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No es cosa menor (Rafael Toledo Díaz)

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Categoría: La caja negra

En estos días de otoño tan propios para el recogimiento, me he puesto a leer una novela de un poeta almagreño poco conocido. Como su nombre no es mediático, algunos lo tildarán de narrador menor; además nunca presume de su faceta literaria y declara con sencillez, y casi con orgullo en su currículo, que es un trabajador agrícola.

Sin embargo, algunos de los que le seguimos, somos conscientes de su buen hacer en el campo de la fotografía y, sobre todo, de sus acertadas explicaciones sobre la pequeña fauna. Además, y en las Redes, destacan sus apuntes tan concisos y concretos, ideas que no resultan indiferentes pues muchas de ellas provocan la curiosidad sobre su vida personal, invitando a descubrir sus pequeños secretos, a saber de sus emociones y a escudriñar en su universo íntimo.

Pero centrémonos en la novedad de su última novela que también es diferente a la norma, un libro que consta de dos partes, una en prosa con textos cortos como fragmentos desordenados de un diario y otra, en verso. Aunque ambas vienen a contar la misma historia, los mismos hechos, o simplemente se complementan una a otra.

Unos acontecimientos que en la mayoría de los casos no son explícitos, si acaso intuyes sus sentimientos, su estado de ánimo. Porque no es cosa menor el amor, pero tampoco el desamor, o la ruptura, el fin de la relación y cuánto de traumática ha resultado.

Percibo que el dolor ha servido para crear pero, ¿a qué precio?, me pregunto. Sabemos que hay un resultado evidente, una menor, una criatura, una musa que inspira al poeta. Aunque la distancia y su ausencia le generan tristeza porque Alejandra es todo para él y casi siempre está lejos.

Alejandra genera historias que se traspasan a los libros que su padre escribe para compartir su sensibilidad. Emociones donde no solo hay angustia, porque ella le provoca con su inocencia la ternura, la sorpresa del conocimiento, el descubrimiento compartido y, seguramente, la risa.

Dibujo de Carmen Marcos Guardiola

Que están unidos a pesar de kilómetros y lejanía es evidente, es más, a veces utilizan trucos para compartir el momento. Los dos contemplan la misma luna, un astro que sale cada noche para todos pero en especial para ellos que piensan que la mirada del astro les puede unir. ¿Ves la misma luna que yo – desde aquí, la distancia no es tan fría – veo?

No suele el poeta regodearse en el paisaje manchego, ni siquiera fotográficamente, aunque es cierto que lo describe someramente a través de sus emociones durante la faena en el campo. No es un poeta de molinos, o de viejas metáforas, o de lenguaje trasnochado, es así porque todavía es muy joven o, simplemente, distinto, sin adornos ni engolamientos rimbombantes en sus versos, estilo que agradezco.

Y, sin embargo, hay un atisbo de añoranza sobre el páramo donde creció, en el que reside su familia y reposan sus ancestros. Septiembre es amarillo como las anchas llanuras de la tierra donde nací, dice en sus versos. Alejado de su geografía natural y de sus hábitos, vive durante un tiempo exiliado o desterrado por amor en otros parajes menos conocidos y que le resultan extraños, pero donde seguramente también ha dejado otros afectos tras el fracaso o el desamor – Me refiero cuando dije que aquel pueblono es para mí-. No es cosa menor el desamor que causa heridas en el alma, en la conciencia o donde fuera.

Resulta difícil equilibrar la realidad frente a la ficción, sobre todo porque cuando las emociones están a flor de piel surgen los roces entre la rutina de la intendencia del hogar y el afán de los anhelos, de los sueños o de la fantasía.

Y no, no me ha resultado fácil leer “Nadie me dijo que soñara” será porque en sus páginas hay verdad, hay dolor, hay contención, resignación y coherencia con las decisiones. Pero nada es explícito y debes hacer un esfuerzo para entender, aunque si conoces un poco al autor sabes que es un hombre sensible al que debes adivinar.

Yo, que disfruto a manos llenas y cada día de la ternura, la fantasía y el crecimiento de mi nieta percibo y entiendo su lamento. Un quejido que comparte a través de estas páginas y que seguramente le sirven de terapia para calmar su dolor.

Comprendo al poeta y su desconsuelo. Sin embargo, Alejandra, su musa, su cariño, debe tener la posibilidad de vivir con normalidad sus dos realidades y que no le afecten en su desarrollo. Como ella, hay infinidad de niños que crecen en una dualidad de afectos que deberían atesorar en su memoria infantil para hacerlos mejores personas. Y así, la realidad con su madre, que no la conocemos, no debería ser antagónica. Por eso celebro este libro y la delicadeza y discreción de Jesús Miguel Horcajada con la otra parte del relato.


