Infancia, dulces criaturas (Pedro Marín)

Infancia, dulces criaturas (Pedro Marín)

Qué lindos los niños, me asomo a la terraza y me emociona verles jugar, me hacen olvidar el confinamiento. Juegan ajenos, incluso interactúan desde sus terrazas.

Cada día el silencio va conquistando más espacios. Salvo el momento del agradecimiento solidario de las 20:00 h., y bueno, alguna pequeña discusión que atraviesa indiscreta los muros.

Hoy me ha encantado ver a dos pequeños que viven en el bajo pasarse notas con la vecina del primero, justo debajo de mí. Son increíbles, sus ganas de jugar y de relacionarse no conoce muros.

En el comercio de al lado de casa, poca gente. En el pasillo de las pizzas, me encuentro a David, el hijo de Miguel, mi vecino de arriba. Le pregunto por su padre y me comenta que tenía síntomas y que le ha dicho el médico que se aísle en su habitación. De nuevo los niños, sorprendiendo y demostrando cuando la supervivencia lo demanda una madurez admirable y responsable.

Noto que la gente se está cansando, ya casi no salen a los balcones a aplaudir. Pero los niños de mi vecindario allí están, agradeciendo a los que están luchando por sacarnos de esta. Hoy se han sumado más al juego de las notas. Les pregunto y me dicen que es un juego de adivinanzas, que lo han inventado ellos y que tienen un premio preparado que lo entregarán en una fiesta. Bravo, les digo, seguid así, lo estáis haciendo fenomenal.

Hoy me ha parecido escuchar corretear por la escalera, he abierto la puerta, pero no he visto a nadie. Tanto silencio… Bueno, habrá sido algún repartidor. Rodrigo, el del 2º A, tiene mucho vicio con las compras online. Me pongo música y sigo cocinando.

No me encuentro muy bien, por lo que me recomiendan no salir de casa. Tranquilo, seguro que se pasa rápido. Esta semana hago la compra online. Me confirman la llegada de esta el jueves. Las 21:00 h. y no ha llegado. Llamo al teléfono de incidencias y me dice que tenía prevista la entrega a las 14:00 h., pero a las 15:00 llamaron diciendo que el repartidor había enfermado y se tenía que ir a casa. Por lo que repetiremos el envío mañana. Disculpas.

Hoy ha habido silencio absoluto. Mis vecinos deben estar muy cansados, tantos días… Hoy ni han salido a las 20:00 H. Yo me estoy quedando casi sin comida. La empresa me dice que ya me ha enviado 3 veces el pedido y no lo van a volver a repetir. No entiendo nada, mañana saldré a comprar.

Abro la puerta dispuesto a bajar y justo, me vuelvo a encontrar a David. Me dice que tengo mala cara, le explico el problema y me dice que no me preocupe, él se encarga. Me pide la lista de la compra y las llaves para no molestarme y dejarme la compra. Se lo agradezco infinitamente. “Cómprate lo que quieras, te invito”, le digo. “No gracias, tengo todo lo que necesito”, y se dirige hacia las escaleras.

Tarda mucho. Oigo ruidos y abro la puerta, al otro lado Miguel, rodeado del resto de niños de mi comunidad y con un papel en la mano, de los que se pasaban por los balcones, en el que ponía “Próximo, 2º C”.


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