Apuntes del natural (Ismael Sesma)
Categoría: La caja negra
Estoy en misa, dejaba apuntado mamá cuando, embozada de ella misma, marchaba con el otro. Carol estaba al tanto, siempre fueron cómplices y confidentes; compartían la ropa y el lápiz de labios, madre e hija casi intercambiables: descubrimiento y encubrimiento. Aquellas misas se me hacían largas y terminaban antes de que llegase papá. No te enterabas de nada, enano, me repite Carol; todo envuelto en neblina de distancia pueril.
Hace años que le saco la cabeza, pero seré el enano para siempre; predestinación del orden. Un niño que, en la desbandada general, quería sentirse apegado al hilo que urdía su familia. ¡Jauja! Hasta hoy me atraviesan los años y los recuerdos, rebosantes de posos en busca de un farol, de un anclaje, de un buscar el lugar de asiento. Carol siempre lo ha sabido, pasaba más tiempo conmigo que mamá, pero le cuesta estar, le sale escapar para evitar el peso. Papá era apenas una sombra de anochecida que pedía la cena con ademanes de sus manazas, siempre a punto para ponerlas en marcha. Eres de mecha corta, solía decirle mamá, que le conocía mejor que él mismo. Papá echaba una risotada, la cogía por la cintura y hacía una seña a Carol: a la cama. Parece que se querían, hasta que papá descubrió la verdadera liturgia de los amantes y lo resolvió de la única manera que su genética conocía: a ella la mató y al monaguillo lo mandó al hospital. En la cárcel se transmutó, pasó a ser un asceta callado y dócil, aunque quien lo apretó comprobó que todavía le quedaba corta la mecha; de la palabra al acto media un instante. Personaje periférico de mi infancia, solo lo visité cuando no había más remedio; se trataba de cabalgar la marejada de sentires, intentar darles un sentido y plenitud en medio de tanta ausencia. De todo aquel crecer con mi circunstancia ha quedado mi querencia escéptica por la iglesia, sus gentes y sus ceremoniales; estar en misa tiene un significado literal, que contrapongo al recuerdo de mamá; no hay perdón sin contrición. Aquí quedamos Carol y yo, ella siempre más huérfana, los dos chapoteando entre el pasado y el presente, cada uno flotador del otro; equilibristas en el alambre de lo cotidiano.