Archivo por meses: enero 2025

Acerca de la amistad (Rafael Toledo Díaz)

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Categoría: La caja negra

Quién no ha tarareado alguna vez en una celebración, en una velada, en un evento o en cualquier sarao “Algo se muere en el alma cuando un amigo se va… y va dejando una huella que no se puede borrar… El amigo que se va es como un pozo sin fondo que no se puede llenar”; deslavazados estribillos de las “Sevillanas del adiós” que utilizan el ritmo alegre de este palo flamenco para expresar un sentimiento de tristeza, una rara combinación que se asemeja a un oxímoron por contrapuestas.

Pero por mi talante algo mustio y sosegado o por mi torpeza para el baile, me gusta más la canción de Alberto Cortez “Cuando un amigo se va”, aunque ambas vienen a contar la misma pérdida afectiva. Bien es cierto que una lo hace desde una dimensión espiritual y la otra, desde un plano más secular.

Hay muchas canciones y cantantes que a través de los tiempos hablan de este sentimiento tan importante para las personas y para la convivencia.

También los grandes nombres de la historia han reflexionado y dictan sus opiniones sobre la amistad. Desde Aristóteles, que afirmaba que la amistad perfecta es la de los hombres buenos o virtuosos, hasta Albert Camus que, entre otras opiniones, mantenía que la amistad puede derivar en amor y nunca al contrario.

Me animo a buscar en el diccionario sinónimos sobre la amistad, y allí, en la pantalla, me encuentro con: Compañerismo, confraternidad, hermandad, camaradería, lealtad o aprecio e incluso se atreven a incluir amor. Pero ninguno de ellos me convence, ninguno es tan redondo, ni describen lo que este sentimiento o emoción implica. No obstante, es habitual aplicarlos o confundirlos con el afecto de forma interesada.

Al abuelo le gustaban mucho los boleros de Jorge Sepúlveda y los tangos de Gardel. Después de sus años de estudiante posiblemente, y con nostalgia, también escuchó a Floreal Ruiz cantando “Mis amigos de ayer”.

Porque el abuelo llegó a cursar tercero de bachillerato que, en aquel tiempo de la posguerra, no estaba al alcance de cualquiera y presuponía un futuro profesional o académico. Por eso, algunos de sus compañeros de entonces llegaron a ser reputados médicos, abogados, empleados de banca e incluso ediles. Pero por razones familiares él no pudo continuar su formación y tuvo una ocupación tan digna como la de cualquiera, pero menos exitosa o lucrativa. De aquellas aspiraciones juveniles quedaron los recuerdos y, olvidados en algún baúl de la cámara, multitud de láminas de dibujo y algunos libros de francés y latín.

Cuando desde la distancia la abuela, viuda ya, recibía noticias sobre personajes notables del pueblo, solía decir orgullosa: “ese fue muy amigo del abuelo”. Si además el susodicho tenía un apellido prestigioso, una ocupación reconocida o un cargo influyente, ella se ufanaba aún más sobre los conocidos de su marido.

Como cualquiera, él se relacionó en diferentes círculos locales, tuvo sus compañeros de trabajo, de la mili, de tertulia o de copas, pero nunca mencionó un afecto particular por nadie. Al contrario de ella, él no ostentó ni solicitó ayuda a esa red de conocidos que, por su estatus, pudieran facilitarle un documento, acelerar algún trámite o para resolver cualquier asunto administrativo.

Es más, sobre determinados círculos o ambientes, como en los negocios, la política o la economía y, en cuanto a la amistad, el abuelo manifestaba notorios reparos. Guiñando un ojo, decía que no casaban bien. Quizás por eso, y de forma desenfadada, afirmaba que el mejor amigo era un duro en el bolsillo.

No estoy muy convencido de su punto de vista pues, aunque reconozco que el dinero sirve para aliviar o resolver muchos contratiempos, en cuestiones emocionales apenas importa a no ser que seas un adulador; y así una amistad interesada no tiene ningún valor.

Seguramente la abuela confundía la importancia y los valores de la amistad deformándolos y presumiendo de ellos con un orgullo extravagante.

A las redes sociales actuales les pasa lo mismo, que subestiman e infravaloran la amistad. Aunque Roberto Carlos cantase que deseaba tener “Un millón de amigos”, no es de recibo ni lógico que lleguemos a tal cantidad. Ni siquiera es comprensible tener cientos, o miles, porque ni a una minoría los podemos conocer personalmente. Son apenas una lista de nombres o seudónimos vinculados por cualquier interés común, por alguna afinidad o por simple cotilleo, y siempre unidos por un algoritmo caprichoso.

Particularmente reconozco que, entre mis contactos, hay algunos con los que me gustaría tener mayor relación o complicidad porque sus perfiles son muy interesantes e invitan al aprendizaje. Pero la realidad es que mis íntimos no llegan a superar los dedos de una mano, fieles, incondicionales. Junto a ellos sería capaz de perder la vergüenza y, aunque desafinando, me atrevería a cantar la canción de “Los Manolos” “Amigos para siempre”. Porque eso es lo que quiero, mantener este gran patrimonio; y si alguna vez perdiera su confianza o desaparecieran de mi entorno, no sé cuánto de mí se iría con ellos.

