Paraísos prohibidos (Eva Soria)

Paraísos prohibidos (Eva Soria)

Categoría: La caja negra

La entrevista era a las 10,30 de la mañana, metro Plaza de Castilla. 15 minutos andando con paso firme y rápido, acompasado con la esperanza de una nueva oportunidad.

Madrugué y todas las rutinas somnolientas se iban sucediendo según lo previsto. Cuando la boca del metro me escupió, miré al cielo. Los primeros rayos de sol empezaban a templar el cristal y el metal de las Torres Kio. Eternas amantes condenadas a simples miradas sin poder ni siquiera acariciarse. Amores imposibles.

La hilera de aspirantes para los 10 puestos administrativos de una conocida empresa de moda, serpenteaba a lo largo de 1 km. El tiempo de espera no compensó los 20 angustiosos minutos de cuestionarios y de entrevistas encorsetadas. De vuelta a casa, la rutina de un futuro marchito, me acompañó hasta la puerta de la entrada. En el bolso, las llaves y el móvil, en el móvil un mensaje agradeciéndome el tiempo perdido. Pensé: “Cuando todo está perdido, nada puede salir mal”. Con esta máxima, me despojé de la ropa que desprendía un aroma a derrota anunciada, en la ducha dulcifiqué y perfumé las escamas que protegían mi piel. Y así, liviana me liberé de anocheceres enquistados en mi mirada. Una copa de whisky, un par de caladas y una melodía de fondo trasformó la estancia oscura del salón de casa.

Las notas musicales de Caribbean Blue se arremolinaban, girando alrededor de mi cuerpo, mientras que regueros de agua manando de las paredes de gotelé, inundaban la habitación. El azul turquesa de paraísos lejanos se instaló en los escasos metros cuadrados del salón, para no irse más.
“Este es el momento”, grité.

Con los ojos cerrados, me despedí del pasado y de las incógnitas de mi futuro. Agarrada al mástil, desplegué las velas roídas por las dentelladas del azote del tiempo.” Es hora de zarpar”, grité de nuevo. Sin horarios, me dirigí a ese otro paraíso donde me esperaban las almas de los justos.


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