La paz es ciega (Carlos Candel)

La paz es ciega (Carlos Candel)

Categoría: La caja negra

El joven Wojtek no sabe lo que es la guerra y, sin embargo, un día le considerarán un héroe. Construirán una estatua en su honor, por su valor en la batalla. No entiende lo que es valor, ni conoce el sentido de la palabra batalla. Tampoco es consciente de que esos soldados polacos, los que le sonríen con la muerte entre las manos, le consideran poco menos que un amigo. Wojtek no recuerda el rostro de su madre, ni siquiera es consciente de que una vez tuvo una, pero se divierte con ellos. Le ofrecen un líquido espumoso que no es agua, con el que se siente más pesado y más feliz. Las trincheras se parecen a un hogar. Oscuras y húmedas, pero al mismo tiempo, capaces de albergar el calor de los cuerpos que se ocultan de los bombardeos. El barro es agradable, revolcarse en él reconforta. Atravesar el campo de batalla no es muy distinto a ir de caza. Aunque casi lo ha enterrado en el olvido, cree que las presas son siempre los otros, nunca él. No conoce el término “enemigo”. Para él todos son iguales, aunque huelan distinto. Los carros de combate no le resultan muy distintos a pequeños montículos a los que escalar y los cadáveres amontonados en las cunetas son caza echada a perder. Pobre Wojtek, que ni siquiera se conoce a sí mismo. Cree que sus colmillos son iguales que los de esos chicos famélicos que comparten su comida con él. No alcanza a vislumbrar que su enorme cuerpo es más fuerte que el de diez soldados juntos y que, al mismo tiempo, puede albergar multitud de balas. Ellos también están perdidos, están convencidos de que Wojtek ha luchado, como uno más, a su lado, que está de su parte, que ama la guerra. Es fácil que piensen que les ha salvado la vida en más de una ocasión. Incluso se han negado a subir al barco que les llevará a casa si su amigo no les acompaña. Ellos, que han sido arrastrados a la guerra, que creen comprender la relación entre la sangre y la bandera, que afirman reconocer el odio en las sombras que se mueven al otro lado de la línea de combate… Ellos, que sólo son hombres, han encontrado entre sus zarpas la paz. Una paz que tiene sabor a hierba y olor a cuero, que transmite calor a través de sus poros y cuyo aliento empaña la noche fría de la guerra. Una paz que tiene el inmenso poder de la ceguera ante la atrocidad y que sólo tiene ojos para la belleza. Como Wojtek.


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