El héroe (Maite Martín-Camuñas)

El héroe (Maite Martín-Camuñas)

Categoría: La caja negra

Entró de buena mañana en la cocina, antes de que se levantara el resto de la familia. Había amanecido con un propósito, uno intimo y personal, del que no quería informar a los demás hasta saberse capaz de realizarlo con éxito.

Tras tomarse un café apresurado y habiendo cerrado, con todo el cuidado de no hacer ningún ruido, la puerta que daba al pasillo, se dispuso, algo nervioso, a preparar su propósito.
Sacó del frigorífico con sumo cuidado un par de huevos, del cajón de las verduras del mismo, extrajo un limón de mediano tamaño y con todo ello se dirigió al mostrador y lo depositó sobre la tabla de cortar.
Continuó con sus preparativos extrayendo el vaso de la batidora y colocándolo próximo a la tabla; a continuación y con un ligero temblor de manos, procedió a cascar el huevo contra la superficie afilada del cristal del vaso, se escuchó un pequeño ruido sordo, que sonó como un craash, tras ello introdujo sus dos dedos índices en la ranura recién abierta y haciendo una ligera presión partió la cascara por la mitad cayendo el huevo con su clara y su yema al interior del vaso haciendo un plafff sordo y apagado. Tras el huevo tomó el limón y con un gran cuchillo lo colocó sobre la tabla y de un solo tajo lo abrió por la mitad, cogió en su mano izquierda una de las mitades y con un tenedor eliminó una a una todas las semillas que contenía y, tras cerciorarse de que estaba limpio de semillas, clavó las púas del tenedor en el centro y poniéndolo sobre el vaso de la batidora, lo apretó con fuerza exprimiendo todo su jugo.
Procedió entonces a introducir sus dedos índice, medio y pulgar en el salero y allí recogió unas pocas piedras blancas y brillantes de ese aderezo tan dulce en la gastronomía.Arrojó con algo de chulería la sal al vaso y lo trasladó a la batidora procediendo a conectarla a la velocidad mínima,
puso el tapón dosificador en su lugar y cogiendo la botella del aceite, procedió a verterlo lentamente. Al cabo de unos segundos sus manos comenzaron a transpirar y su frente se perló de diminutas gotitas de sudor, sintió en la nuca que su cabello comenzaba también a humedecerse por la tensión, era ahora o nunca, la batidora cambiaría de sonido y ahí, ahí precisamente, estaba el estrecho margen entre éxito y fracaso.
Pues dependiendo del sonido, su propósito se habría convertido en éxito o no.
De repente, el sonido cambió y en lugar de ese sonido desabrido de algo líquido y estropeado notó el sonido grave y ronco de la mahonesa perfecta.
Respiró profundamente al comprobarlo tomando una punta de cuchillo que introdujo en la salsa y que salió amarilla, espesa y olorosamente magistral.
Aquel día sería reconocido como héroe de su casa.


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