Ni tan mal (Ismael Sesma)

Ni tan mal (Ismael Sesma)

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Categoría: La caja negra

Ramona se empeñó en adoptar un gato; decía que quería otra presencia viva en casa. Dice: Además, he leído que las mascotas aumentan la inmunidad de sus dueños y favorecen su convivencia.

Fuimos a la protectora y elegimos uno de cara simpática, que parecía pintado en blanco y negro a brochazos. Ramona se empeñó en llamarlo Aranceles.

Digo: Aranceles no es nombre de animal y además es un plural.

Dice: Tu madre se llamaba Ángeles y solo era una; tocapelotas, pero una.

Pienso: Ya te encargabas tú de sacar lo peor de mi madre. Pero no digo nada.

Al principio, Aranceles se escondía cuando yo aparecía en el salón y solía elegir para sestear una pieza de la casa distinta a la que yo ocupara. Con el tiempo, su comportamiento cambió y llegó un momento en que me lo encontraba a cada paso que daba: de hecho, en ocasiones me parecía que había más de un gato en casa.

No me equivocaba, Aranceles se había desdoblado. Tuve dudas hasta que una mañana le vi reflejado en el espejo de la habitación, al tiempo que estaba subido en mi cama. Aranceles Uno estaba conmigo, viendo cómo me vestía, mientras que Aranceles Dos cruzaba el pasillo para entrar en la cocina, donde se escuchaba canturrear a Ramona.

Desde entonces, pasé a observar la realidad que se me ofrecía desde el espejo. No me sorprendió demasiado ver que su reflejo me devolvía a otro yo de mí mismo; digamos Manolo Dos, que mientras yo estaba en la habitación ocupaba el resto de la casa como si fuese suya.

Convivimos los cinco juntos pero no revueltos durante algún tiempo, hasta que una noche me quedé en el salón viendo la tele. Ramona se acostó.

Dice: Estoy cansada, ahí te quedas. Buenas noches.

Digo: Hasta mañana. Que descanses.

Al rato me pareció escuchar ruidos y me asomé a la habitación. Ramona estaba dormida y todo era silencio. Azorado, recoloqué el espejo contra la cama y la habitación se llenó de jadeos, susurros y algún grito. Desde el otro lado, Ramona y Manolo Dos protagonizaban una escena de sexo desacomplejado y jovial, con la que deseé identificarme, aunque tenía poco que ver conmigo.

Pienso: Quizás cuando Ramona habló de tener otra presencia en casa se refería a esto. La realidad se ha escindido y Ramona ha decidido quedarse con Manolo Dos. No se lo reprocho, en el sexo no hay comparación. Y luego: Quizás Ramona puso al gato un nombre plural para que la realidad se desdoblase; quizás estaba cansada de nuestra vida prosaica y ha encontrado el mecanismo en algún libro de divulgación que tanto le gustan.

Aquella noche dormí en la habitación de los invitados. Soñé con una cadena de montaje en la que se apilaban Aranceles y Manolos a la espera de ser embalados y distribuidos. Cuando desperté, Ramona no estaba.

Pienso: Decir que Ramona no está es quedarme muy corto; en casa no hay nada de ella, ni siquiera su olor.

Desde entonces, Aranceles Uno y yo vivimos solos. He alquilado la habitación de los invitados a una productora de porno. Pagan muy bien y en ocasiones me dejan estar en los rodajes; otro ejemplo de realidad alternativa, como Ramona y Manolo Dos al otro lado.

En cuanto puedo, desplazo el espejo por toda la casa y los observo a su través. Ramona cada vez está más guapa y Manolo Dos parece un marido cariñoso, atento y un atleta sexual, como muchos de los trabajadores del porno que actúan en la habitación de los invitados. Aranceles Dos asoma alguna vez, me mira como si me viese, y me ignora.

Tengo la idea recurrente de sacrificar a Uno (ahora le llamo así, por acortar), para ver si así se recompone la realidad y Ramona y yo volvemos al estado anterior; la echo de menos. Pero no me decido.

Pienso: Si volviésemos atrás, quizás sería yo el amortizado.

Me imagino a Uno muerto y yo perdiendo consistencia, hasta diluirme en el vacío. Y razono que, en realidad, a este lado tampoco estamos tan mal.


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