El peaje (Ana Toledo)

El peaje (Ana Toledo)

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El transcurrir de los días hacían que Mónica se fuera apagando poco a poco. Sin sueños, envuelta en la rutina de llevar una casa, dos niños que entran en la preadoslescencia y con un compañero de piso más que un marido, ella se dejaba llevar.

Mónica salía de trabajar a las seis de la tarde, minutos arriba, minutos abajo. Cada día en su coche veía como las luces de la ciudad se encendían teñidas de rojo, un rojo intenso provocado por los faros de freno de lo coches que formaban el atasco diario. Pero fue un martes cuando su monótona vida cambió, un aviso de accidente hizo que en plena M-50 optara por coger la carretera radial y así llegar antes a casa. Un camino alternativo, sin apenas importancia, sabía que le costaría dinero pero ese día no daba para más y pensar en el calor de su casa hacía que valiera la pena. Su primer encuentro fue fugaz, pero con solo una canción que sonaba dentro del coche y unos céntimos resistiéndose, fueron elementos suficientes para hacer que Mónica y Álvaro cruzaran una mirada que derivó en media sonrisa. Mónica no lo sabía pero ese gesto hizo que en la rotonda de entrada no le importara demasiado que un Golf rojo se le colara.

A la semana siguiente una fuerte lluvia sirvió de excusa para volver a coger la carretera R-4 alternativa. Aunque la principal razón de Mónica era llegar antes a casa no pudo evitar recordar a Álvaro, aunque para ella era el del peaje de ojos azules. Sus encuentros se fueron sucediendo durante meses y aunque Mónica nunca coqueteó con palabras, ella era más sutil, usaba la emisora o directamente CDs cuidadosamente escogidos. Pero desgraciadamente Mónica no podía ver a Álvaro todo lo que ella quisiera, cada encuentro le costaba 1,55 euros y ella, mileurista y con cuatro bocas que alimentar, tampoco se podía permitir ese privilegio diariamente.

Sin embargo, un día a las ocho y media de la mañana escuchó por la radio que se habían aceptado los presupuestos del Estado, y Pepa Bueno subrayó cómo el coste de las carreteras radiales iba a disminuir. Mónica tuvo uno de los mejores días de su vida, rebosaba ilusión, felicidad, si sus encuentros con Álvaro aumentaban, quién sabe, pero esa ilusión le había devuelto una sonrisa que pensaba perdida.

El lunes al salir del trabajo no se lo pensó dos veces, el intermitente brillaba con más fuerza, o eso le parecía a ella, y con los ojos como platos veía un cartel que ponía el nuevo precio, asumible para su economía y el precio a su nueva vida. Un folio lo anunciaba, 0,55 euros. Ahora vería a Álvaro todos los días, y los meses de miradas quedarían en la historia porque sabía que había algo entre ellos. Pero la decepción no tardó en llegar cuando vio que el puesto de Álvaro estaba cerrado. Al día siguiente La Cadena Ser lo anunciaba, los puestos de peajes han tenido que reducir el número de empleados dada la bajada de precios. Mónica nunca volvió a ver a Álvaro.


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