Juguemos al ahorcado (Irene Zarzoso y Aitana Casarrubios)
Categoría: La caja negra
Era la noche antes de Halloween en el cementerio de Creepy Hollow, al lado de la vieja mansión abandonada. Todas las criaturas del infierno se habían reunido para acabar con Halloween, una fiesta horrible en las que se los ridiculizaba creyendo que eran solo criaturas de cuentos ficticios.
Su enrevesado plan consistía en el intercambio de almas entre un asesino y un mortal. Ese mortal sería la primera persona que entrara a la casa encantada. Que haría que todo el mundo odiara aquella fiesta.
Hana Clutches entró en la mansión encantada y subió al tercer piso. Allí algo la tapó la boca y la nariz, hasta que cayó inconsciente, después la colgaron en una horca mientras todas las criaturas hacían un ritual que sería imposible describir de manera precisa, mediante el cual el alma de la joven fue cambiada por un asesino perverso para regocijo de los allí presentes.
Mi nombre es Jenny Clutches y voy a entrar en la mansión, ya que mi hermana Hana lleva una hora dentro y estamos preocupados. Anne, Dylan, John y yo nos disponemos a entrar. Las linternas alumbran la polvorienta estancia y el miedo se respira en el aire. Los círculos de luz que proyectan las linternas tiemblan tanto como nuestras manos, entonces todas se apagan y, el miedo es tal que no nos atrevemos ni a gritar.
Apenas ha pasado un segundo y todas se encienden tan súbitamente como se habían apagado. Hana está ante nosotros y todos nos asustamos dando un respingo. Anne me da la mano y me invita a salir, los mayores tienen que hablar, supongo.
Han pasado cinco aburridos minutos hasta que todos salen. Y nos vamos a hacer truco o trato. Todos odian que yo este aquí y que mis padres hayan obligado a mi hermana a llevarme con ella no lo mejora.
Ya ha pasado un buen rato y tengo un buen puñado de caramelos. Harta de que me ignoren voy andando más rápido para alcanzarles, entonces, me doy cuenta de que John no está.
Tras decírselo al grupo, interrumpimos el truco o trato para buscarlo, y aquí estamos buscando a John, pero la calle parece desierta y por instinto doy la mano a mi hermana, que da un respingo.
Creo ver algo, por lo que me adelanto. Entonces piso algo mojado, estiro el brazo para detener al resto y apunto con la linterna al suelo. Entonces le veo.
Su cuerpo está pálido, me agacho y le cierro los ojos. Solo soy capaz de llorar al ver aquel cuchillo clavado en su cuerpo, lo que había pisado era su sangre. Creí ver algo por lo que me acerqué al otro lado del cuerpo, una letra “H” hecha con su sangre. Mi cuerpo tembló y las lágrimas cayeron. Anne me abrazó, mi hermana estaba como ausente.
Busco a Dylan, le gustaría ser policía o detective y dice que es bueno, así que le llamo. Pero también ha desaparecido. Anne se interna en una callejuela pequeña en su búsqueda. Hana va por la misma que Anne, pero en dirección contraria y yo voy calle arriba.
Mi corazón bombea a mil por hora y mi cara está llena de lágrimas que la hacen pegajosa, por más que las quito, vienen otras en su lugar. Noto algo mojado, quiero correr, pero como sé que eso sería ser una cobarde y no me apetece serlo apunto al suelo. No puedo evitarlo y en menos de un segundo he apartado la linterna, vomito en el suelo. Y este se junta con las lágrimas.
Preparada para volver a verle apunto hacia él una vez más y, como con John, cierro sus ojos. Mirando el horrible panorama que algo o alguien había creado a sangre fría. Su pecho estaba abierto en canal y su corazón partido por la mitad mientras que su estómago estaba girado, sus pulmones estaban rajados en horizontal y todos sus órganos están perforados. Su intestino está salido hacia un lado, rodeando otra letra, la “A” hecha con sangre.
Corro hacia donde está mi hermana y, al no verla, corro hacia el otro lado. Ya no puedo más. Desesperada, grito. Anne está de pie, apoyada en la pared con un cuchillo en la boca que la ancla a ésta. Sus ojos abiertos de par en par son los únicos que no cierro, porque no puedo moverme. A su lado, la letra “N”.
Quiero correr, quiero gritar y llorar. Pero no puedo, me agobio, hiperventilo y me caigo al suelo agarrada a mis rodillas. El estrés es tal que desgarro mis pantalones al arañarlos. Entonces veo su silueta, la reconozco y mi respiración se acelera, comienzo a temblar, en sus ojos brilla un brillo inhumano, en su mano brilla un cuchillo.
Encajo las piezas, todo tiene sentido. Como si leyera mi mente, clava su cuchillo en mi pulmón. Por fin puedo gritar mientras baja con una sonrisa maliciosa el cuchillo hasta un poco más abajo de mis costillas, partiéndolas. Coge sangre y escribe la última letra de su nombre mientras se regocija. La letra “A”.
Aitana Casarrubios González (12 años)
Irene Zarzoso Sánchez (12 años)