Debate en el parque (Maite Martín-Camuñas)

Debate en el parque (Maite Martín-Camuñas)

Categoría: La caja negra

Rodeada por mis amigos, mantenemos una distendida charla sobre el porqué de los castigos y la intensidad de los mismos. Si acaso son castigos o no lo son. En algo estamos todos de acuerdo, los bozales son un invento horrible para someternos a tortura cuando hacemos algo malo a los ojos de los humanos.

Habla en este momento un dogo (presa) canario; es marrón con rayas negras, sus ojos almendrados de un negro acerado, te miran intensamente, su cara parece enfadada, pero la intensidad y dulzura de su mirada dicen todo lo contrario. De pecho imponente y porte distinguido; su trufa negra parece un bombón dulce en medio de su aspecto agresivo. Refuerza su aspecto guerrero, las orejillas recortadas y enhiestas siempre moviéndose cual radar en busca de peligros.

Habla el dogo de su experiencia con los castigos.

–A mí -dice-, me ponen el bozal porque soy muy peligroso y si muerdo una presa, hasta que no arranco el trozo no paro y la gente me tiene miedo por ese motivo y así llevo el bozal de castigo en todos mis paseos. Los demás contertulios, instintivamente, damos un precavido paso atrás con ese temor de poder ser esa hipotética presa.

Tras él, toma la palabra un whippet negro con grandes manchas blancas, sus cuatro patas son blancas y pareciera que lleva puestos unos calcetines, se le ve nervioso, como danzando sobre sus cuatro largas y delgadas extremidades. Su figura es estilizada, casi rayando en la delgadez extrema, donde se marcan todas sus costillas y los huesos de la pelvis, pero el brillo de su pelo negro, demuestra que mantiene una alimentación adecuada. Su afilado hocico parece que vibra al tomar la palabra.

Parece asustada, pues se trata de una preciosa hembra, y pronta a salir corriendo, con esas nervudas patas larguísimas, aunque siempre parece que quiera huir de un posible cielo que se la puede caer encima.

–A mí me ponen el bozal porque persigo al gato y temen que le muerda. ¡Al gato! ¡Quien me hace la vida imposible con sus fuertes bufidos y sus afiladas uñas!

Un King Charles Cavalier Spaniel hembra, de pelaje tricolor da un paso majestuoso al frente, con esas bellas y etéreas plumas de suave pelo destacando de sus cuatro extremidades, sus largas orejas negras como guedejas recién peinadas y su larga cola elevada al viento con su jopo ondeando como una bandera.

-A mí, me ponen el bozal porque muerdo los tobillos de las personas de uniforme. Aborrezco los uniformes. ¡Son tan vulgares!

Un pincher muy pequeñito, de color marrón y negro, con sus lindas orejillas en alto y su cola apuntando al cielo toma la palabra:

-A mí, me lo coloca mi humana para que no me coma las cacas humanas del parque, pero ¡son tan deliciosas las heces de hombre!

Seguimos debatiendo sobre el mismo tema y dando cada uno su propia opinión, sin llegar a ninguna parte. Nos quedamos, al fin, todos callados y de repente, la bóxer marrón, de orejas largas y rabo cortado con la punta, como una canica negra y brillante, que siempre se sienta sobre las patas traseras (me dijeron que era porque de chiquitina, la cortaron mal en rabo y sufrió mucho por ello, aunque sus actuales humanos la cuidaron con mucho mimo, por eso se acostumbró a sentarse evitando el dolor) da un paso adelante y con la tranquilidad que la caracteriza su vejez, mira hacia arriba y comenta:

– ¿Entonces todos estos? -con un gesto de su hocico nos señala a los humanos y humanas que nos acompañan siempre y que son parte de nuestras familias– ¿Qué habrán hecho tan malo, para que a toda su especie, les hayan puesto los bozales al mismo tiempo? ¿Qué será eso tan atroz? Aunque, ellos no lo llaman bozal, lo llaman en su jerga, +carillas.


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