¿Será cierto? (Carlos Candel)

¿Será cierto? (Carlos Candel)

Categoría: La caja negra

Para Mara, Carla y Marisa, por las grandes ideas.

Estaba enfadada. Muy enfadada. Y al mismo tiempo, muy triste. No podía creer lo que le habían hecho sus padres. Lo había escuchado en el patio del colegio y, al principio, no quiso ni creérselo. Pero su inteligencia era tan testaruda que no paraba de pinchar con la duda a cada segundo. ¿Será cierto? Así que decidió preguntárselo a su madre aquella misma tarde, entre avergonzada y temerosa. A sus nueve años, no tenía claro si esta vez prefería la verdad o la mentira. Lo que sí parecía cobrar más fuerza era la necesidad imperiosa de que su madre desmintiera la voz estúpida y descreída que había escuchado en mitad del bocadillo, entre saltos a la comba y pelotazos.

-Sí, hija, es cierto. Lo siento…

Aquella mañana no fue como la de otros años. Abrió los regalos con desgana, malhumorada, sintiéndose muy desgraciada. Había caído todo cuanto había pedido, pero ésa no era la cuestión. ¿Por qué se lo habían ocultado tanto tiempo? ¡No era justo!

Por eso, al ver aquel regalo, primorosamente envuelto con el nombre de la abuela Jacinta, a la que irían a ver en un rato a la residencia de ancianos, se le ocurrió saldar su venganza. Ella pagaría su indignación, la mentira y la alta traición. Alguien tendría que hacerlo.

-Yo se lo doy, por favor, papá.

Y para allá que se fueron.

Jacinta, encerrada en aquella silla, vio venir a aquella niña con paso firme. Atravesó el salón en su dirección, acompañada de aquellas dos personas sonrientes que le sonaban de algo. Últimamente su memoria no era la de siempre. La pequeña traía bajo el brazo un enorme paquete cuadrado, tal vez la muñeca que siempre había esperado o puede que un balón. La niña le sonrió y se lo tendió. Y antes de que lo hubiera abierto, se acercó a su oído, y como si fuera un secreto, le susurró:

-Abuela, los Reyes Magos existen.

Y la niña, orgullosa y con cara de satisfacción, se despidió.


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