Vómitos (Cuento con moraleja de Carlos Lapeña)

Vómitos (Cuento con moraleja de Carlos Lapeña)

Categoría: Patriarcadas

Que los acontecimientos se disparasen a partir de las conmemoraciones del 8 de Marzo, debería haber dado alguna pista sobre el origen del mal y su tipología; pero nadie, al parecer, estableció la relación hasta que la epidemia fue innegable.

Los vómitos repentinos y violentos que afectaban, aunque no exclusivamente, a la práctica totalidad de los varones mayores de 12 años, no tenían una causa justificada. Ninguna prueba, ningún análisis, mostraba una explicación clínica del fenómeno.

Y el registro de situaciones tampoco arrojaba luz sobre elementos comunes o significativos que pudiesen explicar por qué, de repente, un grupo de cinco tíos en un bar, un par de transeúntes camino del trabajo, un grupo de viajeros en el tren de cercanías, un conductor solitario en su automóvil, cincuenta estudiantes de derecho en el aula magna de la facultad…, por qué, repetimos, esos hombres en circunstancias tan distintas vomitaban, tras una o dos arcadas, y arrojaban lo ingerido al frente, hubiese lo que hubiese al frente, sin apenas posibilidad de controlar la dirección o el ángulo de lo arrojado.

En el mejor de los casos, el vómito se producía una sola vez y el infectado recuperaba la normalidad fisiológica; pero en otras ocasiones, en la mayoría, tras unos segundos de extrañeza compartida, los infectados recuperaban la actividad o conversación o situación previa al vómito y volvían a vomitar.

Tuvieron que pasar varios meses hasta que alguien apuntó en la dirección correcta y dio con el motivo (y por lo tanto con la posible solución) de la extraña epidemia. Fue, lógicamente, una mujer quien dedujo que para solucionar el problema no había que fijarse en los individuos infectados, sino en su circunstancia. Así, se descubrió que el grupo de tíos en el bar estaba contando chistes, los dos transeúntes se habían cruzado con una compañera de trabajo, el grupo de viajeros compartía espacio con dos mujeres de raza negra, el conductor había tenido un incidente con una conductora, los cincuenta estudiantes estaban encantados con la catedrática de derecho constitucional…

El informe provisional concluía: sólo hay que saber qué pasa por sus cabezas… Pero el informe definitivo fue más allá y concluyó, sin ninguna duda: no, sólo cambiando lo que pasa por sus cabezas (y algunas bocas) dejarán de vomitar.


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