacción y alegría dadas las fechas.
Sin embargo, si de la palabra “quincalla” empleamos el segundo significado que alude a cosas de poco valor y, refiriéndonos al contexto económico y social, ese buenismo cae por su propio peso pues, como bien dice el proverbio: “Tanto tienes, tanto vales”.
A veces me pregunto qué pensarán los personajes que encabezan la Lista Forbes sobre el resto de los ciudadanos. Seguramente ni siquiera se les pasa por la cabeza que existen otras formas de vivir.
De pronto, me surge la curiosidad y pregunto: ¿Habrán pisado alguna vez una tienda de “todo a cien”? ¿Qué opinión tendrán sobre la organización Mary´s Meals, premio Princesa de Asturias a la Concordia, una organización que es capaz de alimentar a un niño cada día que asiste a la escuela durante un año y con solo 22 euros? Ya sé que no es comparable, pero me río yo de las becas de comedor de nuestro sistema educativo.
Seguro que, recluidos en su burbuja de riqueza, son ajenos al concepto que los demás tenemos sobre el valor de las cosas. La supremacía que les consiente su opulencia es incompatible con los valores comunitarios. Y sigo preguntándome: ¿Qué concepto tendrán sobre los inmigrantes, sobre el diferente, de los desvalidos y sin techo, de los refugiados o acerca de los marginados y pobres en general? Acaso pensarán que son quincalla o morralla -un término que tanto se parece en su significado-, plebe y simple populacho con los que no tienen nada en común y nada que compartir porque las élites y el resto son como el agua y el aceite. Aunque, cuidado, que cualquiera puede actuar con arbitrariedad sobre el semejante porque es muy fácil copiar esa conducta y creerte superior ante el vecino cuando sospechas que tu nivel económico y social o cultural es mejor.
Empezaba este texto escribiendo sobre personajes que, aunque ya son pasado, en algunos momentos de su existencia alcanzaron el éxito y la fama. No sé hasta que punto alguno de ellos, acentuado por su prestigio, pudo pensar que estaba por encima de los demás. Sin embargo, la realidad fue más dura, Juan Belmonte se suicidó y Manuel Chaves Nogales murió en el exilio.
Me rondan por la cabeza dos ideas contradictorias que me sirven para concluir: La vida de cualquier ser humano, de cualquier edad, lugar, raza o nación del planeta tiene, o debería tener, un valor incalculable. Al mismo tiempo y, a pesar de nuestra complejidad, nuestra existencia en el cosmos o en el infinito es como la quincalla, a la vez de efímera, apenas tiene valor.