Ociosa mente (un diálogo) (Carlos Lapeña)

Ociosa mente (un diálogo) (Carlos Lapeña)

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Categoría: La caja negra

ALUMNO: ¿En qué momento el ocio deja de serlo, maestro?

MAESTRO: Hay dos modos de enfocar el ocio…

ALUMNO: El diccionario de la Academia le dedica cuatro acepciones…

MAESTRO: Pero la pregunta no se la has hecho al diccionario, ¿cierto?

ALUMNO: Cierto. Pido disculpas.

MAESTRO: Nunca te disculpes por querer saber. La impertinencia también puede ser una virtud. Repito. Hay dos modos de enfocar el ocio; uno, en su relación con el trabajo, se refiere al tiempo libre entre jornadas laborales; otro, en su relación con nuestra actividad cotidiana, se refiere a la inacción.

ALUMNO: Por lo tanto, el ocio deja de ser ocio cuando trabajamos o cuando actuamos… No existe ocio durante el trabajo ni mientras estamos activos…

MAESTRO: Pero entendiendo estos dos enfoques por separado, lógicamente.

ALUMNO: ¿Entendiéndolos por separado? No entiendo.

MAESTRO: Si durante nuestro tiempo libre, de ocio, nos dedicamos a pintar nuestra casa, por ejemplo, realizamos una actividad y anulamos, negamos, el ocio. Si hacemos de la inacción nuestro oficio, ocurre lo mismo. Por lo tanto, ocio como tiempo libre y ocio como actividad se magnifican por separado, pero relacionados se anulan.

ALUMNO: Es decir, el ocio, en cuanto tiempo, no se define por lo que hagamos, sino por estar fuera de lo que entendemos por oficio, y el ocio en cuanto acción, no se define por el tiempo, sino por nuestra actividad.

MAESTRO: Así es…

ALUMNO: Aunque, me asalta una duda. El trabajo es actividad por definición, maestro, y, entonces, ¿podría entenderse que anula doblemente la idea de ocio?

MAESTRO: Bien traído… Veamos una excepción a tu argumento. Pensemos un trabajo inactivo… En La casa de las bellas durmientes, la novelita de Kawabata, ellas trabajan durmiendo y ellos pagan por contemplarlas. Podríamos hablar de redundancia del ocio: en el trabajo de ella y en la actividad de él. La inacción de ambos es casi absoluta. Hasta que se sube un peldaño más: ambos duermen. Alcanzamos así la apoteosis del ocio. ¿Lo recuerdas? ¿Qué opinas…? ¿Estás de acuerdo…? ¿Ya te has dormido? ¡Ay, señor! No tiene remedio, pero es tan hermoso…


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