Memoria de día (Maite Martín-Camuñas/Rosa Caporuscio)
Categoría: La caja negra
Abro el monedero, una pieza de plástico por su mitad inferior en color marrón oscuro y la otra mitad en color marrón clarito, dos cremalleras, una frontal y la otra en el lado anterior. Nada fino ni elaborado, un monedero de esos miles de ellos que hay, anónimos y vulgares, de esos que millares de personas llevan en los bolsillos, en el bolso, en la mochila.
En la pieza central que acabo de abrir, encuentro un montón de tarjetas que saco para comprobar, entre ellos un carnet de identidad, una tarjeta de transporte, la tarjeta de la seguridad social, otra del banco, un par de ellas de fidelización de algunas grandes superficies, de esas que engañan al consumidor prometiendo grandes ventajas mediante su uso y que luego te pasas meses esperando dichos beneficios sin recibir nada. Aparte de eso encuentro anacrónicas tarjetas de visita, algunas de agencias de viajes, de abogados, de salones de belleza, nada que pueda diferenciar ese monedero de otros miles de ellos iguales.
La diferencia, la encuentro al descorrer la cremallera del lateral, allí brillando, llamando a mi imaginación, me tropiezo con una pequeña llave de hierro con una tarjetita de identificación que dice “para abrir la caja cuando se acabe la fiesta”.
1 comentario
Resquemores y desempeños
octubre 10, 2022 en 7:44 amLo peor es que la llave solo abre la puerta de la resaca, del astio diario donde las almas van a penar, de que me sirve la llave si cuando tiene que abrirme el paraíso me lleva directamente al infierno de mi caja esa caja escondida llena de vergüenza y odio donde guardo los rencores atrasados que el tiempo me ha ido dejando bajo el felpudo de mi puerta.