Volver a la normalidad (Carlos Candel)
Categoría: Guía de supervivencia
El mensajero llamó a la puerta. Le traía un móvil que había pedido por Internet. Uno de alta gama que acababa de salir. Una edición exorbitante edición especial que costaba seiscientos euros los dos primeros días y sólo a través de la web en la que lo había comprado. Una hora después de hacerlo se agotaron. Tenía tantas ganas de recibirlo, tras tantas semanas de confinamiento, que cuando sonó el timbre le asaltó la emoción que llevaba tanto tiempo contenida.
-Aquí tiene su paquete -le dijo en mensajero, tras la máscara y con las manos enguantadas.
Tras la crisis se habían mantenido algunas costumbres escrupulosamente. Con el paquete le entregó también la factura. ¡5400 euros!
-¿Cómo? -preguntó indignado-¡Esto debe ser un error! Esta factura no está bien.
-A ver, déjeme comprobarlo -respondió amablemente el mensajero-. Sí, es correcta, caballero.
-¿Pero cómo puede ser eso? En la web ponía que el móvil costaba solo seiscientos euros.
-Y así es, como podrá ver usted mismo en el desglose. El resto son los impuestos que legalizaron los países al salir de la crisis. Todo el mundo estaba de acuerdo en que debíamos aprender algo de todo esto, ¿no es cierto?
El hombre, completamente perplejo, admitió con la cabeza. Le daba un poco de vergüenza decir que no.
-Sí…, es cierto, pero esto…
-Yo se lo explico, hombre. Mire, a los 600 euros del móvil, tiene que sumarle la tasa de contaminación, que en su caso verá que son 800 euros debido a los métodos utilizados por la extracción de los minerales de los que está hecho la placa base del móvil, 500 euros por la contaminación del aire derivada del transporte de mercancías por tierra y otros 600 por la contaminación del mar a causa del barco que lo trajo en un contenedor hasta el puerto, y por último, le tiene que sumar 500 € por la gestión de residuos plásticos que generará en aparato cuando lo tire; por otro lado, está la tasa anti-explotación, que viene desglosada en 600 euros por la explotación laboral de personas, previsible niños y niñas, en el tercer mundo, que fabrican los componentes del móvil. ¡Anda! ¡Y veo que incluye también el ensamblaje! Aquí ha tenido usted suerte, le han contado de menos. Y además, en este epígrafe le suman otros 300 euros por la explotación laboral de un mensajero en el primer mundo, es decir, yo. A esto le sumamos, para finalizar ya, la tasa en favor de la correcta globalización y la paz, que tendría 500 € por el tráfico ilegal de minerales, que ya sabe usted que los sacan las grandes empresas por la puerta de atrás de estos países, aprovechando que están en guerra y eso…, más 1000 euros por el fomento de las guerras en el mundo, por eso de que para que estén en guerra y poder quitarles las materias primas, hay que sobornar a los gobernantes y dotar al pueblo de armas, para que se maten, y según parece que ahí se va un buen pico. Y eso sin contar los costes sanitarios de los heridos y las funerarias, pero bueno, imagino que esto ya lo habrán contemplado de otra manera. En fin, si le suma usted los 600 euros del móvil, ya estaría, los 5400 euros, sin IVA, claro está.
El hombre se quedó estupefacto con la caja del móvil aún en la mano, a medio camino entre el repartidor y su casa.
-Pero esto… yo no quería que el mundo cambiara así… y, además, ¿qué tendrá que ver esto con el coronavirus?
-Hombre, caballero, ¿cómo cree usted que se transmite por todo el mundo? ¿Por ir en bici al trabajo, hablar con el vecino de balcón a balcón, comer verdurita fresca y comprar en la tienda de la esquina?
-Pues… no sé muy bien qué decirle… ¿y no podría devolverlo?
El mensajero sonrió.
-¿Cree usted en un mundo sin hambre, sin explotación laboral, sin contaminación, sin guerras?
-Hombre, pues yo… claro que me gustaría… pero yo sólo quería volver a la normalidad…
-¡Pues pague su puta compra y que tenga un buen día!