En manos de los dones del tiempo (Carmen Paredes)

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En manos de los dones del tiempo

pasan los años

acumulados de instantes

aunque el tren de los días se haya ido

con su carga de horas

vuelve por los raíles de la memoria

y hace parada en nuestra frente

que no nos reintegra lo vivido

su regreso trae un último vagón

que sonríe y llama

……………….chu chu

……………………..chu chu

……………………………chu chu

queda aún viaje y espacios nuevos


Espuma del tiempo (Ismael Sesma)

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Pasear sin reloj, sin rumbo, incluso sin móvil. Gastar bastón. Ver al prójimo en la tarea y sonreír sus afanes. Sabe más el diablo por viejo. Gatillazos sin pistola. Sí, se puede. Ir a buscar a los nietos; sus caras de sorpresa, el cosmos en sus ojos. Arritmias que van y vienen; tic tac, tic tac. Me hace falta un pastillero. Comida con los amigos, risas hasta de la propia sombra. Dolor de rodillas. Charlar con el gato.

Ser autónomo, vestir de colores. Los derechos no son gratis, se conquistan. El tiempo chorrea entre las manos. ¡No sea triste! Una porción de expectativa, otra de ilusiones, unas gotas de nostalgias, un golpe de miedo y rayadura de futuro; agítese y sírvase a temperatura ambiente. El reloj del abuelo, en el salón, todavía. ¿Dónde habré dejado las gafas? El peso de las ausencias. El poso de las ausencias. La tecnología abruma, las piernas duelen, sobre todo en verano. Ilusión de casi todo, servida en vaso de chupito. Casi nada es intrascendente. Insomnio secundario. Madrugar por placer, explorar caminos. Ver fotografías color sepia; comparar, o no. La parca, en bastidores. Conversar, debatir, despotricar; empatizar. Silencio, que no soledad. Mi sillón, que envejece conmigo. Soplar las velas, superponer pasado y presente. Todavía vinilos que suenan como ángeles. Una copa de vino. ¿Te acuerdas de? Todo es relativo, hasta lo imprescindible. Alimentación sana, ejercicio sostenido, apoyo emocional: ¡bingo! Turismo de balnearios y tanatorios. Este mundo es otro, el nuestro lo liquidaron a precio de saldo. Trasegar cultura. Solitarios y soliloquios. Caricias. Lo urgente, lo importante, lo por hacer. Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar. La juventud apenas baila. Dignidad de los años. ¿El futuro?, acompáñeme, en esas estoy.


Romeo y Julieta (Maite Martín-Camuñas)

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Categoría: La caja negra

A Romeo le brotaron níveas

hebras de plata.

A Julieta, la vida la marcó,

de derrotas la piel.

Él fue a buscarla,

le dijo: traigo

anhelos de marcha

y ella aleteó

las pestañas

prendiéndose de su mano

se encaminaron al baile

Y allí danzaron

toda la noche;

Él le mostró

una gragea azul

el rubor le cubrió

a Julieta la piel

y mirándose a los ojos,

antes de la aurora

se desplomaron

en el tálamo

y deleitaron sus anhelos.


Solsticio (Carlos Lapeña)

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Categoría: La caja negra

Proliferan hacia el final del otoño, cuando el paisaje se asoma al invierno, igual que ellos al final de la vida.

Proliferan, como una redundancia, cuando el tiempo y el clima parecen decididos a esparcir señales de muerte por el mundo.

Un árbol desnudo. Un viejo consumido.

Una noche helada. Una vieja con oxígeno.

En un primer momento los miro desde lejos, manteniendo la prudencial distancia de la edad.

Sin embargo, cada día estamos más cerca y no sabría decir quién se acerca a quién, ni de qué manera ese espacio temporal, que a la vez nos separa y une, se va reduciendo.

Ellos parecen tener el poder de quedar suspendidos en un estado por el que avanzan muy lentamente.

Yo percibo que esa lentitud es inversamente proporcional al ritmo de mi avance y que, en esta ocasión, Aquiles alcanzará a la tortuga, inexorablemente.

Soy ellos, allá vamos.


Mayores (Carlos Gamarra)

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Categoría: La caja negra

La piel se torna mapa del camino

las manos huella del paso del tiempo

y en sus pupilas un fulgor ardiente

que no se apaga aunque transcurran los años

.

Aún sueñan con los cuerpos entrelazados

con labios que recorren las heridas

el amor vive como llama oculta

silencioso profundo eterno fuego

.

La avanzada edad no es el final es tránsito

pues en el ser mayor la luz persiste

se enfrenta al fin como quien comprende

que cada etapa tiene su verdad

.

Y en el ocaso el amor resurge

se hace eterno en cada beso dado

y lucha al final con el corazón abierto

saboreando el sol que nunca muere


Nostalgia (Maite Martín-Camuñas)

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Los vestigios del tiempo

se amontonan en su mirada,

las heridas de la vida

surcan de caminos su piel.

Aquellos dulces amaneceres

entrelazada con un alma leal.

Los sollozos de los niños

solicitando su atención

partieron hace tiempo

Hoy sólo la acompaña la melancolía,

su piel deshabitada,

los encuentros que se dilatan.

La existencia sigue rodando

en los contornos de su ventana,

espera mansamente

una mano que arribe

para trasladarla

a esa luminiscencia

qué sabe la aguarda.



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