La muerte de Teresa Bodevil

La muerte de Teresa Bodevil

Teresa Bodevil era una lectora incomprendida, como muchos otros. Sabía que todos los lectores tenían sus manías, pero… dudaba de que fueran tan raras como la suya. Ella disfrutaba con los relatos tétricos. Relatos de esos que te hacen pasar varias noches en vela, vigilando tus alrededores por si ocurre algo paranormal. Es algo normal, ¿no? Muchas personas disfrutan con relatos o películas de terror. Pero es que Teresa había cogido como costumbre ambientar sus lecturas en sitios fúnebres. Tan fúnebres como el propio cementerio. Todas las noches de luna llena planeaba su velada nocturna. Entraba al cementerio media hora antes del cierre y se dedicaba a recoger las flores y coronas estropeadas de los difuntos. Así, pasaba desapercibida, pues el guardia de seguridad pensaba que era parte del personal de limpieza y la dejaba la llave antes de irse.

Cuando todo el personal se iba, ella escogía la tumba perfecta, dependiendo del libro que escogiera esa noche, encendía un par de velas, colocaba las flores que había recogido a su alrededor y comenzaba su lectura.

Una noche, mientras leía, escuchó un ruido extraño cerca. Ella ya estaba pensando que el sonido se debía a Hermenegildo, el protagonista de la lectura de aquella noche, que tenía como hobby desenterrar el cadáver de los muertos y echarse unos bailes con ellos. El sonido comenzó a escucharse cada vez con más frecuencia. Teresa comenzaba a asustarse, pensaba que Hermenegildo se acercaba. Pero el sonido cesó de pronto. Y, cuando pensaba que había parado del todo, escuchó un gran estruendo justo detrás de ella y se encontró con la estatua de Bécquer, que se abalanzaba encima suya.

Así murió Teresa Bodevil y ahora vaga por las calles de Parla, junto a la Santa Compaña, conociendo a los verdaderos personajes de sus relatos tétricos.


1 comentario

Marcos Braserl

octubre 29, 2019 en 6:56 pm

Me encanta esta muy currado

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