El islero (Carlos Candel)

El islero (Carlos Candel)

Categoría: La caja negra

Mi padre era marino y murió en las costas de La isla inaccesible, cuando trataba de transportar vino al otro lado del oceáno en un marino mercante. Por eso, se me ha ocurrido contaros una historia, basada en un hecho real, que tuvo lugar, allá por el año 2003, en algún punto del Océano Atlántico, cerca del Golfo de Guinea. Isidoro Arias, un capitán malagueño, había decidido dar la vuelta al mundo, completamente solo, en un pequeño velero, llamado “El islero”. Zarpó el 28 de marzo de 2001 del puerto de Benalmádena e iba registrando en su cuaderno de bitácora todo lo que iba sucediendo cada día.

El último mensaje que quedó registrado en el mismo, casi un año después, decía así: “Hola a todos. Andalucía sólo hay una. Carnavales de Las Palmas. Latitud: 26º39′ Sur. Longitud: 004º 49′ Este. Llevo toda la noche de grasa del motor por todos lados. He tenido que detener una fuga de aceite y, para cargar baterías, necesito el motor operativo. Estoy a 860 millas de Santa Elena y sigo con el cielo encapotado. Tengo una megaballena a mi lado, desde hace un rato, con su cría, y eso no me hace gracia. Éstas son celosas de las mismas y sus miradas me ponen nervioso. Mañana os sigo contando, un abrazo. Isidoro Arias”

Sus familiares, aunque mantenían asiduos contactos telefónicos con él, empezaron a preocuparse por su estado, porque las conversaciones empezaron a tomar desde este momento un cariz mucho más oscuro y enigmático. Sin embargo, atribuyeron este cambio de actitud a la soledad y trataron de comunicarse con él más asiduamente.

Un año después recibieron su última llamada, en la que se mostraba mucho más nervioso y asustado de lo normal. En ella aseguraba que unos “pequeños seres” abordaban su velero desde hacía varios días y la situación se había tornado insoportable. Ni siquiera era capaz de descansar. Se encontraba a unas 600 millas de la isla de Santa Elena, en el océano Atlántico.

De hecho, lo último que comentó a su familia antes de perder contacto telefónico fue la figura de uno de esos extraños seres, oscurecida por la cerrada noche, subiéndose a bordo del velero directamente desde el mar. La familia no pudo volver a contactar con él desde aquel momento. Su móvil no volvió a dar señal.

El velero fue localizado 38 días después, el 1 de abril de 2003 en el golfo de Guinea por el pesquero francés “Fresco”. Al abordarlo, los marineros comprobaron que todo estaba en orden pero no había tripulante alguno a bordo.


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