De cuerpo presente (Carlos Lapeña)
Categoría: La caja negra

Pobrecillo, qué mala suerte. Esperando la jubilación todo este tiempo para acabar así en dos meses. Ni dos meses ha tenido el hombre para disfrutar su jubilación, qué lástima, qué injusta es la vida… Bueno, no tanto, porque su buen dinero sí que le deja a Montse y a los chicos… Montse… Ella sí que podrá seguir adelante en buenas condiciones, sin pasar apuros y con esa belleza todavía notable… Ya lo creo. Ahora llorará un tiempo, pero se repondrá y pasará a una nueva etapa seguro que llena de nuevos alicientes, porque no está sola ni es persona pasiva y tiene muchos intereses y no está nada mal, así que lo que ella quiera…
Quiera el cielo acogerlo en su recinto y Dios en su seno. Rezaré por él. Era buena persona, buen marido y buen padre. Buen vecino. Es una lástima que se haya ido tan pronto, tan joven, porque tener sesenta y cinco años hoy es ser joven, ya lo creo…Yo soy joven con sesenta y cuatro, también, y espero cumplir muchos más, desde luego, tendrás que esperarme algún tiempo, querido, y ojalá que Montse no nos impida en la otra vida lo que nos ha impedido en esta… No sé que viste en ella que no pudiste ver en mí, tontorrón, con lo bien que lo habríamos pasado…
Pasado un tiempo lo calabas, ya lo creo, y descubrías lo que en verdad era, un mequetrefe, un santurrón, un pichafloja… Está mal visto hablar mal de un difunto, pero no pensar lo que te salga de los huevos. Pensar se puede pensar lo que sea, solo faltaba, y yo pienso que este tipejo era un mequetrefe que mostraba la imagen de un tío enrollado, inteligente e interesante, pero en realidad era un simple, parco en palabras porque no tenía ideas propias y escasa cultura, a pesar de las apariencias… Sí, hombre sí, ahí echado muestras lo que eres en realidad, lo que eras en realidad. No te digo que descanses en paz, porque ya lo hacías en vida, triste, que eras un triste…
Triste, triste, esa es la palabra, cariño. Me quedo triste sin ti. No sé si está bien sentir más tristeza que dolor, pero es lo que siento. Quizá sea egoísta, quizá ver los planes truncados y lamentar lo que no ha dado tiempo a hacer sea egoísta, quizá enfadarme por lo que tu muerte me ha impedido conseguir sea egoísta… Soy egoísta y la tristeza es la prueba de ese egoísmo…
Egoísmo. La muerte es el mayor acto de egoísmo. Sufrir un accidente o padecer una enfermedad y morir es egoísta, absolutamente, al menos para el hijo que queda huérfano y sin posibilidad de cantarte las cuarenta, pa-pá… ¿Me oyes, pa-pá? Un puto egoísta que se muere sin previo aviso, un maldito egoísta que sucumbe a la ley de vida sin haber dejado preparado a su hijo, sin dejar que su hijo lo mate, como mandan los cánones psicoanalíticos. Nunca te lo perdonaré, pa-pá. Y te seguiré llamando pa-pá siempre, ahora que no me oyes, como te gustaba y yo me negaba, pa-pá, desde mis diecinueve años hasta que te alcance y te supere y cumpla más años que tú y muera de viejo, ojalá…
Ojalá te hubiese contado lo que me pasaba. Ahora qué hago. Mamá nunca me perdonará que se lo diga a ella sola, sin poder saber tu opinión, tu postura, la alternativa que solías encontrar a los aparentes callejones sin salida… Mamá me odiará por haber callado…, por favor, ayúdame… Qué digo, dios mío, qué mal estoy. Te pido ayuda, como si no tuvieses suficiente con lo tuyo…Muerto, papá, estás muerto, por favor… Qué voy a hacer yo ahora, qué voy a hacer, qué…
Qué coño pasa aquí… A que me levanto…
