Lina, la administrativa

Lina, la administrativa

Soy empleada en una empresa de publicidad. Mi nombre es Lina, diminutivo de Catalina. Os podéis imaginar las chuflas en el colegio, y peor aún, en el instituto. Lo más bonito que me solían decir era: “¡Eh, Catalina! Cata esto”, señalando a su pantalón y desternillándose de risa, el chico y todos los amigos y amigas que le solían rodear. Fue un tiempo muy desagradable para mí y dejé de decir mi nombre completo.

Mi jefe es alguien egoísta y absorbente; tienes que estar disponible las 25 horas del día, sí, está bien escrito, para la empresa, el día tiene 25 horas que hay que dedicar en exclusiva. Cuando nos encerraron en casa, seguí trabajando, tanto, que me olvidé de comer, dormir, vivir y eso fue lo que me ocurrió, morí. Sí, pero mi sentido de la obligación me hizo seguir trabajando. Y aquí moro, entre cables de fibra óptica, megas, bytes y terabytes, esperando a que alguien asome a la Red y poder disfrutar de su espeluznante alarido al verme salir por la pantalla.


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