Visión del profeta (Carlos Lapeña)
Categoría: La caja negra
Se alzó un altar en cada esquina
y se dotó de un santo o un dios
propiciatorio.
Se emplearon sacerdotisas
(por su poder de captación,
mayor que el de los sacerdotes)
que fueron instruidas
debidamente
en liturgias y ceremonias.
Pero también se alzaron
mini altares virtuales,
en versiones web y app
compatibles con todos los sistemas
operativos.
Y poco más fue necesario
para encender la mecha.
Las ofrendas llegaron
como viento, oleaje,
con decisión abrumadora,
en progresión macabra
y cada cual más ocurrente
que la anterior.
Primero los exvotos
en palo, en cera, en plástico;
después los sacrificios
en carne y hueso…,
en corazón abierto y chorreante
sobre la piedra
(en forma de chac mool
o tabla de planchar).
Las oraciones
fueron los llantos y los gritos
de los sacrificados
y los ejecutantes.
Y cuando el mal pasó,
(ignoramos si consumido
en sí mismo o agotado
por tanto despliegue oferente),
la humanidad entera suspiró,
dolorida, aliviada…,
mientras guardaba su vergüenza
lo mejor que podía
en los dobleces de su propia
humanidad.
Alabado sea Instagram,
alabado Youtube,
que dejarán constancia
de todo, por siempre jamás.