La hora es ahora (Maite Martín-Camuñas)
Categoría: La caja negra
Aquella mañana al salir a la calle descubrí un aire diferente, algo se presentía en el entorno, algo que hizo que mi piel se erizara como si una corriente eléctrica me hubiera atravesado desde los pies a la cabeza o de la cabeza a los pies, que en ese momento me daba lo mismo. Miré a uno y otro lado, pero la gente que compartía espacio parecía ajena a lo que yo intuía que estaba pasando. Al final, contagiada por la indiferencia que me rodeaba, me encogí mentalmente de hombros y tomé la dirección del metro que me llevaría hasta mi puesto de trabajo. Trabajo mal pagado pero necesario para subsistir.
Al entrar en las dependencias del metropolitano, tuve la misma sensación que al salir de casa, noté como si la gente fuera más ligera internamente. Aunque mantuviera su mirada fija en los ya imprescindibles terminales telefónicos.
Esta vez en lugar de sacar mi Smartphone y unirme al conjunto de gente ensimismada en sus mundos ilimitados y diversos, preferí sentarme y observar las reacciones del resto de los viajeros. Con el rabillo del ojo pude ver unos movimientos imperceptibles al otro lado del vagón, pero en cuanto volví la vista, desapareció todo rastro de agitación, chasqueando la lengua por la decepción volví la vista hacia mi derecha, pero en ese giro me quedé prendada de los ojos de una chavala que también observaba a su alrededor y que en ese momento me miraba fijamente.
Sin mediar palabra y en respuesta a una resolución ahogada, ambas nos pusimos de pie y comenzamos esta revolución que las urbanitas tenemos pendiente con el porvenir.