Un día cualquiera (Maite Martín-Camuñas)

Un día cualquiera (Maite Martín-Camuñas)

Categoría: La caja negra

Un día cualquiera, sin avisar tan sólo, llegó el apagón.

Ese con el que estuvieron un tiempo amenazando desde los mentideros y bulos de la red. Pero desmentidos por todos los gobernantes y fuentes “fidedignas”.

Pero llegó y vino para quedarse. La gente, aterrorizada, se lanzó a la compra de cualquier tipo de energía que supliera la conocida desde hacía tanto tiempo. Acumuladores solares, molinos eólicos, baterías de coche, pilas, linternas, biocontenedores…

Pero hubo un decreto a nivel mundial que consideraba ilegal tener este tipo de acumuladores en los hogares, pues sólo el gobierno podía distribuir energía para la seguridad nacional.

Solo las fuerzas de orden público podían disfrutar de ese privilegio.

Se expropiaron todo tipo de objetos capaces de generar luz y, bajo pena de cárcel, quedó prohibido para la población cualquier tipo de iluminación, incluidas las velas.

Las delaciones, desde ese minuto, fueron miles, bien por envidia al ver que el vecino alumbraba sus noches; bien por celo ciudadano, creyendo que así hacían lo correcto.

Pronto aparecieron los FOP equipados con uniformes iluminados y con enormes focos destellando desde sus cascos. Parecían sacados de una película de “Robocop” tan grandes y pesados. Portaban en sus brazos unos inseparables fusiles, que más parecían pertenecer al armamento de un carro acorazado que a personas normales. Claro que la enorme estatura de los elegidos permitía pensar que se trataba de seres extraordinarios.

Pero la eficacia de esas armas era impresionante, acertaban a un pobre ratoncito a cientos de metros de distancia.

La gente vivía aterrorizada.

Cuando en la oscuridad de sus noches veían aparecer una luz a lo lejos, comenzaban a temblar y huían despavoridos porque sabían que se acercaban miembros de las FOC y eso no significaba nada bueno.

Un día creció el rumor de que se había descubierto un tipo de energía y que ya era posible disfrutar de ella. La gente salió a las calles para celebrarlo. Pero ya se sabe, esas cosas son enormemente costosas y no llegó a toda la población tamaño milagro.

Solo los muy ricos tuvieron acceso a esa maravilla. Esos costosos generadores necesarios para disfrutar de una energía limpia e inagotable.

Se alimentaba de sombras y de miedo. Por eso los gobiernos prefirieron mantener la oscuridad en las calles y a la población aterrada.

Era la mejor materia prima para acumular energía y así dar luz a sus macro empresas y ostentar más riquezas.

Pero había pocos ricos en el planeta que bien estrujados daban para acumular más riqueza en los gobernantes corruptos, de forma indefinida.

También podían acumular energía explotando su miedo a ser pobres como el resto de la población y vivir en esa oscuridad tan agobiante.


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