“Amigos”, de Carmen Guardiola


Como jugar al truque (Carmen Paredes)

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Categoría: La caja negra

Como jugar al truque

todo es brincar en un solo pie

los dos y otra vez en uno

casilla a casilla

y según la habilidad con la piedra

se avanza

o se pierde vuelta

Ante estas nuevas líneas de tiza

que se extienden

me salto las reglas

y sí que sí 

entro con las dos piernas

que soporten los cantos de siempre


Propósitos para el año nuevo -Este, sí que sí- (Ismael Sesma)

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Categoría: La caja negra

Volver al gimnasio, que ya me vale. Demostrar modales cuando me enfadan. Dejarme el orgullo en el armario. Comer lo justo, salvo que haya razones. Desprenderme de algo de lo que me sobra. Soportar mejor lo imprevisto. Cruzar por pasos de cebra. Escuchar a mis suegros. Pensar antes de hablar. Pensar antes de comprar. Pensar. Odiar lo justo. Conducir tranquilo. No tocar el claxon por todo. Ser indulgente, que dice mi mujer. Ganar en paciencia, ¡pero ya!, que contaba Eugenio. Probar la cerveza sin alcohol, el puré de calabaza y la borraja.

No mentir, si no es imprescindible. Adelgazar (si voy al gimnasio,…). Tirar de la cadena cada vez. Prestar atención a lo que me rodea, a veces hay sorpresa, como en el roscón. Volver al gimnasio (ya lo he puesto antes, no importa). Mirarme al espejo e intentar reírme. Reír, en general. Soportar la tontería ajena, ¡qué difícil! Rescatar alicientes de pareja. Regalar (valen cumplidos). Preparar barbacoas, ser anfitrión. Dejar descansar al móvil. Perdonar y ser humilde, al menos una vez al mes. Recordar cumpleaños. Ayudar a recoger la casa. Contestar cuando me pregunten, aunque no me apetezca. Leer algún libro. No hacerme el sordo o el dormido (mamá diría hacerme el sueco). Fumar menos. Cumplir al menos uno de ellos.


Este año, sí que sí… (Sandra García)

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Categoría: La caja negra

La duda me acompaña desde que tengo uso de razón. ¿Será lo adecuado? ¿Es lo que necesito? ¿Estaré en lo cierto? ¿Y si sí? ¿Y si no? Dichosos “y si”.
Son admirables esas personas que, de manera enérgica e irreflexiva actúan directamente, aun con todas las consecuencias que en ocasiones eso supone.
Dicen que para encontrar el equilibrio hemos de posicionarnos en un punto medio. Cuestionar y cuestionarnos. No guiarnos sólo por lo que escuchamos desde fuera. Analizarlo en nuestro interior y, sobre todo, sentirlo antes de tomar decisiones o de construir creencias propias.
Pero en ocasiones también es necesario sentir el aire que nos sopla en la cara a las puertas del abismo. Dejarnos invadir por el impulso de la adrenalina que nos humedece las manos y hace trotar nuestro corazón. Dejarnos arrastrar por la corriente del viento nada más lanzarnos sintiendo lo que nos abruma y nos asusta para que tras asentarse todas esas emociones podamos contemplar y disfrutar de la belleza del paisaje y el horizonte que se distingue ante nosotros. Dejarnos mecer por el viento una vez conseguimos desplegar el paracaídas de alas prestadas que doma el viento y nos desplaza aprovechando las corrientes.
Este año, primero nos lanzamos y luego improvisamos.

Este año sí que sí…



Estrenos de enero (Maite Martín-Camuñas)

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Categoría: La caja negra

Un nuevo invierno
nuevos fríos
nuevas nieves
nuevas aguas.
Nuevas despedidas
nuevos encuentros
todo parece renacer
una y otra vez,
nuevas historias
viejos recuerdos.
Pero este año,
en este enero que comienza
entre todo lo nuevo,
este año, sí que sí,
volveré al gimnasio


Propósitos de enmienda (Rafael Toledo Díaz)

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Categoría: La caja negra

Como aún no han terminado las navidades, Manolo y un servidor hemos decidido tomar una copichuela para celebrarlas y así aprovechar el rato para intercambiarnos la lotería que llevamos para el Niño, porque en la del veintidós nos ha tocado la pedrea y hemos vuelto a echar lo jugado. Seguro que al final nada de nada, pero en fin, que la ilusión nunca se pierda.

Hemos quedado en el “Carrefur” en una anodina cafetería de las múltiples franquicias que acaparan la restauración en los centros comerciales. Ambos comentamos con nostalgia el sabor de las viejas tascas donde nuestros paisanos echaban las horas charlando y arreglando el mundo con un vaso de vino en la mano.

