Nada (Rafael Toledo Díaz)

Nada (Rafael Toledo Díaz)

Categoría: La caja negra

Qué paradoja más curiosa, resulta que mis compañeros del Globosonda proponían para el pasado mes de octubre el tema TODO, y a mí no se me ocurrió nada, así que de repente tuve que improvisar un texto raro, raro. Sin embargo, para este mes plantean totalmente lo contrario, es decir, NADA como argumento a desarrollar, y entonces se me enciende la luz y atisbo varias consideraciones sobre el asunto.

Como buen manchego, lo primero que se me ocurre es tratar el tema de la muerte, pues en estos primeros días de noviembre celebramos el día de los difuntos.

Y es que la muerte es el inicio de la nada, del olvido, de la ausencia. Aunque la materia siga los vericuetos de la naturaleza orgánica, cuando la parca aparece, decimos adiós a las emociones y a la capacidad mental que completan al ser humano, ni siquiera me atrevo a opinar sobre el asunto espiritual que es algo muy personal, y allá cada cual con sus creencias. Desde este punto de vista, para unos acaba todo y para otros empieza la eternidad, final y principio a la vez que nunca llegamos a comprender.

Pero lo más curioso de todo es que, aunque la muerte en su amplio concepto siempre ha estado presente en todas las culturas, ahora, sin embargo, llevamos un tiempo tratando de ocultar su inevitable realidad.

Las modas del momento nos obligan a esconder y disfrazar algo que es inseparable con la vida. Se ha impuesto un falso pudor, nada de imágenes sobre las guerras y sus masacres para que no se nos indigeste la comida, nada de fotografías que puedan herir nuestra sensibilidad. Hemos minimizado los ritos de la muerte y, poco a poco, hemos dejado atrás las viejas costumbres construyendo asépticos tanatorios, tratando de restarle importancia y de que los más pequeños renuncien a esas cosas de mayores.

Durante la pandemia, a pesar de que en los medios han ofrecido todo tipo de información, han tratado de ser los más cuidadosos posibles con las imágenes que debían mostrar la enorme tragedia y solo algún periódico se salió del guión revelando la dura realidad.

También ahora, cuando se han cumplido veinte años del atentado de las Torres Gemelas en Nueva York, se ha hecho mayor hincapié en mostrar fotografías y videos donde podíamos ver como se tiraban al vacío las personas que, desesperadas ante una muerte segura, optaban por este otro horrible desenlace.

Mucho más silenciosa pero no menos aterradora es la enfermedad de Alzheimer, una enfermedad que cada año afecta a más y más personas y de la que apenas sabemos nada. La pérdida de la memoria nos conduce a esa nada que solo depende de los familiares y cuidadores de los que la sufren.

También NADA podemos asociarlo con la falta de futuro, así, ante el hambre y la ausencia de porvenir muchas personas emprenden un peligroso viaje por territorios y mares que, en demasiadas ocasiones, son noticias de naufragios y tragedias. Todo esto sucede mientras nosotros, los ciudadanos de los países desarrollados somos ajenos al gran drama de nuestro tiempo. Nada nos importa, nada nos cuestiona, nada nos incumbe.

Pero todas estas cuestiones tan determinantes nos vienen dadas por una y mil circunstancias, como el lugar donde hemos nacido, nuestra educación, nuestro estatus social, nuestro estilo de vida etc…

Sin embargo existe una NADA global que ya nos afecta a todos. Me explico: yo, que no soy muy cinéfilo y menos, de filmes para niños, pero recuerdo con precisión algunos pasajes del clásico “La historia interminable”. Una película que en principio va de libros y que nos conduce a un mundo irreal y fantástico donde se refieren algunos episodios que, como si de una profecía se tratase, posiblemente ya se están cumpliendo. Me refiero a ese pasaje donde la NADA es representada por una bruma o nube que todo lo engulle, que todo lo arrasa.

Lo que nos ocurre quizás sea una consecuencia ante la falta de sueños, de fantasía o por falta de expectativas. Como en la película, crece, sin apenas darnos cuenta, un velo de amargura y desengaño donde la desidia, el conflicto político, la inmediatez, la precariedad, la ausencia de debate, la insolidaridad, el egoísmo, el sectarismo, la publicidad desmedida o la falta de liderazgo nos conducen al desánimo renunciando a perseverar por conseguir una sociedad mejor.

Y para cerrar, paradoja frente a paradoja. El género humano es capaz de lo mejor y lo peor y, aunque siempre intentamos acapararlo todo, debemos asumir que, frente a la magnitud y la diversidad de la naturaleza, apenas somos NADA.


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