Fabula, que algo queda (Ismael Sesma)
Categoría: La caja negra

Érase una vez un cuervo que había robado al descuido un trozo de queso y se había posado en una rama para comérselo. Un zorro, que había visto lo sucedido, se acercó al cuervo con idea de quitarle el queso.
– ¡Qué bella ave! ¡Seguro que vuestro canto hace honor a vuestro bello plumaje!
El cuervo tenía el conocimiento que da la edad y comprendió enseguida la jugada de su adversario. Dejó el trozo de queso bien sujeto entre dos ramas y sonriendo le dijo:
– ¡Valiente martingala te traes! ¿Qué te habías pensado, zorro engreído, que iba a dejar caer el queso?
El zorro, viendo que su celada estaba descubierta, se marchó con el rabo entre las patas, renegando. Tan ensimismado caminaba, que tropezó y se cayó todo lo largo que era. Comenzó a gritar porque se había dado un buen porrazo.
– ¡Mala suerte la mía! – gritaba compungido – ¡Sin queso, herido y dolorido!
El cuervo, que había seguido con la vista al zorro, desmenuzó el queso, le acercó una porción y volvió a su rama para dar buena cuenta del resto de la suculenta comida.
– Para que dejes de maldecir tu suerte – le dijo entre bocado y bocado.
Pero resultó que el queso estaba en mal estado y ambos animales hubieron de purgarse para recuperar la salud. Así, decidieron recolectar juntos hierbas y bayas del bosque. El cuervo permanecía en silencio, intentando extraer la moraleja de lo sucedido. El zorro, que pareció leerle el pensamiento, le dijo:
– En las fábulas antiguas, nuestra posición y la moraleja estaban claras. Pero la realidad ahora es mucho mas compleja. Eso que dicen algunos de que la vida es justa es otra martingala -añadió-. Esta vida hay que tomarla según se presenta, que nunca se sabe lo por venir.
El cuervo ponderó que el zorro muy probablemente tenía razón, pero se guardó muy mucho de hacérselo saber. Es de sobra conocido que zorros y cuervos nunca se han llevado bien.
