Todo es mentira (Ismael Sesma)

Todo es mentira (Ismael Sesma)

Categoría: La caja negra

Hubo un tiempo en que los tomates sabían casi siempre a tomate. La fruta no parecía hecha con molde. De vez en cuando, aparecía un simpático gusanito en alguna manzana. No existían los aguacates ni las papayas. El yogur era alimento para enfermos. Las croquetas se hacían con las sobras de la comida y los niños las comían en bocadillo. De hecho, se hacían bocadillos de casi cualquier cosa. Las neveras eran de hielo, que había que comprar cada día. La compra se hacía en los ultramarinos, también llamados coloniales. Los lunes era el día de colada y se comía cocido. La ropa blanca se aclaraba con azulete y la ropa delicada se lavaba con Norit. En invierno las camas se calentaban con bolsas de agua caliente. Había una máquina de coser en cada casa. Las madres hacían punto. En los cines tomábamos bocadillos, cerveza y empanada mientas veíamos dos películas. En los cines solía haber una neblina delante de la pantalla; fumábamos. Tener que ir al dentista era peor que encontrarte al ogro de los cuentos. Los médicos eran señores con bigote que fumaban mientras hacían las recetas. Se decía que había gente que pasaba horas viajando en el metro para evitar el frío de la calle. El metro tenía asientos reservados a caballeros mutilados. Los chicos hacían pellas en los billares o en los descampados. En las ciudades había descampados y no había tanatorios; la gente moría en su casa. Los colegios eran de chicos, o de chicas. Nadie utilizaba palabras en inglés en las conversaciones. Hasta los 21 años no éramos mayores de edad; pero podíamos trabajar como adultos muchos años antes. Mujeres en la iglesia: velo imprescindible. Y en la peluquería, se hacían la toga. En las calles se aparcaba a la primera, no había que cruzar los dedos ni invocar a ningún ángel. Allí se lavaba el coche y se le cambiaba el aceite. Algunas personas siempre caminaban cabizbajas. Los policías vestían de gris, que era el color general del país. Los guardias podían multar por trabajar en domingo. El teléfono era un aparato colgado en un pasillo, que casi nunca sonaba y se contestaba de pie. El fútbol también se veía de pie. La televisión emitía en blanco y negro; casi siempre era mejor un tebeo. Alguien inventó los plazos y las letras más populares: las de cambio. Los abuelos nos contaban cómo había sido su vida de niños y nos parecía un cuento, una patraña.


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