Instrucciones para conocer a un hombre tóxico (Carmen Paredes)

Instrucciones para conocer a un hombre tóxico (Carmen Paredes)

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Categoría: La caja negra

Dice quererte mucho

regala el oído

cuando regresa a su hogar

Es tan responsable…

Entiéndelo

dice

no seas egoísta

y provoques dolor

te quiero mucho

a pesar de todo

no empieces con tus martingalas

sabes que lo dejaría todo por ti

¿vas a consentir tanto sufrimiento?

¿A quién has conocido que te quiera más que yo?

Me quiero mucho

digo

y me quiero bien

Me quiero libre

porque libre soy


Martingalas (Carlos Gamarra)

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Categoría: La caja negra

Apuesta siempre con cabeza y cordura

sin marrullerías

La suerte es voluble

.

En el juego de la vida

las martingalas como estrellas fugaces

nos guían a través de espacios vacíos sin salida

.

En este vasto universo de argucias

donde los sueños se tejen en espirales

la suerte juega a los dados

.

Las argucias son artimañas

que se usan para engañar

Pero a veces se usan para amar.

.

Sin embargo “martingalas” palabra bella

destaca en versos y poemas

y susurra secretos de tiempos pasados



Fabula, que algo queda (Ismael Sesma)

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Categoría: La caja negra

Érase una vez un cuervo que había robado al descuido un trozo de queso y se había posado en una rama para comérselo. Un zorro, que había visto lo sucedido, se acercó al cuervo con idea de quitarle el queso.

– ¡Qué bella ave! ¡Seguro que vuestro canto hace honor a vuestro bello plumaje!

El cuervo tenía el conocimiento que da la edad y comprendió enseguida la jugada de su adversario. Dejó el trozo de queso bien sujeto entre dos ramas y sonriendo le dijo:

– ¡Valiente martingala te traes! ¿Qué te habías pensado, zorro engreído, que iba a dejar caer el queso?

El zorro, viendo que su celada estaba descubierta, se marchó con el rabo entre las patas, renegando. Tan ensimismado caminaba, que tropezó y se cayó todo lo largo que era. Comenzó a gritar porque se había dado un buen porrazo.

– ¡Mala suerte la mía! – gritaba compungido – ¡Sin queso, herido y dolorido!

El cuervo, que había seguido con la vista al zorro, desmenuzó el queso, le acercó una porción y volvió a su rama para dar buena cuenta del resto de la suculenta comida.

– Para que dejes de maldecir tu suerte – le dijo entre bocado y bocado.

Pero resultó que el queso estaba en mal estado y ambos animales hubieron de purgarse para recuperar la salud. Así, decidieron recolectar juntos hierbas y bayas del bosque. El cuervo permanecía en silencio, intentando extraer la moraleja de lo sucedido. El zorro, que pareció leerle el pensamiento, le dijo:

– En las fábulas antiguas, nuestra posición y la moraleja estaban claras. Pero la realidad ahora es mucho mas compleja. Eso que dicen algunos de que la vida es justa es otra martingala -añadió-. Esta vida hay que tomarla según se presenta, que nunca se sabe lo por venir.

El cuervo ponderó que el zorro muy probablemente tenía razón, pero se guardó muy mucho de hacérselo saber. Es de sobra conocido que zorros y cuervos nunca se han llevado bien.


Sobre el lenguaje y el idioma (Rafael Toledo Díaz)

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Categoría: La caja negra

Puede parecer descabellado, sin embargo, el idioma o el lenguaje es comparable a cualquier ser vivo. Como ellos, nace o brota, crece, se desarrolla, decae o desaparece y, a veces, muere.

De la misma manera que las células se transforman en tejidos, neuronas, músculos, tendones, venas, arterias y fluidos, el lenguaje o el idioma se conforma a través de vocablos, frases, expresiones, poemas, relatos y todo tipo de géneros que contienen la literatura y la jerga popular.

A mí me gusta comparar las rarezas de los localismos como si fuesen un antojo, un angioma o un capricho de la piel, una singularidad del habla popular que nos sitúa e identifica en una geografía determinada. Y, aunque desgraciadamente, están desapareciendo por falta de uso, me encanta escuchar las voces que todavía dicen chache, cheche, cachera o jacho, aunque no empatizo con el significado de este último, pues el comportamiento de un jacho es comparable a ser un fanfarrón, brabucón, chulo y bastante fantasma. Qué decir de la expresión ¡arrea! como muestra de sorpresa, asombro o admiración y que en nada se parece a lo que dice la RAE. Voces que desaparecen lentamente a través de generaciones, aunque al menos nos queda la esperanza de que permanecerán en la memoria de los pueblos.

