Libertad (Carlos Candel)

Libertad (Carlos Candel)

Categoría: Patriarcadas

El silencio de la casa no es, como muchos dirán, el sabor del olvido. No pasa ni un solo día en el que Marina no recuerde a su difunto marido. Ese silencio sabe más a soledad, a la cruda realidad de que, en realidad, no somos más importantes que el aleteo de una mariposa en mitad de un inmenso campo de trigo. Estamos solos en esto, eso ya lo ya sabe Marina desde que él murió.

Tal vez por esa razón contrató a Amina. Se la recomendó su hija, y aunque al principio no lo veía claro, acostumbrada como estaba a hacérselo todo ella misma, tenía que reconocer que había sido un acierto. Aunque solo fuera porque su deambular por la casa rompía con una sutileza encantadora el silencio que tanto había detestado durante los primeros años de viudedad. Le gusta esa chica. Es ordenada y muy educada.

– Amiga, cariño, tú vales mucho, ¿por qué dejas que alguien decida por ti?

– No entiendo por qué dices eso, Marina.

– Me refiero a tu velo, ¿nunca te lo quitas?

– Pues… no. Nadie me obliga, lo llevo porque quiero.

Eso es lo que dicen todas, se calla Marina, aunque su sonrisa le delata. Las mujeres alienadas siempre cuidan de molestar a los hombres con sus comentarios.

– Se lo digo en serio, lo hago porque quiero. Es mi decisión. Mi marido no se mete en eso.

Desde el espejo del baño, que a estas alturas es el único testigo de su vejez desnuda, repasa los últimos vestigios de lo que un día fueron unos labios carnosos. La ausencia galopa por el pasillo, pero eso no es razón para seguir sintiéndose deseable. Tal vez las manchas de algunas moras jamás terminen de borrarse, pero no por ello hay que privarse de otras moras. También se coloca con cuidado los pechos dentro del sostén. Hace poco más de un año entró por primera vez en un quirófano para operarse unos pechos que habían dejado de hacerla sentir orgullosa de sí misma.

– Y que me diga alguien que no tengo derecho a hacerlo.

Suena el timbre. Extraño a esas horas. Amina hace dos horas que se marchó. Tal vez se le haya olvidado algo. Al otro lado de la mirilla reconoce el contorno inconfundible de su hija Clara. Más extraño aún. Ella solo pisa su casa con alevosía y premeditación. Al abrir la puerta percibe la presión. Su hija llora desconsolada. Lo primero que pasa por la cabeza de Marina es la posibilidad de una ruptura sentimental o un despido fulminante. Tal y como están las cosas…

– ¿Qué te ha ocurrido, cariño?

Clara muestra un sobre en una mano, lo que desconcierta aún más a su madre. ¿Hacienda? ¿La policía? No se le ocurre nada en lo que su hija pueda estar metida que le provoque tal dolor.

Coge el sobre. Lo primero que mira es el remitente. En él hay un sello del hospital. El corazón le da un vuelco de golpe. No puede ser. Su hija…¿enferma? En seguida comprueba, para su alivio, que no se trata de nada de eso. Son los resultados de unas pruebas de fertilidad.

– No sabía que…

Clara asiente. Se le percibe algo de vergüenza en el rostro.

– No podremos tener hijos, mamá.

Marina sabía que Agustín y ella llevaban tiempo intentándolo. De hecho, alguna vez incluso bromeó con ellos sobre los riesgos de un embarazo tardío. Pero jamás pensó que la cosa hubiera ido tan lejos. Clara nunca le comentó nada en relación a dificultad alguna.

– Lo siento mucho, cariño -dijo, tratando de empatizar con su hija-. Pero no te preocupes, ahora hay muchas opciones.

Clara la miró, ojos abiertos como platos.

– ¿A qué te refieres, mamá? Ya hemos probado la inseminación, y no ha habido manera.

– No, hija, no me refería a eso. La hija de una amiga, que tampoco podía, pagó a una chica…

– Pero, ¿qué dices, mamá? ¿Gestación subrogada?

– Bueno, ella lo llamó vientre de alquiler o algo así.

– Peor me lo pones. ¿Tú sabes que eso es ilegal?

– Aquí, en España. Pero en otros países… Esta chica se fue a Rumanía. Y dice que muy bien. Que la chica que lo hizo estaba encantada.¿En serio te lo has creído? ¿Cuánto le pagaron a esa desgraciada?

– ¿Y eso qué más da? Estas chicas no son unas niñas. Nadie las obliga a hacer lo que hacen. Son libres para elegir lo que quieran, ¿no crees?


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