Álgebra (Ismael Sesma)

Álgebra (Ismael Sesma)

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Categoría: La caja negra

Dicen que soy tímido y apocado como mi abuelo Andrés, que llegó a ser jefe de tren; también decidido y perseverante como mi abuela Ángela, que sacó adelante a sus diez hijos; mañoso, austero y ahorrador como mi tío abuelo Fermín. Además, tengo la nariz y las manos grandes de mi tío Senén, el color de pelo pajizo de mi tía Satur y el sentido del humor abierto y un punto descarado de mi bisabuela Paula. Hablo con la misma cadencia y expresiones que mi tío Matías, el locutor; me gustan la brisca, el tute y los cubalibres de ron, como a mi tío abuelo Cosme, y mis nulas habilidades deportivas son el sumatorio de las de toda mi parentela, hasta donde la memoria les alcanza; el deporte, entre nosotros, solo se concibe desde el sillón. Cuando me pongo un traje, de forma invariable escucho que tengo la misma percha que el bisabuelo Arturo, el militar.

Para mi familia, soy una especie de Frankenstein, un libro de texto que compila recortes de la genética o el comportamiento de los que me precedieron. Aunque intento ser autónomo, cargo con la historia acumulada de todos mis antepasados y cualquier cosa que diga o haga, se convierte al instante en reflejo rememorado de alguno de ellos. Me consta que no lo hacen de mala fe, todo lo contrario, para ellos soy un espejo y la contemplación de mi aspecto o accionar resulta una forma de revivirlos en mí; una costumbre familiar instaurada hace tanto tiempo, que empapa los genes y el entendimiento de la vida.

En estas condiciones, me resulta imposible completar cualquier conducta o hábito que pase por ser original, con el estrambote de la dificultad para desarrollar un carácter autónomo, una sana autoestima. Aunque me cuido mucho de comentarlo, porque al instante lo relacionarán con tía Virtudes, la soltera.


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