Igualmente, la lengua muta, evoluciona y se transforma añadiendo expresiones de otros idiomas, como los anglicismos. Términos como catering, chat, blog, christmas o camping, por poner un ejemplo, son un signo evidente de la globalización del lenguaje. No obstante, es recomendable no utilizarlos en exceso, sobre todo, cuando podemos emplear una palabra de nuestro idioma que significa lo mismo. Con su abuso nos pueden tildar de excéntricos y pedantes con razón.

El lenguaje crece, pero también merma cuando dejamos de utilizar determinadas palabras, tanto, que algunas pueden llegar a desaparecer por desuso.

A veces, escuchando los diálogos de las películas o en piezas de teatro me sorprendo por la riqueza de las conversaciones, porque en la rutina cotidiana no cabe esa fertilidad de vocabulario, pues cada vez empleamos menos términos para comunicarnos con los demás.

Tengo un buen amigo que, sobre este déficit, suele decir que él, en cuanto al lenguaje, prefiere el máximo común divisor, y eso que confiesa no ser muy bueno en matemáticas. No obstante, me aclara que utiliza el mínimo común múltiplo cuando coexisten varios idiomas y uno de ellos sirve para que dialoguen todos los hablantes.

Otra cosa distinta es la lectura. Allí en los libros, en los poemas, en las novelas o relatos, el idioma suele ser generoso y florido. Leyendo cualquier libro puedes encontrar palabras extrañas o que han quedado arrumbadas y que apenas usamos. Será por eso que ahora me ha dado la manía de marcar y subrayar palabras, frases y diálogos que me llaman la atención por su rareza o porque definen ideas y conceptos dignos de considerar.

Por ejemplo, el otro día, entre las muchas anotaciones, marqué claramente el vocablo “martingala” en un libro de Javier Cercas que se titula “No callar”. Bueno, no exactamente, porque confieso que rotulé toda la frase donde estaba repetida esta palabra, y que dice así: << Cualquier martingala es legítima para cambiar una dictadura por una democracia; dentro de una democracia, las martingalas no son solo ilegítimas sino -sobra decirlo- antidemocráticas >>. El contexto de la frase en cuestión lo sitúa el escritor comparando la época de la Transición -un periodo histórico que supuso el desmantelamiento del franquismo por Adolfo Suárez- con la evolución del proceso de secesión de Cataluña.

Por supuesto que entendí el significado y lo que deseaba expresar el autor, aún así, no dudé en acudir al diccionario para confirmar que, “martingala”, tiene como sinónimos términos tales como: argucia, triquiñuela, treta, truco o marrullería.

Ni que decir tiene que las martingalas siguen existiendo en muchos ámbitos, y que la política no es ajena a esta práctica. Evidentemente, en la pugna por el poder ninguna ideología es inocente, y todas utilizan en mayor o menor medida todas las artimañas a su alcance para conseguirlo.

Igualmente, el eufemismo, que es un vocablo pariente cercano de la martingala, es utilizado en demasía por los medios de comunicación. Me repatea cuando cada mañana escucho las noticias en la radio diciendo, un día sí y otro también: << A estas horas existe una “incidencia” en la linea C-4 de cercanías que provoca retrasos en los trenes >>. Eso, en realidad, supone que cientos de trabajadores llegarán tarde a su trabajo, además de causarles malestar y desasosiego, ¡como si no tuviesen ya bastantes preocupaciones!.

Una incidencia -de incidente- es tratar de suavizar la palabra “problema” en un intento de despistar o confundir a los ciudadanos. Ya está bien de tantos subterfugios y disimulos, los problemas de la gente hay que tratar de resolverlos. Pero resolverlos bien, no utilizando martingalas, ni siquiera con el lenguaje.


Martingalas (Maite Martín-Camuñas)

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Categoría: La caja negra

En un campo de verdor y alegría,
donde el viento susurra resonancias
los caballos corren con valentía,
luciendo orgullosos sus martingalas.
La martingala, arreo elegante,
adorna el cuello con gracia y encanto,
muestra al mundo su porte deslumbrante,
en cada galope, en cada salto.
Con finos cueros y hebillas doradas,
la martingala brilla con esplendor,
acompaña a cabalgatas soñadas,
con destreza y maestría en su labor.
Fluyendo, jinete y caballo danzan,
unidos por lazos de ley eterna.
La martingala, símbolo que avanza,
guiando al binomio hacia una senda tierna.
Y, en cada paso firme y seguro,
la martingala habla de la elegancia.
Un adorno que resalta lo puro
y engrandece lo noble de su alianza.


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