Nosotros, que ya estamos mayores, nos conformamos con un descafeinado de máquina con sacarina y una cerveza cero-cero. En el ambiente resuena a toda pastilla “Todo lo que quiero para Navidad eres tú”, el famoso villancico de María Carey, o Caralla, o como se diga. Aunque le digo a Manolo que a mí el que más me gusta es “Last Christmas” de Wham y sobre todo si lo cantan en la Plaza Roja de Moscú un coro del ejército ruso con sus gorras de plato tan características. Ah, y cayendo la nieve. Le digo a mi amigo que hace unos años lo vi en el “Yutube” y me encantó la versión, y no soy el único al que le gusta, eh, que se hizo viral.

Mi comentario sobre el coro ruso le viene de perlas para darme su opinión sobre la política internacional. Mira, me dice, desde lo del Brexit, Europa anda como pollo sin cabeza, la guerra de Ucrania no se acaba, Alemania no tira del carro y Francia está sin rumbo.

Asiento con la cabeza su razonamiento y añado que además aquí tampoco estamos mucho mejor, que con una legislatura tan compleja y endiablada la cosa está difícil.

Ante el confuso panorama, Manolo me enumera algunas causas como, por ejemplo, la polarización, también porque sin consensos es muy complicado negociar. Y, recalca, feo está el asunto cuando cada grupo va a lo suyo, que la pregunta más repetida es: ¿Qué hay de lo mío?

Joder Manolo, le digo, de fiesta y tan pesimistas, vaya unos carcas que estamos hechos. Y mi amigo me rebate, pesimistas no, realistas, somos realistas, no te confundas.

Así que menudo año nos espera con este panorama. Porque en realidad la vieja Europa de raíces judeocristianas y repleta de historia ahora tiene muy poco peso en la política mundial y no hace falta ser un lumbreras para tener esta percepción. Aquí, y resignados, el personal trata de obviar la política y solo se moja debatiendo si eres más de la Revuelta o del Hormiguero, aunque tampoco está la tele para tirar “cobetes”

Imagen de Carmen Marcos Guardiola

Volviendo a las fiestas que nos han convocado, ambos coincidimos en que ya no tienen cabida los viejos villancicos que cantaban nuestros abuelos al calor de la lumbre; coplillas atrevidas y casi obscenas que no serían acertadas en un entorno donde todo se cuestiona. A lo más que me atrevo, y solo lo pienso, es a fantasear que los peces en el río beben en una fuente rebosante de ginebra, vodka o anís que, por color, es lo más parecido al agua. Además, del anís ya ni me acuerdo porque, años ha, en estas celebraciones, tras un par de copas me daba ardor de narices, así que no he vuelto a probarlo.

Como está a punto de iniciarse el 2025 nos reímos del topicazo sobre las buenas intenciones para la añada que se avecina, noticia tan recurrente como frívola que cada año repiten en los informativos.

Evidentemente, y no sin esfuerzo, ambos dejamos de fumar hace ya casi una década y nuestras bebidas habituales son sin alcohol y sin azúcar, vamos, puro “aguachirri” en pos de la salud. Así que para que no aumente el pastillero, y a regañadientes, también nosotros hemos hecho unos cuantos propósitos de enmienda a nuestra medida y en función de nuestras posibilidades.

De momento hemos decidido reforzar algunos hábitos saludables como salir a caminar más y si puede ser, más deprisa. También vamos a disminuir el consumo de embutido, a poder ser unas lonchitas de pavo o jamón york, poco jamón y del bueno, por lo de la sal. Nos planteamos alimentarnos con menos precocinados y más purés de verdura, así evitaremos problemas con una dentadura que ya tiene algunas bajas. Y, por supuesto, beber cada día más agua, si es embotellada mejor, no vaya a ser que la cal nos afecte negativamente al organismo; ah, y utilizar el ascensor solo en caso necesario.

También nos hemos propuesto, si es posible, vencer nuestra apatía y apuntarnos a bailes de salón para mover un poco el esqueleto, ir más al cine y al teatro, ver menos tele y leer un poco más. Menos “wasaps” y quedar más con los amigos, aunque sea para cortar trajes.

En un plano más íntimo y personal voy a intentar hablar menos y escuchar más. Y, sobre todo, tengo que dar más besos y abrazos a los míos, estar atento a las pequeñas cosas y obviar en lo posible los contratiempos. Creo que debo aceptar con resignación mi torpeza y vencer la desgana de afeitarme. Ah, y el tema de la brecha digital, que se me resiste.

Seguramente todos estos objetivos se irán devaluando en el transcurso del año, es normal. Pero debo, debemos intentarlo, le digo a Manolo, porque la vida es un caer y levantarse constante, como el propósito de enmienda ante los pecados que nos contaban los curas de pequeños.

Hemos de mantener la curiosidad como un objetivo al que nunca debemos renunciar para tener una buena salud mental, e imprescindible, creo que debemos renovar la ilusión cada día; porque me da a mí que este año sí que sí el Atleti puede ganar la liga.


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