Nuevo mundo animal (Carlos Candel)

Nuevo mundo animal (Carlos Candel)

Categoría: La caja negra

– Fue su elección- zanjó cargado de razón-, una elección madurada y tomada por un adulto capaz de tomar sus propias decisiones, ¿quién es usted para cuestionar esto?

– Pero… ¿cómo puede alguien…? No lo entiendo, de verdad que no alcanzo a comprenderlo.

– Pues es muy sencillo, si lo piensa un poco. Esta sociedad es muy exigente, nos somete a un estrés continuo y a una tensión que a veces nos rompe por la mitad. Por ello, hay personas que se atreven a reinventar su mundo, para seguir manteniendo cierta dignidad…

¡Dignidad! ¿Se había atrevido a usar la palabra dignidad? ¿Precisamente ésa? No podía creer en su cinismo. El pequeño Foster, tal y como se había referido a él en la conversación, mostró su aceptación al discurso de su amo, frotándose con regocijo contra su pierna izquierda, para después, regresar a su reconfortante lugar a los pies de éste y extraviar su mirada en algún lugar al otro lado de la ventana. El terapeuta le dedicó una mirada cariñosa y le acarició la cabeza con delicadeza. Acto seguido, Foster, en un gesto casi libidinoso y sin ocultar una imprevista erección, le mostró su agradecimiento lamiéndole la mano con fruición.

– …personas como usted mismo, que tras sufrir depresión durante años y probar todo tipo de tratamientos, deciden ser valientes y liberarse de todo tipo de ataduras y hacer como mi querido Foster. Al principio es extraño, pero poco a poco se van desarrollando las características propias y se produce la liberación. Créame, funciona.

¡Así que eso era todo! ¿En eso se basaba su “fabuloso tratamiento”? ¿Para eso cobraba tamaña suma de dinero? ¿Qué tipo de broma era aquella?

– Sí, ya sé que puede parecer turbador al principio, pero le aseguro que la sociedad irá evolucionando poco a poco hasta que este tipo de elecciones sean perfectamente aceptadas. No es la primera vez a lo largo de la historia que se producen este tipo de transformaciones en el imaginario colectivo. Convertirse en la mascota de alguien es sumamente liberador, se lo aseguro. ¿Quién no querría dejar de preocuparse por llegar a fin de mes y tener la comida asegurada en el plato tres veces al día? ¿A quién no le gustaría pasarse el día tumbado sin hacer nada? ¿O paseando por el campo libremente? ¿A quién no le atrae mínimamente la idea de librarse de la estresante necesidad de tomar decisiones a cada momento y dejar que otros las tomen por ti?

Aquello superaba con creces el hecho más absurdo que hubiera escuchado con anterioridad. Tenía que ser una especie de broma.

– Y no crea, que los amos no se elijen a la ligera. Normalmente hacemos una selección rigurosa e infalible a través de un moderno algoritmo de compatibilidad diseñado por mí mismo. ¡Eso sí! ¡El contrato es de por vida e irreversible! No queremos casos de abandono en gasolinera -bromea macabremente el terapeuta guiñándole un ojo. Foster se mantiene impertérrito mirando al horizonte, con el cuello tan erguido que recuerda al de una estatua de un perro guardián.


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