Revelación (Ismael Sesma)
Categoría: La caja negra
– Fue una sorpresa para todos. De Rosa se sabían sus inclinaciones, pero a Luz se le había conocido algún noviete y lo cierto era que salía en pandilla, iba a la discoteca de la capital, … En fin, que todos pensábamos que le iban los chicos.
– Pero no fue así.
– Pues no, ya sabe el refrán, ‘de este agua no beberé’.
Ni este cura no es mi padre, recita para sí el periodista, que vuelve a la carga: – ¿Y entonces apareció la pancarta?
– No, eso fue bastante después. Según parece, Rosa se acercó a Luz a base de afecto, simpatía y respeto, supongo -la mujer se detiene y el periodista mantiene el silencio, sabe que suele ser incómodo para la gente y les provoca a seguir hablando. No se equivoca -para el pueblo fue una sorpresa, porque lo llevaron muy en secreto. Solo cuando resultó evidente que eran pareja apareció la pancarta.
– ¿En el puente de la autovía?
– Sí, en el desvío hacia el pueblo. Dicen que la colocó Rosa en un momento de euforia, después de empezar a salir y como agradecimiento a Luz. El caso es que ahí siguen.
– Supongo que para el pueblo sería una sorpresa.
– Claro, entonces todavía era raro, no existía eso del ‘gay friendly’ o como se diga; a mucha gente le pareció mal, pero la verdad es que en el pueblo las dos estaban muy bien consideradas. Y, ya ve, llegó otra pareja gay y otra y otra, hasta que han hecho famoso al pueblo.
– Y la pancarta terminó en un museo.
– No es un museo, es como una sala de exposiciones, un ‘espacio de tolerancia’, lo llaman. Todo sea por el turismo, debieron de pensar entonces. Y, ya ve, hasta ahora.
– ¿Usted las conoce?
– ¿A Rosa y Luz? Claro, como todo el mundo; hacen poca vida social, pero se las ve en la tienda o paseando por la vega. Y no suelen faltar a ninguna boda gay en el Ayuntamiento.
– Pero no dan entrevistas.
– No, que yo sepa. Su casa es aquella del fondo de la calle, la que tiene la cerca pintada de verde. Pero tiene la entrada por el lateral, mejor de la vuelta a la plaza -señala-, llegará más directo.
– Me voy a acercar, a ver si hay suerte. Muchas gracias por todo, señora.
Se despiden. Rosa se ríe de su pequeña maldad; el periodista tendrá que dar un rodeo que le va a permitir llegar a casa y avisar a Luz de que no abra. ‘Maldita pancarta’, piensa, ‘en qué hora se me ocurrió colgarla, al final vamos morir de éxito’.