Fábula del hombre, el lobo, la oveja y el brócoli (Carlos Candel)
Categoría: La caja negra
El hombre llegó hasta la orilla de aquel inmenso río. El caudal era tan inmenso y la corriente tan tenaz que ni siquiera se planteó atravesarla a nado. Asomarse a sus oscuras aguas daba miedo. Menos mal que había un pequeño bote de madera, con él podría alcanzar la otra orilla.
Llevaba consigo un lobo que había criado como compañía desde cachorro, aunque no por ello había perdido su condición de salvaje; una oveja que acaba de comprar en la feria de ganado, con cuya leche pensaba empezar a fabricar sus propios quesos; y un brócoli recién cortado que se pensaba almorzar a medio día.
Trató de subirse al bote con cuidado de no hundirlo, y en seguida comprendió que aquella pequeña embarcación había sido pensada para albergar un solo cuerpo, a lo sumo dos. De forma que no podría trasladarse con toda su carga al otro lado. Tendría que dar al menos dos viajes. Pero… ¿cómo?
Miró a su amigo lobo, que lo observaba expectante, con ese gesto de quien espera una orden inmediata. Después dirigió su mirada a la oveja. Ésta parecía ausente, únicamente preocupada en llenar la tripa. Ajena al peligro que le acechaba en los colmillos de su compañero, mordisqueaba una hierba rala, agostada y sin fundamento.
Aquello le hizo reflexionar. Era evidente que no podía dejarlos solos, que tendría que llevarse primero a uno y luego al otro, pero claro, si se llevaba primero al lobo, la oveja se quedaría sola con el brócoli, se lo comería y se quedaría sin cena. “Uff, ¡qué difícil problema! “, pensó. Hizo un dibujo en la arena para aclararse. Me dio muchas vueltas. La cabeza se llenó de barcas, lobos, ovejas y brócolis. Viajes y más viajes interminables. Y al fin, lo consiguió. ¡Había dado con la solución!
Ya estaba dispuesto a partir cuando regresó su mirada hacia sus compañeros de viaje. Para su sorpresa, el lobo le observaba ahora con el hocico ensangrentado. Se había detenido un instante, con ojillos inocentes, en su quehacer para comprobar si su dueño le daba alguna orden. La oveja, por su parte, se encontraba tirada en el suelo, con el cuello abierto. Aún movía impulsivamente las patas, pero sus ojos denotaban ya la pérdida irrecuperable de la vida. El hombre, entristecido y frustrado, sabía que había fracasado en su objetivo. Tiró el lobo al río y dejó que se lo llevara la corriente. Cogió el brócoli y se subió a la barca, y mientras tanto, reflexionó sobre lo que había hecho mal.
Moraleja: Mientras tú reflexionas sobre tus acciones, otros ya han desayunado.
Apunte del autor: sí, ya sé que en el cuento original, que es un acertijo en realidad y no una fábula, no aparece un brócoli, sino una col, pero es que el brócoli me da que está más asociado a la autocrítica.