Tic-tac (Ismael Sesma)

Tic-tac (Ismael Sesma)

Categoría: La caja negra

Lucía ya se ha puesto el pijama cuando su madre entra en la habitación. La liturgia manda que la madre ejecute esa secuencia de movimientos que desembocarán en la certificación, un día más, de que el río de la vida las recorre con naturalidad; Laura, por seguirse sintiendo querida y la madre, viéndola en la cama, tranquila y relajada. Pero una mueca apenas perceptible, de esas que solo las madres pueden atender, se ha instalado en el rostro de su hija.

– ¿Qué es el desamor, mamá?

La madre siente que el suelo pierde solidez. Está cansada y le gustaría zanjar la pregunta con rapidez, pero el gesto de Laura pide atención. “¿Ya toca esto?“, piensa mientras se sienta a los pies de la cama y suaviza el gesto todo lo que le es posible.

– ¡Vaya pregunta rara, hija! ¿Por qué me lo preguntas?

Lucía pone cara de ‘siempre me toca a mí hablar la primera’.

– Estábamos leyendo unos poemas en clase de Lengua. Uno de ellos hablaba del desamor, Marisa nos lo ha explicado. Algunos niños se han reído, pero yo me he puesto muy triste.

– ¿Y le has dicho algo a Marisa?

– Me ha dado vergüenza, mamá.

– Pues supongo que ella os lo habrá explicado bien. Es un amor no correspondido, ¿no?

– Me he puesto muy triste porque parecía que lo decía por mí, porque me gusta Marcos y no me hace caso, para él solo existen sus amigos y jugar a lo bruto.

La madre observa la mirada de su hija, en la que la adolescencia está agazapada y pugna por salir en un rostro todavía aniñado. Piensa en lo rápido que pasa el tiempo. Laura era hace unas semanas una niña que se apoyaba en el sofá para dar sus primeros pasos, hace apenas unos días balbuceaba su propio nombre y hace un instante aprendió a escribir, sumar o multiplicar. Once años en un suspiro.

– Las chicas maduramos antes –habla con tranquilidad impostada- y a vuestra edad la diferencia se nota mucho, Laura. Los chicos son todavía unos niños y vosotras sois casi unas mujeres.

– Pero me gusta, mamá.

– Pues mantente cerca de él, aunque supongo que todavía no estará preparado. Dale tiempo y piensa que, mientras tanto, tú también estás cambiando. Y, sobre todo, piensa que sois muy jóvenes y tendréis tiempo. Laura, tienes todo el tiempo del mundo, no tengas prisa.

La madre hace una pausa y tiende a su hija su muñeco favorito, un león de trapo con semblante de niño travieso. Laura le hace un hueco en la cama, a su lado.

– Aunque te veas mayor, Laura, ahí dentro hay todavía una niña y es genial que así sea. Disfrutas con tus amigas, os reís, jugáis sin que haga falta que estén los chicos; si están, bien, pero no son imprescindibles. Te gusta que yo te arrope, tu beso de buenas noches y dormir con tus muñecos; te hace sentir bien. Ellos, además, siempre están ahí.

No como las personas, está tentada de decir la madre, pero se mantiene callada. Ambas se miran con intensidad. Laura parece tranquila. La madre sonríe, le da un beso y sale hacia el salón. “Desamor“, piensa, “pronto empezamos“.


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