Alopecia arbórea (Maite Martín-Camuñas y Rosa Caporuscio)

Alopecia arbórea (Maite Martín-Camuñas y Rosa Caporuscio)

Categoría: La caja negra

Habita el árbol en el parque.

Una pareja de jóvenes enamorados se sienta a su pie; él le pide a ella que le deje su móvil para comprobar sus redes. Ella se niega en redondo alegando que su teléfono es algo privado y nadie tiene porqué verlo; él pregunta que de dónde ha sacado esas ideas, ella responde que de su tutora del instituto, que les ha dicho que nadie tiene derecho a ver lo que una persona no quiere compartir. Él, sin mediar palabra, la coge del cuello con ambas manos. Casi no pasa aire a sus pulmones. Ella cierra los ojos y lánguidamente afloja la mano y suelta el receptor. Cuando él afloja la presión, en sus pulmones comienza a llegar un hilo de aire que aspira ansiosamente. Mientras, la revisa sus redes, sus fotos, sus mensajes, para comprobar que no hay nada que le anuncie que le haya sido infiel. Le devuelve el aparato y ella se pone rápidamente en pie, y llorando, se lanza paseo abajo hacia la salida del parque.

El árbol tras el estrés sufrido ante esta escena propia de otros tiempos, pierde algunas hojas de su copa.

Al rato, un grupo de padres llega junto a sus pequeños y se dispersan por los alrededores de la pradera. Los niños comienzan a lanzar arena en el estanque y piedras a los patos. Los padres ríen y siguen charlando entre sí. El árbol, al ver el estrés de los patos, pierde algunas hojas de su fronda.

Aparece un hombre con un perro, suelta al cánido y éste corre y se revuelca en el verde. El árbol disfruta de verle trotar libre, pero éste hace sus necesidades en la hierba. El amo se da la vuelta como si no lo hubiera visto y silba a su compañero peludo. El árbol se acongoja a pensar que eso puede ensuciar la ropa de parejas de enamorados, de niños que jueguen a sus plantas, a dueños de otros perros que vayan paseando, y con tan tristes pensamientos, le caen unas hojas de sus ramas.

Cuando llega el otoño y el árbol se cubre de rubor, de su fronda pocas hojas quedan ya porque la vida de los humanos le ha afectado irremisiblemente, produciéndole un estrés tan profundo que languidece triste.

Y allí, destacando bajo el bruno cielo de la estación, queda el árbol aquejado de alopecia arbórea.

Imagen de Rosa Caporuscio


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