Paraísos de hoy (Rafael Toledo Díaz)

Paraísos de hoy (Rafael Toledo Díaz)

Categoría: La caja negra

Pues sí, sí que lo ponen complicado estas gentes del Globosonda cuando eligen los temas a desarrollar cada mes. Para este marzo que acaba de empezar han propuesto así, como si tal cosa: “Paraíso ahora”. Qué graciosos, con la que está cayendo, podían haber sido más benévolos y agarrarse a los tradicionales tópicos sobre el mes de marras; ya saben, marzo ventoso y esas cosas, asociar pandemia y tempestad que puede dar mucho juego, o echar mano de la primavera que se avecina, escribir sobre la floración anticipada de los almendros, esos árboles inmaduros que andan desquiciados por el cambio climático. Podían ponerse normales como hacen los medios serios como la tele, la radio y los periódicos que nos sugieren sobre qué debatir, porque sus sesudos creadores de opinión eligen las cuestiones que deben interesar a la mayoría y rehúsan los temas espinosos diciendo que eso no toca.

Pero no, estos juntaletras van de sobrados, de raros y excéntricos, que es lo que mola, desean salirse del tiesto proponiendo materias insólitas.

Les comento a mis compañeros por el wasap que estoy bloqueado, que tengo la pantalla en blanco y no sé cómo meterle mano al asunto. Por eso me recomiendan que escuche la canción “Paraíso ahora” del cantautor Pablo Guerrero, que tiene el mismo título que la propuesta. Me pongo a la tarea a ver si escuchando lo que dice este hombre me da alguna idea para rellenar una página al menos. Cojo papel y me hago un esquema para ver si me aclaro un poco. Atento, presto oídos a la melodía y escribo: Paraíso igual a imaginación, a sueños, a ideales frente a la realidad de la vida. Lugares, islas, playas paradisíacas, y nada, utopías a tutiplén.

Para serles sinceros, y como ya tengo una edad, la palabra paraíso me sugiere bienestar, pero del mismo modo me transporta a mis años escolares de primaria, que entonces era la EGB y sus enciclopedias.

En la asignatura de religión el edén alude más a la vergüenza y la culpa. Habitualmente suelen mostrar, con unos sencillos dibujos, la expulsión de Adán y Eva de aquel frondoso vergel, figuras con los ojos entornados y tapándose sus cosas con hojas de parra o de higuera al gusto del dibujante, y por supuesto la malvada serpiente y su lengua bífida con esa manzana tan roja, tan brillante, tan apetitosa. Menudo disgusto nos trajo aquella mala decisión de nuestros primeros padres, como dicen en un libro que he leído recientemente: “Las decisiones se toman en un instante y sus consecuencias las soportamos toda la vida” y vaya si llevamos tiempo con este castigo. Pero bueno, al menos tenemos cosas que contar y que superar o arreglar, que si no sería todo muy aburrido como la vida de los súper-ricos.

Me pongo a cavilar y creo que esta historia que me aprendí como cualquier escolar de la época me resultaría muy complicada de explicar a los críos del siglo XXI, que nacen ya sabiendo. Sería difícil convencerles de que aquel vergel situado entre los ríos Tigris y Eúfrates es ahora un desierto, aunque siempre podremos volver a recurrir al cambio climático y que todo ha cambiado mucho, y añado, aunque otras muchas cosas no han cambiado nada.

Pero dejémonos de zarandajas, seamos generosos aceptando la historia del pecado original como una bonita leyenda y concedamos a la ciencia la racionalidad de la teoría de la evolución por la selección natural de las especies de Darwin. Así quedamos bien, una de cal y otra de arena, ficción y realidad a partes iguales.

A propósito, y como me estoy liando o yéndome por los cerros de Úbeda yo tengo una particular teoría o un paralelismo entre el paraíso y las nuevas tecnologías.

En confianza, tengo la sospecha de que el actual paraíso está en el brillo de una pantalla. Desde este lugar y moviendo el dedo puedes acceder a casi todo, esa posibilidad es más fácil de explicar a los niños de ahora, o al menos les resulta más creíble. En una pantalla puedes visionar paisajes increíbles, en un instante puedes contemplar maravillosas playas y montañas de cualquier lugar del planeta, etc. Como en los anuncios de cremas y maquillajes donde las modelos lucen sin una arruga, ni un grano, qué piel tan inmaculada que sin poder tocarla me sugiere suavidad. Pues eso, que a estos parajes preciosos les deben poner un filtro igual, les deben hacer un retoque porque hay que ver, qué campiñas tan inmaculadas, sin basura ni vertederos o “quiñones” como decíamos en mi pueblo.

Bueno, con estos artilugios tecnológicos puedes acceder a mil cosas más, puedes escuchar música, jugar, pagar la cuenta del súper, hacerte fotos y vídeos o hablar por teléfono entre otras muchas más aplicaciones. Esto sí que es un ingenio multiusos y no aquellas navajas llenas de muelles con sacacorchos.

Pero si algo tengo claro de este paraíso virtual es que el protagonismo de la serpiente seductora se lo encasqueto al algoritmo, ese método numérico que calcula y te propone, ese factor tan abstracto y desconocido como efectivo.

Aceptarán conmigo que si miras colchones en la red al momento en el facebook te salen cien mil ofertas, las diferentes calidades y los lugares donde puedes comprarlos y qué se yo cuantas cosas más. Y eso pasa con todo, si te demoras unos segundos viendo un vídeo de aviones, al rato te proponen ver como despegan o aterrizan las aeronaves más modernas, te ofrecen todo lo que puedas imaginar y la tentación es su mejor baza porque, como el ojo de dios, saben casi todo de nosotros, es algo tan terrible como maravilloso.

El otro día me cuenta un amigo que su hija le ha regalado a su anciana madre un asistente virtual, un robot que habla y le aconseja aparte de hacerle compañía, así que la buena mujer está encantada por lo bien que se porta esa voz que está atenta a todo, que le recuerda cuando tiene que tomarse las pastillas y le responde a cualquier cosa, vamos que la ocurrencia de la nieta ha sido un gran acierto porque, aunque a ratos, ese cacharro hace feliz a su abuela. Al final terminaremos todos así, viendo la vida a través de una pantalla y hablándole a un robot, es el paraíso del futuro, si tienes recursos claro está.

Bueno, voy a terminar, que me he liado un poco. El paraíso como el Dorado no existieron nunca, ni antes ni ahora. El edén siempre es una fantasía, una utopía, una quimera, un espejismo o un sueño, pero nunca debemos renunciar a este delirio porque los sueños deberían cumplirse.


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