Revolución-a-medias (Eva Soria)

Revolución-a-medias (Eva Soria)

Categoría: La caja negra

Que el patio estaba revuelto, era un hecho.
El día internacional de las Pancartas se aproximaba, provocando la primera revolución entre los habitantes de la ciudad, ya que desde hacía años las mareas de protestas del pasado habían sido fagocitadas por las políticas de seguridad.
Ni juntas ni revueltas. Sin manifestaciones donde vomitar las necesidades del pueblo, verbalizadas en alas de tela y papel, las peticiones de un mundo más justo hibernaban.
Las autoridades habían informado sobre la colocación de las distintas pancartas propuestas por las múltiples asociaciones vecinales, culturales y políticas. Todo estaba listo para mostrar al mundo que las protestas y sus logros renacerían de nuevo como las flores en el asfalto sucio de la ciudad. Eso sí, solo tendrían un día.
Desde el amanecer y en estricto orden según la normativa, los vecinos y vecinas del lugar iban posicionándose en la gran explanada, templando las cuerdas vocales para que las palabras escritas no se sintieran solas, la rabia las acompañaba. Cada cartel se presentaba como algo distinto, único, original, con reivindicaciones distintas aunque en el fondo parecidas. Bajo la apariencia de cierta libertad, el evento se inauguró y con él, las antiguas mareas multicolores que solían recorrer la ciudad, se trasformaron en cientos de murales estáticos dispuestos a alterar, trasformar, despertar y sobre todo a concienciar a quien oprimido por la miseria levitaba para no pisarla. Aunque las peticiones eran diferentes, todas se unían por un eslabón común : R evolución. Y así, leíamos: Revolución musical, Revolución en las aulas, Revolución tecnológica, Revolución de pensamiento, Revolución sexual, Revolución social, Revolución animal y vegetal, Revolución electoral, Revolución feminista, Revolución inclusiva… Cada asociación concentraba sus fuerzas en el lema que estaba defendiendo sin reparar en las peticiones de las demás. Tan evidente era la falsa amalgama de aquellas consignas que al finalizar la única jornada reivindicativa de la que disponían, las revoluciones escritas en los distintos carteles se fueron desdibujando como si salieran del marco creado para ellas, para empezar a cavar de modo separado, cada una su propia tumba. Este parece ser el final de las revoluciones a medias, algo que las autoridades entendieron muy bien desde el comienzo.
Que nada nuevo estaba inventado, era otro hecho.


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